jueves, 27 de agosto de 2015

La cerveza que me habló

A veces olvidamos cosas que no deberíamos. En otras ocasiones, la memoria nos hace un favor y hace limpia de información que no necesitamos.

Apuntamos notas en la nevera para recordar hacer algo, post it adornan las paredes de nuestra habitación no para dar colorido o tapar grietas precisamente. Los conozco que leen horóscopos para recordar que valen mucho y recordar el camino a seguir.

Hay quien tira de alarmas en el móvil que le recuerden lo que han de hacer, los hay que cambian de dedo su anillo o reloj para sentir que hay algo que falta por hacer para que la vida siga igual.

También hay quien se hace una marca en la mano para al llegar a casa hacer esa llamada, o esa gestión que no ha de olvidar. Este método no puede ser aplicado por todos, hay quien tiene los brazos tan masificados de tatuajes que no tienen espacio. Tatuarse es otra forma de no olvidar un nombre, una fecha, un instante o una frase.

A mí, me ha hablado una cerveza, no es que me haya dado a la bebida hasta escuchar voces de la nada, es más, quien me conoce sabe que no soy muy cervecero. Pero sí, les aseguro que me ha hablado. Tengo pruebas:



No me ha dicho nada que no supiera ya, aunque debo reconocer que lo tenía medio olvidado, Roma no se hizo en un día, ni tan siquiera en un mes. 


No fue un mensaje completo, no culpo a mi amiga de cebada y levadura que bastante me dijo. Pero si pudiera matizar, le diría que el tiempo por sí solo no cura heridas ni hace milagros como por ahí dicen. Lo único que le da valor al tiempo es lo que hacemos con él. Y así con todo.