domingo, 31 de enero de 2021

Ruido

 Me hago mayor. Podría notarse en las arrugas, en mi deplorable estado físico o en el indicador que desees, y probablemente estés en lo cierto. Sin embargo, creo que lo que más denota esta vejez quizás precoz es mi obsesión por el silencio. 

He decidido votar a quien me asegure en su programa electoral que perseguirá y sancionará a quienes insolidariamente deciden compartir su música con quien no lo hemos pedido, ya sea en la calle, en el transporte público o en la playa. Y sí, se me hace raro hablar de insolidaridad y hablar de compartir en la misma frase. 

Puede que en algún momento lo hiciera, principalmente en aquellos años y aquellas edades en las que llamar la atención era casi una prioridad, pero tampoco soporto a quienes ríen en voz alta, con su respectiva palmada cualquier tontería, solo por el mero hecho de hacerse notar.

“Son jóvenes, por mucho que se lo expliques, no lo van a entender” dice un señor a su señora mientras unos jóvenes recrean la escena mencionada en el párrafo anterior. Y yo, asiento para mis adentros, confirmando que me hago mayor. Luego marchan, y yo respiro aliviado, como cuando alguien apaga el extractor de la cocina, mientras me digo que el placer está en pequeñas cosas, y el silencio es una de ellas cuando es elegido.

No sé si ya lo he escrito anteriormente, diría que sí, pero en su momento aprendí en clase de Música que un tal John Cage había descubierto que el silencio absoluto no existe, y quizás por eso a veces me dé por pensar que la felicidad absoluta tampoco existe.