sábado, 8 de septiembre de 2018

Gratitud peregrina


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Hace justo un año, concluía mi primera experiencia como Peregrino (sí, me apetece ponerlo en mayúscula), y justo desde ese momento, o tal vez desde antes, tuve claro que no debía precipitarme en subir mi entrada al respecto. Hay tragos que hay que saber digerir para encontrar matices, y eso he hecho.

Podría resumir la experiencia en solamente siete letras, apenas un segundo, o lo que se tarde en pronunciar la palabra gracias.

Porque sí, en vez de llenar esta entrada de anécdotas y reflexiones, que las hubo, me sale dar gracias. No sé si la experiencia me ha hecho mejor persona, eso tendría que haberse visto ya, pero hoy me siento agradecido y lo haré sin respetar siquiera la cronología de los hechos.

Doy gracias a todos los colores que pasaron por mis ojos, el verde de Asturias, como hacía tiempo no veía. Al morado de mi pierna que cambió de color cada día o al color de las piedras de Santiago.

Agradezco a los hórreos que me miraban desde arriba, a los cencerros que me animaban a seguir pedaleando, al asfalto de la carretera a Lugo que quiso besar mi muslo, y lo consiguió.
A todos los pueblos visitados, a las fuentes del camino, a todo paisaje que usé de excusa para sacar una foto y tomar aire. Aire al que también le doy las gracias, ya viniera fresco o con aromas de incienso dentro del botafumeiro.

Tengo también palabras de agradecimiento para Lugo, por ser la última capital gallega en dejarse conocer, una muy grata sorpresa gastronómica y visual.

También doy las gracias a mi memoria, que me hace olvidar los momentos malos, que me cuentan que los hubo y a mi fuerza de voluntad por demostrarme que existe e invitarme a pedalear un poco más antes de bajarme.


Sería una hipocresía por mi parte, no agradecer a quien nos dio y a quien nos pidió agua, por recordarnos que no siempre hacen falta grandes cosas para seguir adelante
.


Gracias a la música que nos acompañó, imposible usar una sola canción como banda sonora de esta experiencia. Imposible también es no emocionarse al saber que en Compostela, Santiago espera siempre su abrazo.

No olvido a la bici alquilada, por no dejarme tirado, como sí hice yo con la mía (ojalá que esta vez, no exista el karma) ni al improvisado bingo de Pola de Allande. Les prometo que nos dan cinco días más allí y arrasamos en las próximas elecciones de 2019.

Debo agradecer también a mi empresa, no solo por darme vacaciones, sino por no desactivarme el desvío de llamadas y demostrarme que soy capaz de pedalear y hablar por teléfono a la vez.


Merecen también una mención las pocas asturianas que nos sonrieron, la sidra de Oviedo, las incontables botellas de Aquarius o al billar de aquel bar donde repartimos juego.

No puedo ni debo olvidarme de agradecer a los que quedaron en tierra, se emocionaron y sintieron nuestro “triunfo” como suyo, GRACIAS. Y sobre todo, al resto de la expedición, y a esa extraña sensación de querer llegar pero no terminar.

Igual de agradecido estoy con todo aquel que selló nuestras credenciales, o con quien deseó y recibió un mensaje de “buen camino”, que sin duda se hizo real.

Gracias de corazón también a quien me enseñó a querer a (y en) Santiago, desde aquel verano de 2005 hasta hoy.

Y por supuesto, gracias también a Santiago de Compostela en especial por volver a recibirme, mejor que nunca. Y por volverse a despedir con lluvia de mí. Esta vez no te regalé lágrimas, sino la promesa de volver. Promesa que cumplí.







1 comentario:

  1. Tienes que estar agradecido a esa empresa que te permitió descubrir tus capacidades.
    Aunque tal vez ella, no valore esas capacidades.
    Pero la satisfacción personal del descubrimiento, no tiene precio.
    Animo y sigue pedaleando.

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