Que haya sido un lunes creo que es todo un guiño del destino
para poder darle aires trágicos a mi historia. Podía haber sido un martes 13,
pero creo que no me he portado tan mal como para recibir semejante castigo. El caso
es que mi móvil ha muerto. Cierto es que tenía menos de un año pero no me
sorprende, rara es la manzana que dura más de dos meses sin podrirse, y si encima
es una manzana mordida ya ni hablamos…
Nunca he perdido el conocimiento, tengo fama de patoso pero
se ve que algún talismán escondido que debo tener hizo que me librara de experimentar
semejante sensación. No sé bien que se siente al perder el conocimiento, pero
supongo que debe ser muy parecido a lo que estoy pasando ahora mismo.
No sé si podré vivir sin recibir tanta información pues he
perdido la lista de la compra del 11 de noviembre, la del 4 de marzo y la del 5
de abril. He perdido también la foto de la cebolla dentro de la cebolla que
saqué ayer (muy digna de Cuarto Milenio). Tampoco podré recibir la llamada de
Barack Obama que estoy esperando para ver si me da trabajo en la Casa Blanca
(sí, me lo tenía muy calladito). Sin embargo lo que más me preocupa es el
Whatsapp, ya no podré saber a qué hora se conectó por última vez mi vecino, ni
si aquella chica con la que hace 4 años que no hablo actualizó su foto de
perfil.
¿Y si hoy por fin alguien se había dignado a decir “Hola” en
ese grupo donde nadie habla? ¿Cuántas obscenidades estarán dejando de ver mis
ojos hoy? Y peor aún, ¿por qué me pasa esto un lunes? Si el lunes es el día por
excelencia de comentar la jornada de fútbol. Tampoco quiero pensar qué pasará
si hoy no recibo ninguna foto de platos de comida. ¡Estoy en un sin vivir!
NOTA: (En este mismo momento se acaba de encender mi móvil,
pero le estaba cogiendo gusto a esto de escribir, así que seguiré) (sí, aunque
no lo parezca todo lo anterior era real, a excepción de lo Obama)
Creo que estoy ante un claro ejemplo de punto de inflexión. Partiendo
de la base de que al parecer no soy lo suficientemente ‘smart’ para tener un ‘smartphone’
no sé si volver al Nokia 3310 y cambiar redes sociales por la serpiente, dejarlo
todo, incomunicarme y montar un chiringuito en la playa o llevar a que algún
ciudadano del mundo me pida un riñón para arreglar el dichoso móvil.
En fin, dado que todo ha acabado en un susto, creo que por
una vez, el escribir me ha servido para ahorrar dinero, porque si no me hubiera
dado por comentar mi particular tragedia de lunes no le hubiera dado tiempo a
mi móvil a regenerarse. Y sí, no hay nada más patético que ver como al llegar
al servicio técnico todos los aparatitos misteriosamente empiezan a funcionar. Y
de pasar por caja no se libra nadie.