La semana pasada terminaron los carnavales de Santa Cruz de Tenerife, carnavales que este año tenían como temática "El Futuro". Algún iluminado probablemente ande ahora diciendo eso de "el carnaval del futuro ya es pasado".
No quiero ponerme medallas, pero hace ya unos años decidí vestirme todo de negro y bajar al carnaval diciendo que iba disfrazado de "el futuro", de hecho, para evitar interrogantes, en mi espalda puse un cartel (es decir, un folio impreso) que decía algo así como "SOY EL FUTURO". A veces pienso que me precipité, que en aquel momento las cosas no estaban tan mal como yo pensaba, pero sin duda lo parecía. (Quizás donde yo veía negro, otros veían blanco y dorado como el dichoso traje que hoy inunda toda la red) (en la frase anterior, la palabra 'quizás' sobra, lo que unos veíamos negro, otro lo veían color oro, o del color del billete que se quiera, generalmente morado).
Ignoro cuánto he madurado desde ese entonces, pero conociendo lo filosófico que era muy probablemente por aquel entonces tendiera a pensar que el futuro estaba en mis manos, por mucho que me disfrazara así.
Ahora, años después empiezo a dudar que el futuro esté en mis manos tras ver que mi generación está pagando los platos de gente que no elegimos para representarnos, de hipotecas que no adquirimos, de lujos de los que no nos favorecimos.
Aún así, me niego a aceptar que no podamos hacer nada, que todo esté escrito. El futuro puede estar en nuestras manos, cual vena que riega de sangre nuestras extremidades, no fue puesto ahí voluntariamente por nosotros, pero de nosotros depende la opción de usar la fuerza para rascarnos o para construir.
Y es que al fin y al cabo, desde el principio de los tiempos hemos tenido que tratar con leyes naturales, pero el futuro, pese a depender en muchas ocasiones de decisiones externas a nosotros nunca ha dejado de ser un horizonte al que querer aspirar a convertir en presente, y la libertad de soñar sigue existiendo.
Y ya lo dejo, me estoy poniendo muy existencial.
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar. (Eduardo Galeano)
sábado, 28 de febrero de 2015
sábado, 14 de febrero de 2015
Mareados
A veces, lo que aparentemente se nos presenta como un drama acaba convirtiéndose en una apasionante oportunidad para comenzar nuevos objetivos, o para seguir adelante con nuestros planes.
Me explico, tengo la memoria de mi móvil tan llena que he tenido que privarme del placer de ir por la vida escuchando música, poniendo banda sonora a momentos. El caso es que gracias a ir con las orejas (y sobretodo los oídos) descubiertos pude oír la escena que motivó esta entrada.
Me incorporo tarde, y sin invitación a la conversación entre una madre y su hija. Inmediatamente me acuerdo de la entrada que un día hice sobre un niño y su padre en el tranvía y no puedo dejar de preguntarme que sería de ellos y de sus estresados paraguas.
En esta ocasión, no tengo oportunidad de verles la cara a las protagonistas y prefiero que así sea. La madre, con cierto asombro le pregunta a su hija: "¿Cómo? ¿Que estás enamorada?". En el posterior silencio me dio tiempo a ponerme en la piel de la madre, quizás algo tensa ante semejante marrón.
Afortunadamente, su hija pudo corregirle y decirle que no había dicho enamorada sino mareada. En mi mente se oyó un respiro que no sé si existió o no, para acto seguido preguntarme si no es lo mismo estar enamorada que mareada.
Así que hoy quiero dedicar esta humilde e improvisada entrada a todas las personas que estén enamoradas/mareadas. No hay que esperar un año para celebrar y cuidar el amor, pero no está de más que una vez el año nos lo recuerden.
En esta ocasión, no tengo oportunidad de verles la cara a las protagonistas y prefiero que así sea. La madre, con cierto asombro le pregunta a su hija: "¿Cómo? ¿Que estás enamorada?". En el posterior silencio me dio tiempo a ponerme en la piel de la madre, quizás algo tensa ante semejante marrón.
Afortunadamente, su hija pudo corregirle y decirle que no había dicho enamorada sino mareada. En mi mente se oyó un respiro que no sé si existió o no, para acto seguido preguntarme si no es lo mismo estar enamorada que mareada.
Así que hoy quiero dedicar esta humilde e improvisada entrada a todas las personas que estén enamoradas/mareadas. No hay que esperar un año para celebrar y cuidar el amor, pero no está de más que una vez el año nos lo recuerden.
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