jueves, 23 de marzo de 2017

En 5 minutos

Reconozco que soy un poco Quijote, no solo por mi aspecto desaliñado sino por en ocasiones pretender luchar contra molinos que en realidad son gigantes. El caso es que  pese a mi resistencia al cambio, me he visto forzado a actualizar la versión de Whatsapp de mi Smartphone.

Como quizás ya sepas, esta última versión ha acabado con los estados tal y como los conocíamos. Por lo tanto, con la actualización se ha ido el estado que me ha acompañado desde hace más de cinco años.

En este tiempo, solamente dos personas se interesaron  por el significado del mismo, no sé si porque el resto jamás lo vio, por lógico y puro desinterés o porque  interpretaron a su manera mis “en 5 minutos” de estado.

Lo decía el malogrado Víctor Jara, la vida es eterna en cinco minutos. Y es que todos damos por supuesto que estaremos vivos de aquí a 5 minutos, y si seguimos pensando así podremos estirar nuestro paso por la vida hasta límites infinitos, hasta  que el mismísimo y utópico futuro se convierta en presente.

Se los pides al despertador, esperando que esos cinco minutos hagan más por tu descanso que el resto de la noche, con la fe de Sergio Ramos en una prórroga.

La realidad es que todos tenemos cinco minutos, aunque nos cueste reconocérselo al voluntario de ONG que nos detiene en la calle. O mucho peor, aunque nos duela regalárselos a los anuncios de Antena 3, cadena que al menos tiene el detalle de avisarnos de cuánto tiempo nos va a quitar. Siempre tenemos cinco minutos pero no siempre lo recordamos y llenamos nuestros estómagos con fast food y nuestros oídos con un “no tengo tiempo para nada”.

Todos estamos dispuestos a dar cinco minutos de rigor a quien nos hace esperar, tanto que quien acostumbre a llegar con ese margen puede pasar a ser miembro del cada vez menos concurrido “club de los puntuales”.

Por cinco minutos, seguro que el revisor de parquímetro no te multará, porque sí,  en cinco minutos puedes ser eterno e impune. O mejor aún, para cinco minutos caminando ¿por qué no dejar el coche en casa?

Cinco minutos y quizás más podría esperar a que salieras del baño, peinada y perfumada, preparada para salir a la calle y mostrar nuestra pequeña eternidad al mundo. No importa esperar, porque sé que valdrá la pena sentirme eterno sabiendo que estás al otro lado de la puerta.


Están también esos cinco minutos previos a un examen en el que pretendes que todo te entre y en que hay que ser fuerte para no dejarse influir por los colegas. O esa costumbre de pensar que ya estás llegando a casa cuando solo quedan cinco minutos.


Recuerdo en mi época escolar que un gran profesor nos hablaba de Aristóteles Onassis y como seguramente hubiera dado toda su fortuna por volver a ver a su primera mujer y su difunto hijo durante cinco minutos. La fortuna del en su época hombre más rico del mundo a cambio de cinco minutos, a cambio de la eternidad.

¡Qué cosas tiene la vida! Vivimos pensando en nuestra muerte y no recordamos que podemos ser eternos en un doceavo de hora. En cinco minutos nada malo va a pasar, no lo olvides.


Y así podría seguir, demostrándote tu capacidad de ser eterna, eterno, pero no quiero que pases más de cinco minutos leyéndome, no creo merecer tu eternidad.


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En cambio,  por si te animas, te recomiendo ocupar tu pequeña gran eternidad escuchando a José Mercé versionar a Jara. Lo siento Amanda, pero yo no te recuerdo.