En una de sus canciones, Andrés Suárez, uno de mis cantautores de cabecera, bautizó a este 2020 que afortunadamente termina como "el año en que no hubo verano ni fiestas de barrio". Y aunque es una descripción muy acertada, se me ocurren muchas otras que complementen esta descripción.
Porque este 2020 también ha sido el año de las mascarillas, del hidrogel, de la carrera por la vacuna, de los PCRs, ERTEs, de las clases de gimnasia en el salón, de los asintomáticos o de los besos y abrazos pendientes que pienso cumplir. Porque prometo abrazar diferente, cerrando los ojos, y lo dejo hoy, 31 de diciembre por escrito.
Fue año en que descubrimos quién le había robado el mes de abril a Sabina, de los últimos carnavales en la vieja normalidad, el año en que El Grinch consiguió dejarnos sin Navidad, o tuvimos que pedir cita para ir a la playa, el año de cifras en el telediario por encima de nuestras posibilidades de digestión o el de aquellos días en que supimos que un beso por videollamada no es igual.
2020 será el año del confinamiento; de los aplausos a las 7, del “a ver si esta mierda termina pronto”, del miedo y los balconazis. El año del vacío, ya fuera en calles, oficinas, gradas, cabezas, corazones, cines o terrazas.
Fue el año bisiesto al que le sobraron muchos días, en el que llegamos a creer que saldríamos mejores y nos dijimos aquello tan repetido de "éramos felices y no lo sabíamos", en el que o endiosamos o machacamos al bueno de Fernando Simón o en el que acabamos con todas las existencias de papel higiénico.
2020 era el año redondo que no lo fue tanto, el año olímpico que tampoco lo fue, el momento en que corroboramos que siempre, la realidad podrá superar a la ficción. El año del "Resistiré" en los altavoces y el "Ya no puedo más" en boca de los hosteleros y multitud de empresarios.
Este 2020 será el año de despedidas que quizás ya ni recordemos, de Michael Robinson a Pau Donés, de Aute, a David Gistau, pasando por Lucía Bosé o El Diego, sin olvidarnos jamás de todos los familiares que hoy, y siempre no volverán a estar físicamente en nuestras mesas.
Pandemia aparte, este año nos ha traído el desalojo de Trump de la Casa Blanca, del Black Lives Matter, de la aprobación de la eutanasia o del Rey emérito huido. Ha sido el año de la vergüenza en Arguineguín y el primero en muchos en que no tuvimos que ir a las urnas.
En lo personal, este 2020 termina con altas y sin bajas en mi familia, y lo celebro pero en mi cabeza no dejan de resonar las palabras de mi amigo Javi, que hace unos meses me dijo que deberían darnos el derecho a elegir si este año cuenta en nuestras vidas o no. Francamente, no sabría con qué quedarme, pero en ningún caso, dejaré de desearles lo mejor para este 2021 que en nada empieza.
¡A vivir!
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