Y 366 días vuelvo a enfrentarme a la pantalla de mi
ordenador para tratar de resumir este año tan turbulento. Turbulencias en
sentido figurado o incluso en sentido literal. De hecho, haciendo números creo
que este año he pasado el equivalente a casi dos días metido en aviones. Sin embargo
esto de viajar me ha hecho poner los pies en el suelo y hacerme sentir pequeño
e indefenso al saber que sin gente detrás ayudando no hubiera sido posible
disfrutar el 2012 de esta forma.
Pequeño como tuvo que sentirse Félix Baumgartner antes de
saltar desde la estratosfera. Indefenso como cualquiera de los pinos quemados
este verano en Canarias o Valencia. Indefenso también como los niños de la
escuela de Newtown o algún elefante de Bostwana. Indefenso como Buenafuente al
saber que su programa por mucho famoso que fuera no terminaba de cuajar en la
noche de los domingos. Pequeño e
indefenso entre la multitud como las fallecidas en el Madrid Arena o como un
manifestante en alguna de las múltiples manifestaciones que han tenido lugar
este año, mineros, funcionarios, gente en general que salió a la calle a manifestarse
y acabó constatando lo que ya sabíamos: los políticos cada vez están más lejos
del pueblo.
Creo que a estas alturas soy de los pocos que no ha visto la
final de la Eurocopa, no sé el porqué pero creo que mi afición a los deportes durante
este año se ha ido menguando a ratos. Algo lógico al ver los fracasos del
Tenerife un año más o al descubrir que hasta Lance Armstrong era mentira. Sin
embargo este ha sido un año olímpico y durante otros momentos hasta el tiro al
plato me ha parecido un deporte apasionante; y mientras todo eso pasaba, un tal
Leo Messi se dedicaba a batir todos los récords.
Sé que este pequeño resumen está cogiendo aires dramáticos,
pero es que este ha sido un año peculiar, no es fácil escribir sabiendo que
Miliki o Whitney Houston no volverá a sacar ningún disco o que Tony Leblanc no
aparecerá en ninguna otra película (contando Torrente). Peculiaridad que ha
venido dada por un rey pidiendo perdón, un yerno real en un juzgado un cuadro
mal restaurado. También fue el año en que un siglo después del hundimiento del
Titanic el Costa Concordia se convertía en carne de chistes y bromas.
Por si a estas alturas hay duda de lo atípico de este año no
hay más que hacer memoria y recordar otro año en que un grupo canario (Efecto
Pasillo) se convirtiera en canción del verano y que un extraño baile procedente
de Corea acabara siendo bailado en todo el mundo. Mientras el año empezaba con
los últimos coletazos de una pegadiza canción en portugués la acabamos con otra
en coreano. Y ese es el mensaje con el que debemos quedarnos, que nos quiten lo
bailado.
Porque tras tanta triste noticia en la prensa (y redes
sociales) en lo personal he tratado de sacar espacio para una sonrisa en cualquier
momento. Sonrisa al plantar un colchón en forma de jaima en mitad de la Plaza
Weyler en los carnavales, o al saber que ya era licenciado, sonrisa al ver como
mis pequeños primos hacían la comunión, sonrisa al ver La Alhambra, o el Big
Ben, o la Kyoto Tower, o el Manneken Pis, o al fotografiarme con el segundo
edificio más alto del mundo o al dormir en una cápsula. Sonrisa al saber que
pese a mil triquiñuelas he logrado perdonar a quien quiso aprovecharse de mí. Y
pese a todo, no se me han gastado y sigo guardando sonrisas para el momento menos
pensado.
Y creo que al fin y al cabo ese es el mensaje con el que
debemos quedarnos, con que pase lo que pase, siempre habrá momento para
disfrutar de una sonrisa. Y ese es mi deseo para este 2013, que las vidas de
todos mis amigos se llenen de sonrisas, y si puedo estar presente en algunas de
ellas pues mejor que mejor.
Feliz 2013 a todos y en especial a quien más lo necesitan.
Pd: por el bien de todos he evitado incluir la palabra más
repetida en los últimos tiempos, esa que en febrero de 2011 tenía 158 millones
de entradas en Google y ahora 542. (Si no sabes cuál es puedes volver a leer esto)