lunes, 29 de noviembre de 2010

Corre el tiempo,corre...

Me he estremecido al ver el calendario, no es la primera vez que me pasa, pero sigue conmoviéndome este hecho.
Me conmueve la proximidad de las fiestas, los exámenes, el final del año,planes y más planes acumulándose, el echar la vista un año atrás y preguntarme "¿hace un año ya de eso?"... También me duele pensar que se acaba noviembre y todavía no he dejado mi huella aquí y peor aún, no haber hecho ni una triste visita a este humilde blog. Por eso ahora me enfrento a la pantalla del ordenador para llevar a cabo un intento de repaso de estos últimos días, semanas, que se han convertido en mes.
El tiempo ha corrido, realmente lo hace siempre, pero esta vez lo he sentido pasar más rápido si cabe, y mientras, en mi móvil se han ido acumulando pequeñas notas que han ido surgiendo espontánemante.
La lectura positiva que saco de todo esto es que por primera vez en mucho tiempo me he puesto a escribir porque salía de mí y lo necesitaba, y no porque me entraran remordimientos de tener abandonado este blog. Y esta vez no se trata de un par de líneas (a la vista queda)
El caso es que durante esta ausencia cibernética he estado otra vez por Madrid.
No sé qué tiene Madrid que por una parte te atrapa, hasta tal punto que al igual que La Meca debería ser obligatorio visitarla una vez en la vida, pero por otro lado te deja una sensación de vacío, prisas; y mientras cada uno marcha por su camino nace el pensamiento de que el cruzarte con alguien en sus calles es fruto del azar, y que es muy difícil que el destino vuelva a juntarte con ese alguien.
Quizás me pase solo a mí, pero cuando viajo en el Metro de Madrid siento una extraña sensación que me devuelve al 11 de marzo de aquel ya casi lejano 2004, nadie lo dice pero la siento latente, algo similar me pasa cuando paso por los aparcamientos de la T4 y recuerdo las imágenes del atentado de ETA...
Pero se olvida todo al instante cuando me invade el optimismo al ver la Gran Vía, me entran también ganas de poder ver algún día unos Juegos Olímpicos en la Capital. Y entonces sigo paseando por Madrid y veo lo grande que es, y bajo mis influencias pueblerinas me da por pensar "esto no puede ser tan grande".
Justo tras mi paso por Madrid, volví a casa, pero no es el momento de hablar de ello, de hecho bastaría con esperar a que vuelva a las pantallas el famoso anuncio del turrón y comprobar que una imagen vale más que mil palabras.
(Y mientras, veo como se expanden las tradiciones al saber que en Gran Canaria también se celebra la Fuga de San Diego)
También debo decir que noviembre ha corrido tanto que no me ha dejado cumplir mi promesa de ponerme serio y ponerme a estudiar a diario, y ya van dos meses que me pasa esto.
He de sumar a todo esto que tras más de dos meses durmiendo en una cama que no es la mía sigo sin poder afirmar que estoy viviendo aquí, más que nada por resignación y porque mi cepillo de dientes sigue durmiendo en el neceser, y no en el vaso donde debería hacerlo.
Y corro como lo hace el tiempo, a la carrera todo, hasta tal punto que esta entrada que se presentaba como una de las más reflexivas se llena de prisas.
En fin, termina un noviembre más de clásicos Barça-Madrid (y viceversa) y termina esta entrada, además lo hacen con la misma sensación, podrían haber dado más de sí, pero también menos.