miércoles, 31 de julio de 2019

Los veranos han cambiado

No sé cómo lo hago, pero cada vez pasan más rápido los veranos. Y escribo esto con nostalgia, más allá de esas noches de Grand Prix recién duchado, con arena en la ducha y agua en los oídos. Con asombro al verme reflejado en el espejo del baño con un moreno intenso. 

Mis veranos ya no saben a botellón en la calle ni a libros llenos de crema solar, a bañadores enjuagados o a nevera con refrescos.

Y sí, en algún momento escribí a los amores de verano, reconociendo que pese a ser amores de usar y tirar, eran amores al fin y al cabo. Y no, nunca tuve un amor de verano, mi forma de ser no me dejaría amar con otra fecha de caducidad que no sea la muerte. Aunque cada la eternidad me parezca más improbable.

La época estival no es más que una excusa para alargar los días y para proponer arreglar el mundo desde una terraza. El mundo no tiene arreglo, pero es momento de soñar que sí se puede.

El verano es época para olvidar, y no hablo solo del frío o el reloj en la guantera del coche. Es momento de desconectar, de no recordar ni cómo se coge un lápiz o de no saber ni qué día es.

Y así estoy yo, no por desconectar, sino por no saber qué día es y por estar una vez más buscando excusa por abandonar este blog. 

Te deseo que vivas tu verano a tu manera, con nostalgia o sin ella.