No tenía pensado escribir hoy. Quería limitarme a rescatar del armario una camisa morada y vestirla hoy. Pero luego pensé que quizás no sea cuestión de vestir sino de desnudarse, y decidí improvisar este sucedáneo de entrada a las mujeres de mi vida, ¿que quiénes son?
Son muchas, y al igual que yo no soy de nadie, ninguna es mía. Algunas ya estaban cuando yo llegué, otras llegaron más tarde y también hay quienes me acompañaron un ratito y nos alejamos. Con ellas, de alguna forma u otra recorrí todo el tiempo que me ha traído hasta aquí: fríos inviernos, calurosos veranos, escenarios de playa, de montaña o de fantasía, incluso lugares que ya no existen; mis días buenos y los no tan buenos. Y nunca me abandonaron, nunca me hicieron el vacío por no ser de su sexo, pese a las evidentes diferencias entre ellas y yo. Ninguna tiñó a un hombre de enemigo por el mero hecho de ser hombre. Sin duda, las mujeres de mi vida sueñan y creen en un mundo donde quepamos todos.
A todas las he visto siempre como personas por encima de todo (me da vergüenza tener que decir esto, pero no todos lo ven así) , más humanas que nadie pero irradiando magia. Magia que no esconde trucos ni secretos. De ellas dicen que son el sexo débil y la verdad que pienso que quien las bautizó así, tuvo que tener una gran puntería para conocer mujer débil. Hasta la fecha no he conocido a ninguna así.
Los mujeres de mi vida visten nombres de todo tipo, empezando por vocal, terminando en consonante o cualquier combinación posible. Abuelas, tías, primas, familiares, amigas, compañeras, conocidas, y por supuesto, mi madre. Todas, hacen el amor a diario. Porque sí, ellas saben que hacer el amor es mucho más que lo que el lado primitivo dominante de mi cabeza cree.
No soy adalid de nada y mucho menos pretendo presumir de un historial ejemplar en esta causa. Ya sabes si me conoces, que de esta boca y estas manos, salen muchas cosas. Por supuesto, no esperen aquí una promesa de cambio que no puedo garantizar mientras no cambien muchas cosas en esta sociedad. Sí puedo asegurarles que en la lucha por la igualdad de género me tendrán de su lado, sin condiciones, para que puedan conjugar los pocos verbos que aún les quedan por hacer. Las mujeres de mi vida me tendrán siempre a su lado para demostrarle a los confundidos, lo absurdo que es intentar crear un mundo sin la mitad de él.
Debería ahora dirigirme a ellas y regalarles algún consejo, pero ¿saben qué pasa? No hay nada que yo sepa que ellas no conozcan ya (si acaso podría contarles qué se siente al orinar de pie y poco más). Así que valga este breve texto para hacer público mi amor y respeto por todas ellas, por justicia y también porque al fin y al cabo, en mí hay un poquito de cada una de ellas.
Feliz día de la Mujer (a secas) porque como ya he dicho en alguna ocasión, lo de trabajadora viene de serie.