No sé el
porqué, pero este año tenía ganas de escribir sobre la campaña electoral.
Lógicamente, quería hacerlo a mi estilo, básicamente porque no sé hacerlo de
otra forma. Pensé en escribir sobre los
eslogan de los diferentes partidos políticos para los comicios, pero me
encontré en un diario con un artículo (como este) que ya lo hacía por mí.
Lo siento
por el PSOE, pero no voy a comentar eso de “gobernar para la mayoría”. Más
siento no poder explayarme con una de las recurrentes frases que uno de los
candidatos suele utilizar una que dice algo así como “hacer que las cosas
sucedan”.
Entonces me
puse a pensar, ¿qué podría decir sobre las elecciones que no se haya
dicho? Nombrar los tópicos que siempre
acaban llegando por estas fechas, nombrar la fiesta de la democracia y tratar
de convencerme de que el mayor enemigo es la abstención creo que está demasiado
visto ya.
Un símil,
esa es la forma de escribir que se me ocurrió. Relacionar las elecciones con
algo. Y eso hice. Creo que la campaña electoral es como ser tronista de
“Mujeres y hombres y viceversa”, programa que no veo, pero con una trama tan
simple que no hace ser espectador habitual para saber de qué va.
Un tronista
tiene varios candidatos que se pelean por ganar, capaces de hacer cualquier
cosa por un voto, por ser los elegidos. Además, a la larga, se sabe que el
candidato, logre o no el “éxito”, va a mentir.
Este
peculiar amor durará 4 años en un caso y 4 días en el otro, además, en ambos
escenarios no se es totalmente libre de elegir, estas son las opciones, no
busques otras.
En
definitiva, si fuera un concursante del citado reallity no sabría por dónde
tirar.
Una
candidata de derechas me haría soñar con que mi descendencia tuviera apellidos
compuestos, con guión o sin guión. Vestirían de marca, estudiarían en el
extranjero y en vez de hucha tendrían
una cuenta en Suiza. Aunque pensándolo mejor, si este amor solamente dura 4
años, no es momento para pensar en hijos.
Una amante
nacionalista vería todo lugar como ideal, cualquier sitio sería bueno para
entregarse al amor, cualquier “aquí” sería excusa para amar, lo malo sería que
en cualquier lugar vería carencias y necesidad de reclamar a otros.
Si la
aspirante fuera de izquierdas, sabría emular a Benedetti cuando decía eso de “te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía”. Cada día habría ganas de montar
una revolución.
Si fuera de
centro, sería imprevisible, con ese punto de locura y ese misterio constante
por saber por dónde va a salir.
Si fuera
socialista, trataría de combatir, y a todo lo que hiciera me miraría con lupa.
No quiero ni
pensar, qué pasaría si fuera comunista, probablemente pretendería ser de todos
los demás, y ustedes perdonen, pero no soy tan abierto de mente como para
pensar en ello.
El caso, es
que a día de hoy no he decidido mi voto, y después de este símil se me acaban
de quitar las ganas de pensar en política por hoy. Mañana, lo decido.
PD: sé que
he usado más estereotipos que la Chacho Cola, espero que a estas alturas de la
campaña no hayamos perdido el sentido del humor. Que gane el mejor, es decir,
el menos malo (y sí, esto es otro tópico para la colección).
No hay comentarios:
Publicar un comentario