jueves, 3 de noviembre de 2011

Una reflexión de cumpleaños diferente

Hubo un tiempo en que cumplir años, a pesar de los regalos, me deprimía, me molestaba y me hacía reflexionar mucho. Comencé así a escribir cada vez que llegaba mi cumpleaños y aunque sigue haciéndome reflexionar, el desahogarme ha hecho que trate de buscar una lectura positiva del paso del tiempo.


El tiempo ha venido a por mí y a por todos mis amigos, y no es casualidad que tome prestada la frase que tanta felicidad traía en mi infancia cuando uno se “libraba” jugando al escondite, no es una mera coincidencia porque es en estos días cuando con mayor frecuencia hecho la vista atrás y me encuentro con mi versión de niño, tan lejos y a la vez tan cerca, y lejos de caer en el síndrome de Peter Pan, o en el de Dani Martín (que siempre en sus discos tiene alguna canción que hace alegoría a la infancia) he optado por sumar y asumir.


Sumo y asumo los años, y con ellos sumo y asumo fracasos, pero trato de eclipsarlos con algún que otro “éxito” que a fin de no crecerme trato de no creerme tanto, sumo y asumo también mentiras que con el paso del tiempo han dejado de dolerme. Y esto lo que más me preocupa quizás, porque con el paso del tiempo he perdido la capacidad de sorpresa, volviéndome una persona un poco más desconfiada aún. Desconfío ahora de la palabra gratis, de los mercados, y de algo que antes me imponía tanto como es La Bolsa, no me creo nada ya. El espíritu crítico se ha despertado en mí, como el niño que empieza a ver el mundo con otros ojos tras “descubrir” a los Reyes Magos o como el reo que ve la luz y afronta otra realidad con otra actitud.


El caso es que para no marear la perdiz mucho más, y a fin de que no pase el tiempo mucho más y se mezcle este pequeño “desahogo” con mi ya tradicional discurso de Navidad concluyo en que lo más importante que he aprendido es en dudar cuando alguien dice eso que hay una edad mejor que otra, ¿y por qué? .Pues simplemente porque la mejor edad es siempre la que uno tiene, edades pretéritas ya no volverán y futuras edades son una incertidumbre, y no hay mejor forma de llevar a cabo el “carpe-diem” que asumiendo esto, que para tragarse las palabras ya habrá tiempo cuando la memoria flaquee y las rodillas estén más cascadas. ¿Que los 90 años son la mejor edad? No te lo crees ni tú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario