viernes, 20 de abril de 2012

Salvando la tradición de los 20 de abril


Cada vez los años se me pasan más rápido, y lo afirmo aún asumiendo que este ha sido un año bisiesto. Otro 20 de abril toca en mi puerta y para seguir con la tradición me toca inspirarme en la canción de Celtas Cortos y dirigirme a toda esa gente a la que le he perdido el rastro. 

Sin embargo con relación a otros años noto ciertas diferencias, no sé si fruto de las circunstancias o que al envejecer me he vuelto más realista. Ya no escribo con intenciones de propiciar reencuentros, ni busco desahogarme de ningún hecho pasado. De hecho, pecando de frialdad, y tratando de verle el lado bueno a todo, me atrevería a decir que cuanta más gente conoce uno más posibilidades de ser cazado en un momento de ridiculez hay. 

Me encantaría poder escribirle a quienes me acompañan día tras día pero no es momento, el 20 de abril no ha sido “inventado” para esto, así que un año más dispongo a redactar la ya clásica carta a aquellas personas que se han distanciado de mi camino. Por si alguien no sabe de qué va esta historia recuerdo que está escrita en masculino como sexo ambiguo, y que no es recomendable tratar de adivinar a quién va dirigida, porque simplemente no va escrita para nadie en concreto y a la vez va para todos.

Querido amigo, no me he olvidado de ti, y como prueba está esta carta, una pequeña tontería nos separó, a veces tan pequeña que no sé si realmente existió, cada uno siguió su camino, con sus baches, sus paradas técnicas, sus miradores para contemplar una buena vista, sus piedras en el camino, y con la brisa siempre jugando con nosotros. Claro que un cruce entre tu camino y el mío no hubiera estado mal, pero quizás es que seguíamos caminos con diferente destino, o quizás cada uno quiso improvisar su ruta, y solamente el camino sabrá si volvemos a cruzarnos. A tu favor debo decir que tan lejos está mi camino del tuyo que el tuyo del mío.

Sé que prometimos que haríamos muchas cosas, no tengo la respuesta cuando yo mismo me pregunto si algún día cumpliremos con tantas obligaciones, el camino decidirá, pero sin olvidar que como dijo el poeta, somos nosotros quienes hacemos caminos al andar. Y si no, tampoco pasa nada, en un época en la que parece estar de moda lo de incumplir promesas no desentonaríamos mucho. 

No sé si te lo preguntas, pero yo estoy bien, y me gustaría que supieras que aunque he conocido a otras personas aún queda un hueco para ti, de vez en cuando tu recuerdo aflora, ya sea al pasar por algún lugar o al escuchar alguna canción. Y es que te tengo asociado a una determinada canción (aunque no te lo creas me pasa con casi todo el mundo). Tampoco puedo esconder que de vez en cuando sueño con que vuelvas a alumbrar mi rutina. Y me explico, no es ninguna metáfora, simplemente espero que algún día la pantalla de mi móvil se encienda y encienda mi bolsillo, mi habitación, o el lugar que sea, y todo sea porque tú has decidido ponerte en contacto conmigo. Aunque si no fuera así tampoco se acabaría el mundo, al fin y al cabo, nadie es imprescindible.

Sin más me despido, no quiero quitarte más tiempo, además tengo cosas que hacer, como por ejemplo pensar si el próximo 20 de abril volveré a escribirte o no, al fin y al cabo el tiempo pasa tan rápido que un año se va en lo que dura un suspiro.



miércoles, 4 de abril de 2012

Creí

Es un debate muy manido, repetido y todo adjetivo que se le quiera poner, pero siempre por estas fechas se reabre un poco más el asunto de la creencia o no en Dios, una vez más no voy a mojarme con este tema, pero al menos este eterno debate ha hecho que me inspire para escribir sobre algunas de las cosas en las que he llegado a creer para luego descubrir su dudosa fiabilidad.


Para empezar me hicieron creer en los Reyes Magos, modelaron mi comportamiento a base de asustarme con poder quedarme sin regalos porque desde el cielo andaban controlándonos, a ti y a mí, y de repente, sin esperarlo un día la realidad me sorprendió en forma de regalo mal escondido, comentarios inoportunos o tickets de compra en la papelera. No sé si el fin justificaba realmente los medios pero creo que fue la primera gran vez en la que recuerdo haberme sentido engañado, algo casi inevitable.


Años y décadas más tarde, otra gran mentira fue desenmascarada, esta vez quienes me engañaron no quisieron hacerlo, me dijeron “estudia mucho para labrarte un futuro”, creo que hice algo de caso, estudié y me preparé para el futuro que me habían prometido para mí, pero este no llegó, sin embargo a otros que tomaron la pereza como camino la vida parece sonreírles, con solo participar en supuestos concursos, o con dar con la persona adecuada y enamorarla.


Exactamente lo mismo pasó con los pasos de peatones, desde la mejor de las intenciones me dijeron que creyera en ellos y los respetara, y el propio camino fue quien me dijo que había atajos más seguros.


Con los políticos seré breve, pero a veces me arrepiento de haberme creído que ellos eran la voz del pueblo y me representaban. Lo siento, pero es que he visto a políticos hacer cosas que yo nunca haría.


También llegué a creerme que la pasta de dientes blanqueante realmente funcionaba, y si fuera así yo debería tener los dientes como el que más, pero por la cuenta que me trae no voy a culpar al marketing de ello.


Los coches con las pegatinas de “Bebé a bordo” también han sido fruto de mi proceso de vuelta a la realidad tras un gran desengaño. Y es que o bien en el interior no va un niño sino un adolescente bastante crecidito, o quien conduce se cree con derecho para hacer lo que quiera con su coche.


Los aeropuertos y sus controles de seguridad merecen otro punto y aparte, de hecho, invito a que pasen con la misma ropa varias veces y vean que a veces pita el arco de seguridad y otras veces no.


Las buenas intenciones, las ofertas de Ryanair, las empresas que hacen donaciones de forma desinteresada, el amor a primera vista… y muchas cosas más han corrido igual suerte


Y acumulando decepciones he crecido, por lo que la muerte de Dios que Nietzsche anunciaba no me pillará desprevenido, de hecho, por las cosas que he contado y más he dejado de creer en la raza humana, y ya sabemos en quien se inspiró el creador para diseñar al ser humano.