Finaliza 2014, siento un ‘déjà vu’, entre trajes traídos de
la tintorería, bolsas con uvas, ropa interior roja y sobretodo con la extraña
sensación de siempre. Otro año que termina, otro 31 de diciembre frente a la
pantalla del ordenador, tratando de no olvidar ningún hecho relevante que haya
traído este año. Otra vez sin saber por dónde empezar.
Así que para que nada cambie, empezaré por quienes
nos abandonaron este año.
Se nos fue el tío Phil (James Avery), el abuelo de Médico de
Familia (Mariano Peña), el padre de la rumba catalana (Peret), el abuelo y
padre de la selección española (Luis Aragonés). La democracia también quedó un
poco huérfana, al ver desaparecer a Adolfo Suárez, provocando que todo un
clásico como el aeropuerto Madrid-Barajas cambiara/ampliara su nombre.
Se nos fue mucho talento, como el de Gabriel García
Márquez, Joe Cocker, (don) Alfredo Di Stefano, Paco de Lucía o Robin Williams.
Sin quizás tanto talento, pero con bastante dinero, vimos desaparecer personajes como Emilio Botín o la duquesa de Alba (por motivos prácticos, no pondré su
nombre completo).
El Chavo del Ocho o el joven cocinero Darío Barrio
también tienen su lugar en este humilde homenaje, al igual que Tito Vilanova, a
quien su vida se le esfumó como aquel extraño avión de Malaysia Airlines al que se le perdió la pista.
Se fueron también miles de vidas anónimas, víctimas
del dichoso ébola, de atentados, por violencia doméstica o por alguna de las
estúpidas guerras que aún en pleno siglo XXI siguen teniendo lugar.
Y entre tanta mordaza, tanta separación y tanto distanciamiento por fin
nos unimos para algo, y no hablo de la mejora de las relaciones entre Cuba y
Estados Unidos, hablo de aquel día de abril en el que todos reconocimos ser
macacos tras ver a Dani Alves comer un plátano que le habían lanzado.
No fue el año del cambio, pero hubo cambios: Crimea
dejó de pertenecer a Ucrania, según Rusia. Y también cambió nuestra monarquía,
con una abdicación y la llegada de un Rey y una Reina que por fin saben hablar
inglés y que no tienen hijas corruptas (de momento) (presuntamente todo esto).
Cambió el panorama político con la llegada de un tal Pablo Iglesias, liderando
Podemos, haciendo que en Moncloa, en Ferraz y en Génova más de uno se echara a
temblar.
Este año quedamos al desnudo, ya fuera para aceptar
el Reto del Tibu, o para mojarnos contra la ELA. Se desnudaron también los
concursantes de Adán y Eva y el CNI con la llegada de un tal Francisco Nicolás,
al que aún no sé si creer o no.
Magaluf llenó telediarios en verano, y Dani Rovira
apareció a todas horas en todos los canales a raíz del éxito de Ocho Apellidos
Vascos. Volvió Torrente a los cines, y volvimos a sentirnos perdedores al ver a
la selección española regresar de Brasil en la primera fase. No sirvió de
consuelo ver a Brasil llevarse 7 goles por parte de Alemania, merecida
campeona.
Y mientras, Artur Mas continuó con su consulta
catalana, que acabó convertida en un sucedáneo de referéndum. Elección que no
tuvo Teresa Romero para decidir si sacrificaban a Excalibur o no.
En lo personal, este fue el año de llegar al cuarto
de siglo, de volver a lugares a los que no me canso de volver (para 2015
trataré de escribir sobre esto), y de conocer nuevos lugares. Visité la CN
Tower de Toronto pero la niebla no me dejó ver Toronto Entero, me dejé salpicar
por las Cataratas del Niágara, me desperté viendo el Big Ben y me emocioné al
ver a peregrinos llegar a Santiago. Y bueno, también me sentí raro al ver a la
Unión Deportiva Las Palmas perder el ascenso en el último minuto. Escondí mis
colores, al visitar el 7 Palmas en un derbi que no pudimos ganar. Me reencontré
con viejos amigos, “corrí” mi primera carrera y me fui de boda.
Y sobretodo, puedo decir que este año no sufrí
ninguna baja. Algo que le pido al 2015.
En definitiva, este fue mi año, ahora toca pensar en
el 2015 que según algunos se presenta opaco, como las tarjetas de Bankia, por
mi parte, prefiero pensar que siempre habrá hueco para un rayo de luz y
esperanza.
Feliz 2015 a todos, y espero que este año les trate
como de verdad se merecen.
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