Dicen que vivimos deprisa y no deja de ser algo paradójico si nos fijamos en cómo ha crecido la esperanza de vida, el índice de paro y la mecanización del trabajo por ejemplo. Vamos por la vida con prisas, ignorando semáforos para peatones, mirando al suelo por si acaso nos pisoteen o nos sorprenda algún excremento de perro, a veces miramos al frente con el fin de encontrarnos algún rostro conocido, o desconocido pero llamativo y otras veces vamos mirando escaparates, soñando con tener o no.
¿A qué viene todo esto? En una de las calles más transitadas de mi ciudad se esconde una rana de mampostería (no sé cuál es la definición verdadera de mampostería pero juraría que la rana es de este tipo). Adosada a una columna y a dos metros y medio (aproximadamente) del suelo. Casi nadie sabe de su existencia o de su explicación, y creo que no es más que una bella metáfora que nos recuerda lo sumidos que estamos en la rutina, y lo cómodos que somos con respecto a nuestra ciudad, la rana estará para siempre, y quizás por eso no vengamos a detenernos en los detalles hasta que la vejez llegue a nosotros y todo paso y paseo suene a despedida. Probablemente quien puso la rana ahí no lo hizo para que hoy yo escribiera, pero aún así le doy las gracias por ponerla, y demostrarnos que no todo está visto, y en cualquier esquina, si buscamos podremos ver algo nuevo y sorprendente.