jueves, 23 de julio de 2015

Al otro lado del miedo

“Todo lo que siempre has querido está al otro lado del miedo”

-George Addair-

Hay tantos miedos como cosas podamos imaginar. Miedo a la muerte, miedo a la oscuridad, miedo a los monstruos, miedo a la soledad, miedo al fracaso, al ridículo… Me atrevería a decir que hay incluso gente con miedo a la vida, a vivir. Hay miedos a priori entendibles y otros no tan racionales, como quienes temen al número 13. Hay miedos relativamente nuevos como el miedo a quedarse sin batería en el smartphone, miedos tradicionales como al hombre del saco y miedos tan antiguos como el ser humano, como puede ser el temor a las inclemencias de la naturaleza.

Una parte de nuestros temores vienen implícitos en nuestra condición de seres humanos y otros han sido creados para tenernos controlados.

Ahora bien, ¿qué nos encontraríamos si decidiéramos hacerle caso a George Addair y cruzar más allá del miedo? ¿Qué nos espera allí?

Al otro lado del miedo no estarás perdido, a la entrada te recibirá la mejor versión de ti, vestirá sonrisa perpetua y ningún complejo. Con semejante vestimenta verás como las puertas se abren solas. Allí, las sonrisas son llaves, aunque a este lado también sirve con alguna puerta.

En tan agradable lugar hay llaves y puertas pero no hay cerrojos, ni códigos PIN, ni PUK, mas no los echarás de menos. Tampoco hay calorías que contar.  Además, si quieres bailar, habrá música, también silencios y silencios que son música. Baila, que no te preocupe tu pelo.

Si cruzas el miedo, tal vez haya palabras con amigos perdidos, quizás almuerzos con ellos y puede también que se escape algún “te quiero”. Además podrás verte con aquella persona con la que no te atreviste a cruzar palabra. Porque sí, al otro lado del miedo hay páginas pasadas, libros acabados e historias por comenzar. No te preocupes, no hay carreras tras recibir calabazas, eso no va a pasar. No hay ni orgullo ni ridículo que frene.

Al otro lado del miedo hay paracaídas y saltos al vacío, maratones, triatlones, vueltas al mundo, renuncias a puestos de trabajo y barcos veleros por ejemplo. No hay miedo a las agujas, puedes donar tu sangre, puedes tatuar aquello que no quieras olvidar.

No hay rojo que sonroje tus cachetes ni que pinte los números de tu cuenta bancaria. Hay respuestas, simplemente porque no hay miedo a preguntar. Hay botellas vacías y otras tantas por beber. Encontrarás luz y también oscuridad cuando te sea necesaria.

Habrá muchos relojes, pero todos parados. Los espejos que allí se encuentran no acomplejan tu desnudez, de hecho nadie lo hace. Como en el cuento de Blancanieves, los espejos dirán cuánto vales.

Al otro lado del miedo todos los días son una fiesta, son carnavales pero no hace falta que te disfraces. Sí hay besos en los portales y un "sube a mi casa que hoy no hay nadie".

Hallarás recuerdos al otro lado del miedo, pero no duelen. Y quizás por ello, no hay preocupación por hacerse viejo. De todas formas, al otro lado del miedo no se envejece tan rápido, básicamente porque no existen los problemas, oportunidades son llamados. 

Al otro lado del miedo quizás esté el lugar más bonito del mundo. Creo que algún día me daré un paseíto por allí.


PD: iba a escribir también que al otro lado del miedo se puede defecar en el trabajo, pero es un tema tabú para el que aún creo no estamos preparados. Además, es poco poético para esta entrada.


  Quizás la frase que me inspiró caiga en manos de alguna agencia de publicidad para la campaña de alguna entidad bancaria. Lamentablemente, con dinero en el bolsillo parece que los miedos no aterran tanto.

martes, 7 de julio de 2015

Vales mucho

Vales mucho. No lo olvides 

Pero vales de valer, no pienses en términos económicos. Decía uno de mis cuadernillos de ortografía para el verano algo así como que "todo necio confunde valor y precio". No seas como los necios, no te pongas precio, con tus cenizas se pueden hacer diamantes pero no pienses en eso. No eres un vale de la compra, ni siquiera eres un ticket regalo, eres un regalo, sin más.Y olvídate de esa chorrada de valer tu precio en oro, olvídate del peso, de gramos, de grasas, de básculas... 

Vales mucho, ¿cuándo fue la última vez que te lo dijeron? Peor aún, ¿cuándo fue la última vez que te lo dijiste a ti mismo?. Vales mucho, repítelo delante del espejo, sin fijarte en ese grano juguetón con el que amaneciste, dilo antes de dormir, quizás el subconsciente así lo asimile. Espero que lo interiorices, que no necesites ir a ningún show en la tele para que una mesa liderada por José Luis Moreno te diga eso de "Tú sí que vales".

Vales de ser válido, válido para todas las metas que te pongas. Vales de valerte de fuerzas para ser tú mismo, nadie es más especialista en ser tú que tú mismo.

Vales la pena, porque sí, porque merecer la pena suena a que mereces sufrir, y no lo mereces. Vales la pena, porque a veces solo sufriendo penas, y venciéndolas puedes no olvidarte de lo mucho que vales. 

Con las consonantes que conforman el vocablo valer (V,L y R para quien no lo pille) se pueden formar otras palabras que no deberías olvidar. Me explico:

De valer me surge valor. Pero no el de esa marca de chocolate. Valor de valiente, de ese del que tienes que armarte para salir adelante, en busca de tus sueños.

También se me ocurre el verbo volar. Eso a lo que deberías aspirar, porque si alguien no hubiera ido más allá y se hubiera resignado, hoy no tendríamos aviones.

Con más vocales y menos belleza, pero con las mismas consonantes y el mismo orden está violar. Viola tus miedos, a traición, sin avisar, sin piedad, sin preocuparte de juicios. Y los pedazos que queden los haz de volear, mándalos lejos, que no vuelvan.

Velorio también copia consonantes y colocación. Velorio que la Rae define como "reunión con bailes, cantos y cuentos que durante la noche se celebra en las casas de los pueblos, por lo común con ocasión de alguna faena doméstica como hilar, matar el puerco etcétera". Celebra la vida, lo cotidiano, valora tu tiempo, valora la vida, valora tus logros, valórate. Por cada puerco que mates, haz un velorio.   

Vales para lo que quieras, pero sal de tu zona de confort, como hacen los veleros (que también comparten consonantes) que donde más a salvo están es en el puerto, pero no han sido fabricados para ello*. Abandona el pantalán, suelta amarras.

Nadie va a velar por tus intereses mejor que tú. Eres capaz y vales mucho, no lo olvides ¿vale?



*esta frase no es mía, la oí y me gustó.