lunes, 18 de marzo de 2013

No hablo de fútbol



Llevaba días preocupado por no saber qué escribir. Ni la situación política del país, ni los cambios en la jerarquía eclesiástica, ni el día de la mujer trabajadora han logrado inspirarme. Supongo que será cosa del frío. Supongo también que cuando Pereza cantaba aquello de “con los pies fríos no se piensa bien” lo hacían con conocimiento de causa.

La vaga ocurrencia que se me pasó por la mente era escribir sobre fútbol. Lejos de dobles pivotes, expulsiones exageradas, cruces de cuartos de final o ese argentino que parece no tener límites. Quería escribir del fútbol como principal elemento globalizador por encima de las hamburguesas de la “M amarilla” o de esas manzanas que lucen en ordenadores, tabletas, reproductores de música o móviles. Pretendía hacerlo con una afirmación muy radical “en los colegios no se debería enseñar tantas Matemáticas, Conocimiento del Medio, Religión (…) se debería enseñar fútbol”. 

Pero no, he aprendido a escribir solamente cuando estoy medianamente convencido de algo, y esta vez no era el caso. Es cierto que mi tesis estaba respaldada en la obligación de saber de fútbol para poder entablar conversaciones con compañeros de trabajo, conocidos, o recién presentados. No importa la jerarquía, en ese momento todos estamos al mismo nivel y sacamos nuestros conocimientos futbolísticos a escena. En ese instante, da igual si sabes lo que es la mitosis o no, da igual que no recuerdes ningún elemento de la tabla periódica, puedes flaquear en las tablas de multiplicar… pero si no sabes cómo quedó el partido del fin de semana, quién marcó, qué jugador está en racha, etcétera etcétera puedes ser visto como un ser muy muy extaño.

Rechacé llevar a cabo mis intenciones de escritura. Hasta que algo pasó, me recordaron que tal día como hoy pero hace 16 años (16 años, que se dice pronto) mi equipo llegó lo más lejos que jamás ha llegado en competiciones europeas. Estas cosas no solamente me hacen sentir viejo sino que también me hacen comportarme como uno de ellos y decir frases tan típicas como eso de “y parece que fue ayer”, “la vida pasa muy rápido”, “nadie ha vuelto a vestir la camiseta del Tenerife con tanto orgullo como lo hacían antes”.

Recuerdo llegar de clases de inglés aquel 18 de marzo de 1997. Martes, eso significaba que tenía que ser rápido para ducharme y terminar las tareas porque los martes históricamente siempre llegaba a casa a eso de las 19:15. Recuerdo también estar en la cama de mis padres viendo el partido con mi madre, algo muy raro puesto que a mi madre no le gusta el fútbol. Y eso es lo bonito, que una persona a la que no le gusta ver el fútbol renunciara a ver “Médico de Familia”, “Querido Maestro”, “Urgencias” o qué se yo qué programa de la televisión de antes por estar con su hijo sobre aquella manta de lana viendo a aquel equipito luchando por hacer algo grande.

Creo recordar que mi madre celebró el gol del Tenerife. Y  probablemente fue ahí cuando comprendí que no me gustaba el fútbol, lo que me gustaba era las emociones que transmiten menos de dos docenas de tíos corriendo tras un balón. Tras ese día llegaron botellas de champán para celebrar ascensos, días de fútbol con gente a la que ahora no me hablo, abrazos a desconocidos al marcar Alfaro a Las Palmas, dolores de barriga al ver asomar el césped del estadio, o mochilas preparadas desde por la mañana para ir al estadio con mi abuelo. Recuerdo también estar subidos a los hombros de un amigo descorchando una botella de sidra para celebrar el gol de Kome, o abrazarme a mi primo tras ganarle al Xerez el año del ascenso. O recorrer toda la isla de La Palma con mi otro abuelo y mi bandera para ver un simple partido amistoso.

Ahora, 16 años después, hundidos bastante abajo es cuando empiezo a darme cuenta de lo que significaba aquel gol de Antonio Mata, ahora es cuando empiezo a desear de verdad que esos días vuelvan. Porque ya sabemos que el que prueba siempre quiere repetir. Ahora es cuando comprendo que seguir “adelante sin temor” es más que una frase del himno, es una filosofía de vida. 

Y además de todo eso, el Tenerife hoy ha sido la excusa para actualizar este blog. No le puedo pedir más al equipo de mi tierra por hoy. Bueno sí, volver a sentir lo que en su momento no entendí.


1 comentario:

  1. Me gusta cómo escribes, Dani. Hasta a mí, que no me gusta el fútbol, me has transmitido la emoción de aquellos momentos... No pierdas la racha.

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