lunes, 27 de mayo de 2013

Tragedia de lunes



Que haya sido un lunes creo que es todo un guiño del destino para poder darle aires trágicos a mi historia. Podía haber sido un martes 13, pero creo que no me he portado tan mal como para recibir semejante castigo. El caso es que mi móvil ha muerto. Cierto es que tenía menos de un año pero no me sorprende, rara es la manzana que dura más de dos meses sin podrirse, y si encima es una manzana mordida ya ni hablamos…

Nunca he perdido el conocimiento, tengo fama de patoso pero se ve que algún talismán escondido que debo tener hizo que me librara de experimentar semejante sensación. No sé bien que se siente al perder el conocimiento, pero supongo que debe ser muy parecido a lo que estoy pasando ahora mismo. 

No sé si podré vivir sin recibir tanta información pues he perdido la lista de la compra del 11 de noviembre, la del 4 de marzo y la del 5 de abril. He perdido también la foto de la cebolla dentro de la cebolla que saqué ayer (muy digna de Cuarto Milenio). Tampoco podré recibir la llamada de Barack Obama que estoy esperando para ver si me da trabajo en la Casa Blanca (sí, me lo tenía muy calladito). Sin embargo lo que más me preocupa es el Whatsapp, ya no podré saber a qué hora se conectó por última vez mi vecino, ni si aquella chica con la que hace 4 años que no hablo actualizó su foto de perfil.

¿Y si hoy por fin alguien se había dignado a decir “Hola” en ese grupo donde nadie habla? ¿Cuántas obscenidades estarán dejando de ver mis ojos hoy? Y peor aún, ¿por qué me pasa esto un lunes? Si el lunes es el día por excelencia de comentar la jornada de fútbol. Tampoco quiero pensar qué pasará si hoy no recibo ninguna foto de platos de comida. ¡Estoy en un sin vivir!

NOTA: (En este mismo momento se acaba de encender mi móvil, pero le estaba cogiendo gusto a esto de escribir, así que seguiré) (sí, aunque no lo parezca todo lo anterior era real, a excepción de lo Obama)

Creo que estoy ante un claro ejemplo de punto de inflexión. Partiendo de la base de que al parecer no soy lo suficientemente ‘smart’ para tener un ‘smartphone’ no sé si volver al Nokia 3310 y cambiar redes sociales por la serpiente, dejarlo todo, incomunicarme y montar un chiringuito en la playa o llevar a que algún ciudadano del mundo me pida un riñón para arreglar el dichoso móvil.

En fin, dado que todo ha acabado en un susto, creo que por una vez, el escribir me ha servido para ahorrar dinero, porque si no me hubiera dado por comentar mi particular tragedia de lunes no le hubiera dado tiempo a mi móvil a regenerarse. Y sí, no hay nada más patético que ver como al llegar al servicio técnico todos los aparatitos misteriosamente empiezan a funcionar. Y de pasar por caja no se libra nadie.

miércoles, 22 de mayo de 2013

(im)posible o no



Nunca tuve muy claro en qué momento se dejaba de ser niño, no recuerdo bien si fue al ver al Ratoncito Pérez esconder mi diente o al ver el almacén donde los Reyes Magos escondían mis regalos. Pudo ser también el día que tuve que pedir consejo para ver qué hacer con la pelusilla que yacía bajo mi nariz, o quizás la primera vez que me quedé solo en casa y no traté de crear trampas cual Kevin McAllister.

Además, como varón nunca me llegó ninguna llamada biológica que alterara mi vientre y me diera a entender que mi infancia estaba punto de agotarse.

Por encima de cualquier escena,  creo que dejé de ser niño al conocer algunas palabras, porque hay palabras malditas y malditas palabras. No soy quien para invocar a las primeras, y de las segundas  me llama la atención una de ellas: IMPOSIBLE. Y es que creo que se deja de ser niño  cada vez que se descubre esta palabra.

Debería ahora hacerme pasar por autor místico de libros de autoayuda, nombrar a Rosana cuando decía eso de “a imposible le sobran dos letras”, jugar un poco con la famosa saga protagonizada por Tom Cruise, recordar aquel anuncio de Adidas o matizar que imposible no significa improbable. Pero no, seré más práctico, te pediré un minuto para que recuerdes aquella idea tan loca que rondaba en tu cabeza de niño. Probablemente llegarán ciertas fases, quizás no en este orden pero llegarán: 

Te insultarás, preguntándote cómo pudiste pensar algo tan descabellado, te admirarás también, cual bipolar viendo cómo una idea tan genial pudo salir de tu cabeza. Pronunciarás también eso de “son cosas de niños…”, y alguna que otra fase que seguramente se me escapa. Quizás recuerdes también la desilusión al descubrir que tu idea era inviable. En ese momento te hiciste adulto, o por lo menos un poco menos niño.

Ahora dejo en tu mano, con unos cuantos años más, y espero que algún que otro conocimiento adicional que valores si te precipitaste cuando dijiste que tu idea era imposible porque quizás con un par de modificaciones tus ideas de niño podrán ser tus ilusiones de viejo.