Me apetecía
escribir sobre la vida, no por tener ninguna receta mágica para ella, sino por
mero desahogo. Me apetecía escribir sobre la vida y llegados a ese punto, decidí
escribir sobre algo tan pequeño como los puntos.
Sé que me dejaré
muchos puntos por el camino, pero tras un breve ejercicio de reflexión he
recopilado más tipos de puntos de los que jamás imaginé.
Quedan todavía en
mi piel recuerdos de algunos puntos de sutura, disfrazados ahora de cicatriz, a
la que ya le dediqué unas palabras allá por enero de 2015, en mi rostro todavía
asoma algún punto negro de vez en cuando. Y sí, también hallé puntos negros en
algunas carreteras. Carreteras que recorrí con mis ¿15? puntos en el carnet de
conducir.
A las en punto
fui al punto de encuentro de siempre, y encontré puntual el abrazo esperado que
abrigara cual jersey de punto.
En cada punto
cardinal encontré algo nuevo, y en ocasiones perdí puntos sin quererlo. Porque
sí, cada punto de inflexión en mi vida supuso un punto de no retorno y traté de
asumirlo lo mejor que pude. El tiempo nunca vuelve.
Por un puñado de
puntos en la clasificación me quedé sin volver a ver al Tenerife en Primera, y
sí, también me marcaron con algún punto
negativo en algún cuaderno en el colegio. Para bien o para mal, nunca necesité
más puntos para aprobar.
Aprendí a perder, y cuando gané, lo hice en
los puntos porque nunca fui talentoso ni para competir, ni para el punto de
cruz. Gracias a eso, llevé al punto limpio rencores y miedos por si alguien se
atrevía a darles una segunda vida.
Todavía tengo
algún asunto en punto muerto, sigo comiendo la carne un poco más que en su
punto y sigo sin saber poner las claras a punto de nieve y de qué va eso de a
punto de caramelo.
Me dieron la
puntilla, de mi boca salieron algunos puntazos y me junté con puntales, pero
eso quizás lo cuente más adelante.
Escribí hace unos
años (no recuerdo dónde) que un punto en principio siempre es un punto, y lo
que le hace especial es su entorno, haciéndole suspensivo, y aparte, final, y coma, o simplemente la
mitad de dos puntos o una diéresis.
Me creí el más
original del mundo con tal reflexión, y con el tiempo descubrí que Sabina ya
había escrito aquello de:
'Lo atroz de la pasión es cuando pasa, cuando, al final de los finales, no lo siguen dos puntos suspensivos'
Y me quité el sombrero y punto pelota
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