viernes, 20 de abril de 2018

Hay una mesa

Hay una mesa vacía, no sé si tiene mantel o no, si la adorna un florero, un servilletero o un cenicero cada vez más en desuso. Puede que también luzca alguna herida de guerra, que cojee un poco o que la pintura no esté en su mejor momento, todo puede ser. Tampoco sé si es cuadrada, redonda, de madera o de plástico. No sé nada. Sí sé que a su vera hay dos sillas. No me preguntes el modelo, no nos detengamos en esos detalles. Puede ser una butaca, un taburete, incluso un sillón o todo lo que tu imaginación desee.



Si los objetos hablaran, si fueran capaces de sentir, tengo claro que nos diría lo triste que se encuentra, las ganas de que la ocupemos, y nos ocupemos de escuchar el uno al otro. Nos hablaría tal vez de todo lo que ha presenciado, y estoy seguro de que nos diría que nunca vio a nadie como nosotros ocuparla. 

Hay también un camarero, o quizás una camarera, o tal vez muchos, muchas. Pero algo habrá y esperará a que decidamos qué queremos tomar. Sí sé, no todo va a ser dudas, que yo esperaré a que pidas tú primero, por costumbre, por indecisión y para unirme a tu ritmo: agua, cerveza, algo caliente, un batido,... lo que sea pero sin hielo, para que no se derrita porque si por mí fuera, no habría relojes presionando.

Habrá una palabra de ánimo, una invitación a la calma, una bajada a la tierra... y no sé si el mejor de los consejos. Un chiste fácil también aparecerá por allí. Ya me conoces. Habrá una conversación pendiente, cuéntame qué fue de aquel viaje, de quien ocupó tu corazón, de tus sueños,... y habrá también algún abrazo huérfano que encontrará a su madre.

En esta mesa hay hueco para contar recuerdos, viejas batallas y antiguos anhelos, y si no, créeme que podremos apretarnos para hacerles hueco. Puede también que nos preguntemos por aquellos a quienes les perdimos el rastro, que nos contemos que ya algunos de los nuestros empujan carros de bebé, que hay quien cruzó el charco y quien una noche de carnaval se dejó ver a lo lejos. Hay una mesa libre, y cabe casi todo en ella, mas no hay hueco para nuestro orgullo.

Porque hay una mesa vacía, esperando que nos volvamos a sentar y nos pongamos al día. Y yo, como cada 20 de abril, seguiré esperando que esa mesa termine su espera. 

De fondo, ya sabes qué canción sonará.