Nosotros, las personas, somos seres dependientes. Ya desde antes de nacer dependemos de nuestras madres a las que estamos conectados por el cordón umbilical. Nuestras madres, a su vez dependen del aire, de la ingesta de nutrientes, de un salario…
Vivimos todos en la cuerda floja, pendiendo de un hilo para no caernos y buscando la estabilidad entre balanceo y balanceo. Más que a veces caemos en el error de creer que la felicidad depende de otras personas cuando no está más que en nosotros. Pero no, hoy no voy a escribir sobre eso, hoy tengo el día juguetón y voy a lanzar mis (absurdos) originales juegos de palabras.
Somos dependientes porque nos hemos acostumbrado a la ambigüedad, al “depende” por repuesta. Hacemos planes dependiendo del tiempo, traspasamos fronteras dependiendo de papeles. Depende de si llevas escote, de si tienes 4 apellidos, de conocer a la persona indicada para que algunas puertas se abran. Todo depende del dinero que tengas para que te reciban en el banco con alfombra roja o con una inmensa cola. Nos dicen también que nuestro futuro depende de Europa. ¿Me quieres? Depende
Todo depende, quien tiene una excusa tiene un tesoro.
Ahora empieza el festival del humor, y es que además de dependientes, somos seres de pendiente. Y no, no me refiero al adorno con el que vestimos las orejas.
Y es que llenamos la nevera con notas con cosas pendientes cual agenda. Vivimos tan a la carrera que hasta decirle a alguien que la queremos está pendiente. Tenemos cuentas pendientes y presupuestos pendiente de aprobación y lo vemos con toda naturalidad, aún sabiendo que nuestro tiempo en la tierra es limitado nos permitimos el lujo de dejar cosas pendiente.
De esta forma, tengo abrazos, besos, reuniones, encuentros, cervezas y borracheras pendientes. Simples llamadas también esperan aún a ser llevadas a cabo. Y aún debo y me deben explicaciones. Y aún sintiéndome joven sé que muchos de esos pendientes no los voy a poder tachar de mi lista.
Quizás lo peor de todo esto es que nos hemos acostumbrado a los “ya te llamaremos”, los “ya nos vemos” o los “ya te contaré” y lo vemos con total naturalidad.
Y sé que ahora debería concluir esta entrada con una conclusión, pero el caso es que reflexionar sobre lo escrito está en mi lista de cosas pendientes.
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