El caso es que no puedo enumerar la de veces que oí a Serrat cantarle a Machado desde aquella cinta de casete que acostumbraba a sonar en el Ford Escort por aquel entonces nuevo que paseó mi infancia. Sí, era en la misma cinta en la que Ana Belén y Víctor Manuel se dejaban contaminar por la letra y música de Pedro Guerra, a quien luego también mencionaré.
Cantaba Serrat y sobretodo recitaba Machado que todo pasa y todo queda. Y pasaron más de 20 años hasta que yo me detuviera a analizar tan aparente frase una fría noche de invierno y lo que quedó fue mi cara de tonto al no haberme detenido nunca con tal afirmación, no sé si debido a mi nivel de dispersión o a que con 6 años mi estructura mental no me permitía entender tal sentencia.
Porque sí, todo pasa y todo queda. Lo bueno y lo malo. Para mal y para bien respectivamente.
No solo pasan las tormentas y dejan la calma, ni las borracheras que dejan resacas como rastro o las heridas que dejan cicatriz. Queda la estela en la mar tras el barco o en el aire tras los aviones o quedan las agujetas tras las maratones. Siempre queda algo, ya sabes que la energía ni se crea ni se destruye, solamente se transforma.
Pero quiero ir más allá, a todo aquello que queda y que aparentemente no puede ser visto a simple vista. En los miedos que quedan, en la experiencia ganada o en el tiempo perdido, en quienes dejamos o nos dejaron por el camino, ese camino que hacemos al andar y solo al andar, como el propio Machado comentaba. En los recuerdos que quedan en eso que llamamos memoria.
A veces, lo que queda es una verdad caduca, que pudo ser cierta en algún momento pero ya no es tal. Todo queda. Hasta lo que pasa de puntillas (con forma humana o no) y parece no alterar nada, deja algo, la indiferencia.
Sin embargo, como antes decía, lo bueno también pasa y en mi opinión, es esto lo que más duele de la frase de Machado. Una sentencia rotunda. Saber que lo bueno pasará suena igual que el despertador que posa en mi mesa de noche, nunca llega en el mejor momento.
Echando la vista atrás, no hacia mi infancia sino hacia mi adolescencia, recuerdo que al concluir la etapa escolar, en el discurso de graduación los compañeros decían algo así como que no hay nada más triste que un recuerdo feliz. Todavía me pregunto si es una frase apropiada para un acto así, cuando el tópico por excelencia para estos casos es, al igual que Machado, hablar de caminos, que se separan pero no terminan, si acaso empiezan tras un punto de inflexión. (Por cierto, acabo de recordar que en el mencionado discurso también se hacía referencia a otra canción presente en el casete qué anteriormente mencionaba, y sí, aquel pudo ser y fue un gran día*).
Así que amigo, si estás pasando un mal momento, recuerda que pasará y dejará un aprendizaje que te hará más fuerte. Si por contra estás en la cresta de la ola, no olvides disfrutar, porque si hasta la vida se acaba, ¿cómo no se va a acabar lo bueno?. Disfruta que cada segundo es único.
Y es aquí cuando para cerrar nombro a Pedro Guerra pidiéndole prestada una frase, "el tiempo lo cura todo, pero no del todo"
*Sí, aquel día y todo lo que allí se dijo, todavía sigue haciéndome reflexionar. Para muestra esta entrada de hace unos años.
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