Hace un tiempo admitía que a este blog le estaban saliendo telarañas y tenía polvo. Ahora, que ya ni a final de año ni por mi cumpleaños me ve aparecer, vencidas por el olvido, las telarañas son el menor de los problemas a los que este pequeño espacio se enfrenta.
Hoy, como quien cambia las persianas para evitar que entren okupas, me atrevo a dejar mi huella.
Este lugar abandonado, que nunca quiso ser inhóspito, siempre, o casi siempre tuvo palabras los días 20 del mes de abril y hoy al final he caído en la tentación. Porque sí, así soy yo, siempre injusto con los míos, preferí dedicarle unas líneas a quienes ya no copaban mi rutina, en lugar de llamarles e invitarles a una cerveza, y peor aún, en lugar de dedicar mi tiempo a cuidar a los que a mi lado seguían y de verdad lo merecían.
Ahora que no me luzco en redes, que no subo fotos ni en bodas ni rodeado de los bebés que marcarán mi futuro, que no presumo de apenas nada y que quizás me tomes por desaparecido quizás te alivie saber que estoy más vivo que nunca.
Las redes, el Marketing, los tiempos modernos, o como quieras llamarlo nos han enseñado que lo que no se ve, no existe. Y no es así. Hoy soy, más que nunca, quizás gracias al tiempo que junto a ti compartí, o quizás no.
Leí en su momento en alguna red algo así como “ojalá seas tan feliz como luces en las fotos que subes a las redes” y solo te deseo eso, que tu felicidad sea real, compartida en pareja o no, con el rol de cabeza de familia o no, con un buen trabajo o sin él, en el coche de tus sueños o en la guagua, con larga cabellera o con los vuelos a Turquía en favoritos de tu buscador. Feliz. Da igual cómo.
Y que si algún día te acuerdas de mí, lo hagas con una sonrisa en la boca.
No pido más.
Feliz 20 de abril.
Texto íntegro escrito en el vuelo NT173 (LPA - TFN) cuando mi intención real era echarme una cabezada.