Fue hace justo una semana, tras un soso empate a cero del Tenerife y tras una caliente infusión de post-partido. No recuerdo bien en qué iba pensando, pero supongo que en las clásicas cosas que uno piensa al volante un domingo por la tarde: que si ya mañana es lunes otra vez, que si una victoria hubiera sido clave para el equipo, que si no puedo olvidarme de poner gasolina...
Y entonces la vi, traté un tiempo en dar crédito a lo que veía, pero sí, era cierto, ella portaba una bolsa y de espaldas tenía la apariencia de una señora de tercera edad (eufemismo que nunca me gustó mucho). Caminaba por el arcén de la autopista, atravesando un túnel. Toda una temeridad. Pensé en tocarle la pita, pero de nada valdría, en el peor de los casos hasta la asustaría.
Entonces decidí que llamaría a la policía, pero nunca he tenido muy claro a quién le corresponde, si a la Local, la Guardia Civil, la Policía Nacional o la Policía Canaria (a.k.a. "La Guanchancha"). Por lo tanto, pensando que mejor no meterme donde no me llaman, y esperando que alguien con las competencias de las fuerzas del orden claras decidí llegar a casa y despreocuparme.
Y llegó el lunes, y con él, mi ya tradicional repaso de la prensa, en busca de noticias de interés para la empresa, y me topé con esta noticia.
http://www.laopinion.es/sucesos/2016/01/25/mujer-herida-grave-atropellada-autopista/651834.html
No pude reprimir mi enfado, ni la sorpresa ni tan siquiera la sensación de sentirme un poco menos persona. Igual que no pude evitar sentirme un poco culpable, tanto yo como todos los conductores que la vieron caminar y no hicieron nada por evitarlo. No quiero parecer demagogo, pero me atrevo a decir que en otra época, pese a no tener móviles ni tantas tecnologías, no hubiéramos permitido que la señora caminara por una zona tan peligrosa. Discúlpeme señora, no sé qué pasó con usted, pero sí sé lo que nos pasa a los demás.
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