“Todo lo que siempre has querido está al
otro lado del miedo”
-George Addair-
Hay tantos miedos como cosas podamos imaginar. Miedo a la
muerte, miedo a la oscuridad, miedo a los monstruos, miedo a la soledad, miedo
al fracaso, al ridículo… Me atrevería a decir que hay incluso gente con miedo a
la vida, a vivir. Hay miedos a priori entendibles y otros no tan racionales,
como quienes temen al número 13. Hay miedos relativamente nuevos como el miedo
a quedarse sin batería en el smartphone, miedos tradicionales como al hombre
del saco y miedos tan antiguos como el ser humano, como puede ser el temor a las
inclemencias de la naturaleza.
Una parte de nuestros temores vienen implícitos en
nuestra condición de seres humanos y otros han sido creados para tenernos
controlados.
Ahora bien, ¿qué nos encontraríamos si decidiéramos
hacerle caso a George Addair y cruzar más allá del miedo? ¿Qué nos espera allí?
Al otro lado del miedo
no estarás perdido, a la entrada te recibirá la mejor versión de ti, vestirá
sonrisa perpetua y ningún complejo. Con semejante vestimenta verás como las puertas se
abren solas. Allí, las sonrisas son llaves, aunque a este lado también sirve
con alguna puerta.
En tan agradable lugar hay llaves y puertas pero no hay
cerrojos, ni códigos PIN, ni PUK, mas no los echarás de menos. Tampoco hay
calorías que contar. Además, si quieres bailar, habrá música, también silencios y
silencios que son música. Baila, que no te preocupe tu pelo.
Si cruzas el miedo, tal vez haya palabras con amigos
perdidos, quizás almuerzos con ellos y puede también que se escape algún “te
quiero”. Además podrás verte con aquella persona con la que no te atreviste a
cruzar palabra. Porque sí, al otro lado del miedo hay páginas pasadas, libros
acabados e historias por comenzar. No te preocupes, no hay carreras tras
recibir calabazas, eso no va a pasar. No hay ni orgullo ni ridículo que frene.
Al otro lado del miedo hay paracaídas y saltos al vacío,
maratones, triatlones, vueltas al mundo, renuncias a puestos de trabajo y
barcos veleros por ejemplo. No hay miedo a las agujas, puedes donar tu sangre, puedes tatuar aquello que no quieras olvidar.
No hay rojo que sonroje tus cachetes ni que pinte los
números de tu cuenta bancaria. Hay respuestas, simplemente porque no hay miedo
a preguntar. Hay botellas vacías y otras tantas por beber. Encontrarás luz y
también oscuridad cuando te sea necesaria.
Habrá muchos relojes, pero todos parados. Los espejos que
allí se encuentran no acomplejan tu desnudez, de hecho nadie lo hace. Como en
el cuento de Blancanieves, los espejos dirán cuánto vales.
Al otro lado del miedo todos los días son una fiesta, son
carnavales pero no hace falta que te disfraces. Sí hay besos en los portales y un "sube a mi casa que hoy no hay nadie".
Hallarás recuerdos al otro lado del miedo, pero no
duelen. Y quizás por ello, no hay preocupación por hacerse viejo. De todas
formas, al otro lado del miedo no se envejece tan rápido, básicamente porque no
existen los problemas, oportunidades son llamados.
Al otro lado del miedo quizás esté el
lugar más bonito del mundo. Creo que algún día me daré un paseíto por allí.
PD: iba a escribir también que al otro
lado del miedo se puede defecar en el trabajo, pero es un tema tabú para el que
aún creo no estamos preparados. Además, es poco poético para esta entrada.
Quizás la frase que me inspiró caiga en manos de alguna agencia de publicidad para la campaña de alguna entidad bancaria. Lamentablemente, con dinero en el bolsillo parece que los miedos no aterran tanto.