Esta mañana, además de descubrir el gran problema de aparcamiento que tienen las ciudades descubrí colores nuevos al ver amanecer en la isla de enfrente. Y por si fuera poco se me ocurrió un pequeño cuento al ver como un "enchaquetado" corría para no ser atropellado con el semáforo en rojo para peatones.
Se creía inmortal y por eso cruzaba por medio de la calle, tenía todo el tiempo del mundo y prisa a la vez.
Se creía inmortal y por eso no se separaba de la pantalla de su smartphone. Total, ya tendría tiempo para ver la vida más adelante.
Se creía inmortal y por eso se metía en hipotecas, tenía toda su infinita vida para pagarla.
Se creía inmortal mientras pensaba en presentaciones y reuniones. No necesitaba comer sino algo rápido, más bien como algo social.
Se creía inmortal y por eso miraba por encima del hombro, nadie podía matarle.
Se creía inmortal mientras hojeaba la prensa saltándose las necrológicas.
Se creía inmortal y por eso no escuchaba música sino el tono de llamada de su teléfono.
Se creía inmortal, pero no, no lo era.
(foto sacada por mi copiloto, cualquier deficiencia es culpa de la velocidad)
(foto sacada por mi copiloto, cualquier deficiencia es culpa de la velocidad)
(No se preocupen, durante la mañana de hoy no murió nadie por mi culpa)
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