Se ha resistido, nos hizo creer que era eterno, y que estaría para siempre, pero se nos va, poco a poco se difumina el verano rumbo al invierno haciendo escala en el otoño, estación olvidada pero que siempre nos trae a modo de “tráiler” un pequeño adelanto del invierno. Dentro de los múltiples regalos que nos trae el otoño llaman mi atención tres.
Con el otoño llega la lluvia, y con la lluvia la magia, esa magia de ver cómo cambia el ritmo de las cosas, los coches, acostumbrados a ir rápido se ralentizan y dan paso a los atascos, mientras, las calles se aceleran en busca de un soportal donde resguardarse de la lluvia o el camino más corto de vuelta a casa. En otras ocasiones la lluvia sirve para que la gente se crezca. Me explico, lejos de hacer que encojamos, la lluvia hace que el novio que espera a su pareja, paraguas en mano, y la otra mano en un bolsillo, con ese gesto tan de esperar, sea recibido como un héroe a la hora del encuentro, recibimiento que valdrá una sonrisa y acabará con un paseo bajo el paraguas. También la lluvia hará que los campos se vuelvan verdes, y traerá inspiración a poetas y artistas, pero todo esto, mejor que lo digan ellos y no yo.
No solamente sufrirán cambios las calles, los armarios se verán alterados llegarán a él el negro y el gris como color predominante, y se esconderán los colores chillones, las botas harán acto de aparición y se erigirá un ídolo cada vez que alguien vista bermudas y camiseta de manga corta. Yo por mi parte, mantendré la ilusión despierta, puesto que todas las chicas visten igual, me parecerá ver en cada esquina a mi amor platónico, después vendrá la desilusión pero habrá valido la pena y esconderé la vergüenza entre bufandas.
Por su parte, la decoración navideña se adueña de los escaparates y estanterías de comercios, dando el color que a las calles les falta con tanta ropa oscura, el rojo de Papá Noel una vez más llamará la atención de los transeúntes, aunque por dentro, muchos se mantendrán fieles a los Reyes Magos, pero como eso queda lejos, en otoño no surgen esas dudas. Hasta el 7 de enero y desde hoy persistirán arbolitos y figuritas, y una vez pasadas las fechas, el comerciante se verá con stocks inútiles, igual que pasa tras Halloween o Carnavales. Pero como ya dije antes, todavía no es momento de preocuparse, más que nada porque el otoño es una estación de transición, aunque no es menos cierto que toda estación es de transición, toda estación terminará y dará paso a otra pero tarde o temprano volverá.
Y mientras otoño me trae estos tres regalos yo probablemente seguiré expectante viendo la metamorfosis otoñal con mi eterno dilema que me lleva a desear que pase el tiempo para algunas cosas y que se estanque para otras cosas, mientras cuento los días para los exámenes y no me salen las cuentas.
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