miércoles, 16 de julio de 2014

Pequeño relato de metro.

A veces los viajes en metro me inspiran, así surgió este pequeño relato sin mucho sentido.


A la carrera salió de su casa, una vez más llegaba tarde al trabajo. Afortunadamente, su jefa no solía quejarse por ello. Era una chica discreta, especialista en pasar desapercibida, calzara o no tacones, siempre encontraría gente más alta y más baja que ella. 

Hasta hace unos meses, nunca le había preocupado ser lo que los políticos denominarían "una ciudadana media" pero de un tiempo a esta parte, influenciada quizás por la crisis de los X años andaba algo preocupada.  Quería influenciar (o influir) en la vida de alguien, dictar tendencia, por una vez no ser ella la oveja del rebaño sino la pastora, y que alguien siguiera sus pasos.

Subió al abarrotado vagón, buscó un sitio al que agarrarse y miró al horizonte mientras el 99% de los viajeros miraba a su teléfono móvil. Casualmente su mirada se cruzó con la de un chico que no formaba parte de semejante porcentaje. Pero no se fijó en el chico, ni nada por el estilo, simplemente andaba mirando al horizonte, con la mirada perdida. Y bostezó.

Al terminar de bostezar y abrir los ojos, se fijó ,esta vez sí, en su receptor de miradas, quien también empezaba a bostezar. Lo había logrado, había influido a alguien, alguien había seguido sus pasos, sin quererlo ni esperarlo.

Moraleja: no lo sé, pero supongo que a veces nuestros pequeños retos se cumplen sin esperarlos, sin querer.

Segunda moraleja: quizás viajar en metro tenga efectos negativos en mi persona. Presento mis disculpas por ello.

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