Y no, no es necesario que intentes devolver lo que ahora es tuyo ni reclamar de vuelta lo que un día me diste. Sí podría contarte todo lo que tu pedacito y yo hemos vivido, de cómo gente me recordó a ti, de aquella gente buena que se cruzó en mi camino y dejó su pedazo en mí, y de aquellos no tan buenos que también dejaron su huella.
Tú cogiste tu camino, o yo el mío, pero que sepas que fue un placer compartir recorrido contigo. Y de veras te agradezco el ser tan diferente a mí, el tiempo me ha demostrado que la gente que te enriquece no es precisamente la que piensa igual que uno.
Creo que por encima de todo lo que mencioné al principio, somos todo aquello que soñamos. Y te doy las gracias, por aquellos planes que soñamos y nunca cumplimos, todavía queda el anhelo de poder cumplirlos, aunque el tiempo cada vez pase más rápido.
Y solo por eso, termino aquí mi cada vez menos extensa carta del 20 de abril.
¡Sigue paseando mi trocito que yo seguiré haciendo lo propio con el tuyo!
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