Hace un par de semanas tuve la suerte de
celebrar el Diwali, año nuevo hindú. Durante la celebración, pintaron mi frente
con el bindi, el clásico punto rojo que simboliza el tercer ojo, ojo que mira
hacia el interior de uno mismo. No pude profundizar mucho más, pero al menos
decidí dedicarle una entrada a mi frente, algo que no debería sorprender
sabiendo mi “capacidad” para escribir sobre un color o sobre las manos.
No sé si tengo más de dos dedos de ella,
pero tengo claro que con el paso del tiempo le ganará terreno a mi cabello.
Procuro ir con ella por la vida, de frente y haciendo frente a lo bueno y malo
que trajo, trae y traerá.
Mi frente luce alguna cicatriz, cicatriz
que mañana tendrá arrugas acompañando, igual que en mi adolescencia lo hizo el
acné. A veces la abrigo con flequillo y en otras ocasiones dejo que los
mosquitos la adornen de picadas.
La arrugo cuando algo me extraña, y
recurro a ella con algún golpe cuando caigo en la cuenta de algo que hasta ese
momento se me escapaba.
Alguna vez chocó con algún escalón u
objeto puesto a traición, haciéndome recordar que quizás no sea tan pequeño
como a veces pienso.
Sé que a mi frente todavía le queda mucho
por soportar, ya sea a la sombra de una gorra o al descubierto, pero debo
confesar que todavía espero que el día de mañana todas las noches alguien la
bese mientras me susurra “Buenas noches, papá”.
Podría seguir y contarte mis frentes
abiertos, pero será mejor que pongamos unos refrescos por medio y te los
cuento.
Hola Daniel
ResponderEliminarLa frente de frente y por el mundo erguida, como escribió el poeta lagunero J.Tabares Barlett.
Tener para la ofensa recibida
pronto perdón, olvido para el daño;
y siempre exento de maldad y engaño
llevar la frente por el mundo erguida.