Tenemos -yo el primero- la probablemente absurda costumbre de pensar que porque el planeta culmine una vuelta más al sol se abre una nueva tendencia. Al fin y al cabo, los años no dejan de ser la suma de meses, que a su vez están compuestos por semanas, días, horas, minutos, … instantes al fin y al cabo: buenos, males y regulares.
Pese a ello, no deja de ser este un buen momento para sentarse y tratar de hacer balance de lo que el año nos ha deparado. Si bien durante unos años y por motivos que ni yo mismo podría explicar bien dejé de hacerlo, hoy querido retomar la costumbre. Eso sí, en esta ocasión, y dada la intensidad de mi 2022 creo que me centraré más en mí.
Ello no significa que olvide que el mundo sigue en guerra, que hemos tenido que adaptarnos a un mundial de fútbol masculino en pleno otoño, que hemos visto la caída de un ídolo como Will Smith o que ya no compartimos tiempo y planeta con gente como Pablo Milanés, Pelé, la reina Isabel II o Jesús Quintero. Igualmente, tampoco olvido que otra vez mi Tenerife estuvo a minutos de tocar su peculiar gloria.Pero es que mi 2022 ha sido tan intenso y enriquecedor que casi no puedo detenerme en recordar que en Irán, y en otros tantos lugares, todavía se sigue peleando por conseguir derechos de los que aquí disfrutamos desde hace tiempo.
A bote pronto, diría que he cogido más de un centenar de aviones y que he dormido en más de tres decenas de camas diferentes, solo como muestra de lo “movidito” que ha sido este 2022 en el que paseé por 3 continentes diferentes y tuve que acostumbrarme a dormir en guardia con el teléfono móvil cerca. Y es que 2022 ha sido un año de contrastes, lleno de momentos de multitudes y de la soledad más asoladora; de oscuridad y de la luz más pura. Pero como me enseñó desde hace ya un tiempo el ser de luz de mis días, la luz siempre está arriba, siempre está.
Estos últimos 365 días han tenido capítulos de prácticamente todo tipo, con protagonistas capaces de salir en los mejores momentos y en los peores. Porque este ha sido un año de compartir, celebrando el triunfo del amor en forma de bodas o retomando los abrazos perdidos. Aunque todavía no sé si las decisiones tomadas han sido acertadas o no, sí sé bien que el miedo, ha vuelto a perder.
Gente sin valor, en todos los sentidos de la palabra, también ha tenido su minuto de gloria en este año. Y tocará acostumbrarse a ellos, al fin y al cabo es el rumbo al que como sociedad hemos decidido dirigirnos. Pero no, me niego a dar protagonismo a esta gente en un año en el que me he reencontrado con el Mediterráneo al que un ya jubilado Serrat cantó, en el que he vuelto a saltar al ritmo de la música en vivo, en el que me he reencontrado con la Alhambra, en el que he aplaudido frente a Chichen Itzá o he visto cruzar estrellas fugaces en el cielo del desierto del Sáhara. Un año en el que grandes amigos han dado vida a parte de las nuevas generaciones. Un año en el que por suerte no he contado con bajas entre los míos. Y eso es gran motivo para celebrar.
Por todo ello, solamente me queda pedir que para dentro de un año pueda seguir diciendo que es una suerte que tal vez no merezca seguir contando con todos los míos cerca. Les quiero, y por ello les deseo el mejor de los años, con la conciencia de quien lo hace desde donde hay que hacerlo.
¡Feliz 2023!
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