A veces hago cosas que no tienen explicación alguna (quizás sea más que a veces, cierto). El problema no es hacerlo, sino repetirlo.
No es la primera vez que de regreso a casa tras ingerir alguna copa me paro en algún kiosco a comprar el periódico, no sé si es mi manera de sentirme menos mal, de confundir a los transeúntes que se encuentran con alguien despeinado, con camisa, sello de discoteca y un periódico. No lo sé, quizás sea mi forma de volver al hogar.
Y eso hice ayer, con el mediodía amenazando me dio por comprar el periódico y terminar el regreso a casa hojeándolo, empezando siempre por el final, lo siento pero es algo que no creo que pueda cambiar a estas alturas de la película.
Y ahí estaba mi paisano Juan Cruz, cerrando las páginas de El País hablando del miedo (lo puedes leer aquí).
Lo he corroborado leyendo algunas notas en mi móvil y el miedo siempre me ha generado curiosidad, siempre ha sido fuente inspiración, quizás sea la palabra más incluida en estas cosas que escribo. Y siempre escribí considerando a los miedos como un lastre, como un freno, como el mayor de los males, aun consciente de que muchos de nuestros miedos son ficticios, un mero invento. Pero jamás me dio por pensar que el miedo podría ser un impulso, un mecanismo que nos invita a actuar, a descubrir nuestros talentos, a sacar lo mejor de nosotros.
Pero creo que más importante todavía es confirmar que tras muchos de nuestros comportamientos hay un miedo detrás justificándonos, y me aterra imaginar que mi gente esté teniendo miedo y yo sea incapaz de verlo. Creo que de esto ya escribiré más adelante.
Pensándolo ahora, quizás detrás de mi costumbre de comprar el periódico de vuelta a casa haya algún miedo, tendré que analizarlo.
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