Me dirijo al trabajo, a menos de 5
metros de mí, al igual que ayer, viajan un niño y su trajeado
padre. Nunca tuve la habilidad de ver parecidos en la gente, pero
esta vez mirándoles la barbilla a los dos pienso eso de “la verdad
es que no se puede negar que es hijo suyo”. Por si fuera poco,
ambos comparten una calma asombrosa, o por lo menos asombrosa para la
edad del niño.
Puede ser cosa de la hora, pero quienes tienen por rutina el ir a trabajar/estudiar en transporte público
saben de lo que hablo. Afuera llueve. Y de repente se hace un
silencio lo suficientemente silencioso (no olvidemos que John Cage
afirmaba que el silencio absoluto no existe) como para oír cómo el
niño preguntaba porqué había gente sin paraguas. Oí una pequeña
risa tímida que me confirmó que yo no era el único que sin querer
había escuchado la pregunta.
La respuesta que el niño recibió, que
la hubo, poco importa en el devenir de esta entrada. Y es que en ese
momento aunque la pregunta no fuera dirigida a mí me paré a pensar
qué hubiera respondido yo en ese momento. Y concluí en el momento
que quizás aún no esté preparado para afrontar la paternidad.
Lo que me pasó después, fue algo que
me suele suceder muy a menudo, y es que por mi cabeza comenzaron a
pasar varias respuestas posibles. Paró la lluvia, pero a lo largo de
la mañana me sorprendió una tormenta de ideas, y no, yo tampoco
tenía paraguas para protegerme de ella. Estas son algunas de las
hipotéticas respuestas que le hubiera dado al pequeño protagonista
de esta historia:
- “No todo el mundo tiene una madre tan previsora como la tuya”. Porque no nos engañemos, la obsesión del niño por llevar paraguas muy probablemente tiene origen en la figura materna.
- “Hay gente que al salir de casa se encontró con un sol radiante”. Sí, no es cosa del cambio climático sino de los microclimas. (Además, no olvidemos que el actual presidente del Gobierno español negó en su momento la existencia del Cambio Climático)
- “No todo el mundo tiene paraguas”. Quizás esta respuesta sea la más didáctica de todas y le ayude a comprender que lo que para nosotros es común para otros puede ser exótico.
- “No están de moda los paraguas”. Y es que no nos engañemos, hay objetos de uso cotidiano que han existido de hace tiempo y se usan según las tendencias. Dan fe de esto calentadores, riñoneras, etcétera etcétera.
- “A veces con ponerse la capucha basta”. Vale, esta respuesta es muy mía. No sé porqué pero a veces con que no se me moje la cabeza me doy por satisfecho.
- “Es solamente agua, como con la que tú te duchas”. Una verdad como un templo, aunque ahora alguien me diga que técnicamente el agua del grifo tiene mayores índices de cloro y/o flúor.
- “No hay que temerle al agua, de hecho somos agua al 60%”. Vale, esto lo digo simplemente a raíz de mi entrada de ayer. Puse 80% y me comentaron que la cifra era errónea.
- “Hay gente que disfruta con la lluvia”. Esta es mi preferida, y es que con la que está cayendo (¡qué agudo estoy!) valorar las pequeñas cosas y disfrutar con todo lo que nos venga no es mala receta.
¿Y tú, qué respuesta le hubieras
dado al chiquitín?
"Hay gente muy despistada. Seguro que se lo dejaron en la guagua" (a mi marido le pasó)
ResponderEliminarMe encantó la entrada. La tormentas de ideas son muy divertidas.
La verdad es que los paraguas siempre han sido muy dados a ser olvidados. Recuerdo que en los hoteles de Japón a disposición del cliente había paraguas que a su vez habían sido olvidados por otros huéspedes. Igual que pasa en Tenerife con orcas, ballenas, colchonetas y cocodrilos inflables que son abandonados en piscinas. ¡Qué crueles somos!
Eliminar