martes, 25 de febrero de 2014

Pijama sexy

Hay cosas que nunca entendí. Las asumí y procuré no darles muchas vueltas. El uso del pijama es una de esas costumbres que me cuesta entender. Los hay de todos los tipos, reciclados con una camiseta promocional, con capucha, pijamas que no parecen pijamas, clásicos, abrigaditos, que provocan picores, con bolsillos o sin bolsillos (algo útil, si como a mí, por la noche te pica el gusanillo y tienes que ir a la cocina a comer galletas).

Hay también perfumes que son pijama, o eso decía Marylin. Lo que sí es cierto es que todavía no he encontrado un pijama con el que se pueda ir sin complejos a abrir a la puerta si alguien toca el timbre.

Otros complejos sufren la paradoja de ser tan sexys que piden a gritos ser arrancados, cual delincuente que roba una flor que da color a un parque. Evidentemente, hablo de pijamas femeninos, aún no tengo conocimiento de la existencia de pijamas masculinos que tengan algo de sensual.

Probablemente ahora, querido amigo lector, me estés dando la razón y pensando que el pijama es una prenda realmente estúpida, pero no, pese a los párrafos anteriores creo que lo que pasa es que los fabricantes de pijama tuvieron un pequeño fallo de marketing a la hora de ponerle nombre a tan peculiar prenda. Si en vez de pijama se llamara ‘ropa de soñar’ nadie dudaría de su utilidad.

Y es que si panaderos, dentistas, farmacéuticos, camareros, etcétera utilizan su propia ropa para trabajar, ¿cómo no íbamos a ponernos nuestra propia indumentaria para algo tan importante como soñar?.

Ahora es cuando parafraseo a Calderón de la Barca y digo que toda la vida es sueño. Y quizás cuando dije ‘ropa de soñar’ pequé de humilde y debí haber dicho ‘máquina de vida’.
Sexy o agujereado, vestirse con ropa apropiada, es el primer paso para comenzar un reto tan grande como soñar.



Pd: pido disculpas si por el título de esta entrada alguien esperaba algo mejor, o alguna sugerencia de disfraz para carnavales.

lunes, 3 de febrero de 2014

Hablando de miedo

Hay palabras que no sé cuándo aprendí,  simplemente las asimilé pero jamás hice el esfuerzo de buscar mi propia definición o reflexionar sobre su significado. Me gustaría poder más adelante escribir sobre varias palabras, pero hoy voy a centrarme en una en particular. Prometo que hasta hoy nunca había buscado en el diccionario de la RAE el significado de la palabra ‘miedo’.  Copio y pego:

miedo.
(Del lat. metus).
1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.


No sé bien cuál de las dos definiciones me gusta más. Las dos me dan que pensar. La primera por el hecho de saber que el riesgo puede ser tanto real como imaginario. La segunda me recuerda que nunca he tenido muy claro lo que deseo, por lo que quizás no debería tener miedo nunca. O quizás el saber que gracias al miedo, a veces se puede descubrir qué es lo que uno realmente desea.

Desde pequeño nos meten miedo, el hombre del saco, la oscuridad, la policía o el quedarnos sin algo que tenemos son varias de las armas utilizadas. Nos pusieron películas de miedo, y nosotros, pese a saber que el riesgo era imaginario, nos asustamos. Me atrevería a decir que algo similar está pasando ahora mismo en la sociedad española y tal vez global, están jugando con nuestros miedos, con nuestros temores al cambio, con sentirnos en la cuerda floja. Nos tienen arrinconados, nos tienen (no sé quién o quiénes) donde quieren tenernos.

 Una vez más me remito a la música para extraer varias conclusiones sobre el miedo. Hanna (¿Se acuerdan de ella?) decía algo así como que “el miedo no te deja andar ni ver”. Nos ciega, y ante problemas casi siempre irreales nos hace olvidarnos del presente. Por su parte, M-Clan reconocían tener “miedo a que me tengas miedo”, eso es algo terrible, sentir que quien queremos puede vernos como una amenaza, aunque tal vez sea peor el caso que plantea el cantante Leiva cuando canta “no me gusta pensar que te tengo miedo”. Ismael Serrano tituló a un tema con el nombre de “El virus del miedo”, y quizás esta mención tenía que haberla hecho en el tercer párrafo. Tampoco quiero dejar de lado a Maldita Nerea quienes titularon a una de sus canciones con el nombre de “Por el miedo a equivocarnos”, riesgo o daño más que imaginario, si atendemos a la primera definición.


Sin embargo, la canción que más abajo cuelgo, me recuerda que el miedo no es a algo concreto, puede ser a cosas cotidianas. Y no, esta vez mi entrada no trae conclusión, tal y como acostumbro, no es que tenga miedo a no acertar, sino que creo que no procede.