Debe ser la edad, pero llueve y yo lo celebro. ¡Bendita lluvia!
Ojalá que llueva. Pero no café.
Ojalá que llueva. Pero no café.
Que llueva en el campo, en la playa, en las calles y donde haga falta.
Que el campo se tiña de verde, y el cielo de arcos iris.
Que se tiña tu boca de verde cielo, de rojo pistacho, de azul plátano, de cualquier color, total, yo solo requiero oscuridad.
Que caigan del cielo agua y excusas para acercarnos.
Que florezcan los campos y traigan buena cosecha y comencemos a celebrar la lluvia.
Celebremos la lluvia, como el niño que estrena sus botas de agua.
Riámonos de Rihanna bajo mi paraguas, o el tuyo, eso ahora no importa.
Pidamos que llueva a cántaros y busquemos refugio entre las mantas.
Que las calles amanezcan mojadas. Y también las sábanas.
Celebrar la lluvia es que se rice tu pelo y que la Virgen de la Cueva nos dé su bendición.
Que nos retraten los charcos mientras Noé nos elige como pareja para su arca.
Hagamos fiesta cuando por una vez la lluvia me pille con el coche sin lavar y cuando los malos pactos se mojen, y queden en eso, papel mojado.
Quitémosle la razón a Pedro, demostremos que la lluvia a veces vuelve hacia arriba.
Celebremos que se moje la ropa tendida y te quedes sin una muda.
Quitémosle a Pedro la razón, demostremos que la lluvia a veces vuelve hacia arriba y pidamos que se encojan los miedos; los remordimientos, las vergüenzas y todo lo malo
Convirtamos nuestra casa en un búnker y escuchemos cómo las autoridades recomiendan que tenga a mano pilas, velas y tu calor.
Celebrar la lluvia es llegar a nuestra casa-búnker con ganas de algo caliente y que haya tormenta en el cuarto de invitados, olor a tierra mojada en la terraza.
Que llueva y nosotros estemos a salvo, con remedios caseros, sin receta médica.
Que se arruguen las yemas de nuestros dedos y nos imaginemos viejos.
Vamos a hacer que llueva.
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