sábado, 31 de diciembre de 2022

Mi año compartido

 Tenemos -yo el primero- la probablemente absurda costumbre de pensar que porque el planeta  culmine una vuelta más al sol se abre una nueva tendencia. Al fin y al cabo, los años no dejan de ser la suma de meses, que a su vez están compuestos por semanas, días, horas, minutos, … instantes al fin y al cabo: buenos, males y regulares.


Pese a ello, no deja de ser este un buen momento para sentarse y tratar de hacer balance de lo que el año nos ha deparado. Si bien durante unos años y por motivos que ni yo mismo podría explicar bien dejé de hacerlo, hoy querido retomar la costumbre. Eso sí, en esta ocasión, y dada la intensidad de mi 2022 creo que me centraré más en mí.

Ello no significa que olvide que el mundo sigue en guerra, que hemos tenido que adaptarnos a un mundial de fútbol masculino en pleno otoño, que hemos visto la caída de un ídolo como Will Smith o que ya no compartimos tiempo y planeta con gente como Pablo Milanés, Pelé, la reina Isabel II o Jesús Quintero. Igualmente, tampoco olvido que otra vez mi Tenerife estuvo a minutos de tocar su peculiar gloria.Pero es que mi 2022 ha sido tan intenso y enriquecedor que casi no puedo detenerme en recordar que en Irán, y en otros tantos lugares, todavía se sigue peleando por conseguir derechos de los que aquí disfrutamos desde hace tiempo. 

A bote pronto, diría que he cogido más de un centenar de aviones y que he dormido en más de tres decenas de camas diferentes, solo como muestra de lo “movidito” que ha sido este 2022 en el que paseé por 3 continentes diferentes y tuve que acostumbrarme a dormir en guardia con el teléfono móvil cerca. Y es que 2022 ha sido un año de contrastes, lleno de momentos de multitudes y de la soledad más asoladora; de oscuridad y de la luz más pura. Pero como me enseñó desde hace ya un tiempo el ser de luz de mis días, la luz siempre está arriba, siempre está.

Estos últimos 365 días han tenido capítulos de prácticamente todo tipo, con protagonistas capaces de salir en los mejores momentos y en los peores. Porque este ha sido un año de compartir, celebrando el triunfo del amor en forma de bodas o retomando los abrazos perdidos. Aunque todavía no sé si las decisiones tomadas han sido acertadas o no, sí sé bien que el miedo, ha vuelto a perder. 

Gente sin valor, en todos los sentidos de la palabra, también ha tenido su minuto de gloria en este año. Y tocará acostumbrarse a ellos, al fin y al cabo es el rumbo al que como sociedad hemos decidido dirigirnos. Pero no, me niego a dar protagonismo a esta gente en un año en el que me he reencontrado con el Mediterráneo al que un ya jubilado Serrat cantó, en el que he vuelto a saltar al ritmo de la música en vivo, en el que me he reencontrado con la Alhambra, en el que he aplaudido frente a Chichen Itzá o he visto cruzar estrellas fugaces en el cielo del desierto del Sáhara. Un año en el que grandes amigos han dado vida a parte de las nuevas generaciones. Un año en el que por suerte no he contado con bajas entre los míos. Y eso es gran motivo para celebrar.

Por todo ello, solamente me queda pedir que para dentro de un año pueda seguir diciendo que es una suerte que tal vez no merezca seguir contando con todos los míos cerca. Les quiero, y por ello les deseo el mejor de los años, con la conciencia de quien lo hace desde donde hay que hacerlo.

¡Feliz 2023!

viernes, 2 de diciembre de 2022

Un segundo en la eternidad

El quererse mutará en cariño.

Y el cariño, seco de ser regado solo a base de recuerdos, marchitará.

Quedarán las canciones que nos harán viajar durante 3 minutos y 20 segundos.

Tal vez otro amor nos enseñen que este no lo era.

Y al final, seremos lo que siempre fuimos: un segundo en la eternidad.

miércoles, 20 de abril de 2022

Sonríe, es 20 de abril. Y si no lo es, sonríe también

 Hace un tiempo admitía que a este blog le estaban saliendo telarañas y tenía polvo. Ahora, que ya ni a final de año ni por mi cumpleaños me ve aparecer, vencidas por el olvido, las telarañas son el menor de los problemas a los que este pequeño espacio se enfrenta.

Hoy, como quien cambia las persianas para evitar que entren okupas, me atrevo a dejar mi huella.


Este lugar abandonado, que nunca quiso ser inhóspito, siempre, o casi siempre tuvo palabras los días 20 del mes de abril y hoy al final he caído en la tentación. Porque sí, así soy yo, siempre injusto con los míos, preferí dedicarle unas líneas a quienes ya no copaban mi rutina, en lugar de llamarles e invitarles a una cerveza, y peor aún, en lugar de dedicar mi tiempo a cuidar a los que a mi lado seguían y de verdad lo merecían.


Ahora que no me luzco en redes, que no subo fotos ni en bodas ni rodeado de los bebés que marcarán mi futuro, que no presumo de apenas nada y que quizás me tomes por desaparecido quizás te alivie saber que estoy más vivo que nunca.


Las redes, el Marketing, los tiempos modernos, o como quieras llamarlo nos han enseñado que lo que no se ve, no existe. Y no es así. Hoy soy, más que nunca, quizás gracias al tiempo que junto a ti compartí, o quizás no.


Leí en su momento en alguna red algo así como “ojalá seas tan feliz como luces en las fotos que subes a las redes” y solo te deseo eso, que tu felicidad sea real, compartida en pareja o no, con el rol de cabeza de familia o no, con un buen trabajo o sin él, en el coche de tus sueños o en la guagua, con larga cabellera o con los vuelos a Turquía en favoritos de tu buscador. Feliz. Da igual cómo.


Y que si algún día te acuerdas de mí, lo hagas con una sonrisa en la boca.


No pido más.


Feliz 20 de abril. 


Texto íntegro escrito en el vuelo NT173 (LPA - TFN) cuando mi intención real era echarme una cabezada.