Hoy estreno nueva edad. Y sí, estrenar es el verbo más
correcto, porque he llegado a la conclusión de que la edad no se tiene, la edad
se viste. Quizás anden menos equivocados los angloparlantes que afirman que en
la edad se está o se es.
Sí, la edad como ente pasajero que es, se viste, al igual
que el nombre o los apellidos. O los acentos y las palabras.
Y ahora me surge la duda, ¿hay algo que no se pueda
vestir?
Porque también se visten los fracasos, las ojeras, las
resacas o los 87.600 enamoramientos que llevo encima, y sus respectivos
desencantos (es un número aproximado, calculado en base a que a diario y desde
los 3 años, me suelo enamorar unas 10 veces diarias, quizás en verano más).
Visto cicatrices, con la esperanza de que la rosa
mosqueta cumpla con su fama y las elimine. Igual que de vez en cuando visto mi
cara con sonrisas y algunas lágrimas.
Evidentemente, se visten también las joyas, los
maquillajes o los relojes. Puede ser tan clara esta afirmación que no merece más
comentarios.
La vida también se viste, a veces de gala , y otras veces
con chándal y esa camisa de aquella exposición que tiene ya algún que otro
lustro.
Y la verdad que desnudo, tal y como
nací ya apenas paso el tiempo, mis 8 minutos de ducha diaria (sí, pese a mi
pelo, en menos de 8 minutos suelo despachar mi higiene) y algún día en aquella
playa que no olvido, porque no puedo y quizás no quiero. Y ahí me visto de
recuerdos, porque sí, ya sabes lo que voy a decir, los recuerdos también se
visten.
Visto rojo en las mejillas cuando me
sacan los colores, igual que visto desilusiones y muchas cosas que no se ven,
pero se sienten. Haciendo un juego de palabras, me permito decir que visto
todas esas cosas que no he visto pero he sentido.
He vestido abrazos que me han abrigado más
que muchas chaquetas. Actitudes, prejuicios y quizás una apariencia que no se
corresponde también han formado parte de mi vestimenta.
Vestí despedidas y sus dulces regresos
cuando no fueron amargos.
Y ya para concluir, debo reconocer 27
años es un buen vestido, pero por muy bien que me pueda sentar, en 12 meses
cambiaré de talla (aunque también digo que o muero con 100 o muero con 27 como
los grandes).
Podría seguir enumerando las cosas que
he vestido, pero tampoco se trata de
desnudar toda mi intimidad.
Solamente me gustaría matizar que vestir
no es lo mismo que disfrazar (eso ya da para otra entrada).