Errar es humano, con mayor o menor frecuencia todos nosotros hemos caído en ello sin excepción. Sin embargo algo no me encaja, teóricamente por cada error debería seguir un reconocimiento de culpa y una reflexión sobre lo acontecido. El caso es que siento que no es así, empezando por mí y acabando por la persona más alejada de mí, aquella a la que jamás conoceré, aquella que nunca sabrá de mi existencia ni yo de la suya.
En ocasiones creo que hay una variable que intenta corregir este desajuste (creo que se me está empezando a pegar la forma de hablar de los economistas). Esta variable es el tiempo, dicen que lo cura todo, sinceramente no creo que sea así del todo, pero lo que si hace es que con el paso del tiempo caigamos en lo tonto que fuimos actuando de una determinada forma, aportando un nuevo punto de vista en el que no habíamos caído antes.
Eso me ha pasado en estos días (no he tenido que llevar la vista muy atrás para arrepentirme la verdad). Hasta tal punto que las circunstancias me han llevado a posicionarme en la eterna lucha entre los que dicen que la vida es demasiado corta y los que por el contrario creen que es larga. En este caso la vida es larga, no sé si somos arrieritos o dejamos de serlo, pero lo que a partir de ahora trataré de grabar a fuego en mi consciencia es que no debo cerrar puertas, dejarlas entreabiertas quizás, pero jamás cerrarlas, uno nunca sabe dónde ni en qué circunstancias acabará.
Y creo que estoy cayendo en demasiados tópicos, me estoy empezando a preocupar. Así que aquí lo dejo por hoy.
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