Hoy es 20 de abril, quizás sea un día más para casi todos, puede que la rutina se haya apoderado de ti hoy, el mismo camino de siempre, las clases esperando, quizás el trabajo…Sin embargo en mi caso esta fecha me lleva hacia el pasado. Y es que fue el 20 de abril y no otro día el escogido por Celtas Cortos para darle título a una de sus canciones más populares. En ella intentaban retomar el contacto con una persona a la que hacía tiempo que no veían en forma de carta.Y quizás sea esta la excusa perfecta para escribir a todos esos amigos de los que la vida poco a poco me ha ido distanciando. No se trata de una “carta” a nadie en concreto, sino a todo aquel que se vea reflejado, pero esto tampoco quiere decir que se trate de una “carta” de ciencia ficción de hecho, TODO es real.
Allá voy
Amigo, amiga,
Creo recordar que nos llevábamos bien, compartíamos conversaciones, algunas en mi casa, otras en la tuya, en tu coche a lo mejor, quizás fue en algún bar, o alguna cafetería, otras veces en la playa, en algún descanso tras horas de biblioteca, en ocasiones hablábamos de vuelta a casa en algún transporte público, o tal vez de botellón, pudo ser también entre libros y cuadernos en clase, y tantos y tantos lugares donde pudimos hablar…
Tras un secreto venía un consejo, tras un problema alguna historia que sirviera de consuelo y al final casi todo terminaba en sonrisas.
Luego llegó el día en el que inexplicablemente un “hasta luego” se tornó más en un “ya la vida nos cruzará por ahí un día de estos” cuando lo ideal hubiera sido un “ya te llamo para vernos la próxima semana y seguir con las cosas que tenemos pendiente”. No busco culpables, en ocasiones hubo alguna causa, en otras no, pero al fin, nada que un buen diálogo sincero a tiempo no solucione, podría usar de consuelo eso de “el destino quiso que nos separáramos” pero como me recuerda muy a menudo una de las canciones de Ismael Serrano, la excusa más cobarde es culpar al destino.
Tampoco puedo echar la culpa a la distancia, ya sabemos eso de que distancia es igual a olvido, pero en la era que vivimos las distancias parecen extinguirse gracias a la tecnología, vale que no se puede concebir un abrazo, un beso o un guiño de complicidad sin el cara a cara, pero manteniendo el contacto y la confianza entre nosotros se habría logrado que pedirte un abrazo hoy no provoque incertidumbre en ti.
El caso es que cuando me cruzo contigo por la calle te miento, sí, te miento, te digo eso de “casualmente ayer estaba pensando en ti”, y en realidad lo que quiero decir es que no he dejado de pensar en ti, en los buenos momentos que vivimos, de hecho el lugar menos imaginado puede recordarme a ti, la palabra menos pensada puede hacer que mi mente me lleve a ti, o aquella canción que casualmente suena en la radio y tanto te gustaba, o aquella que odiabas y me mandabas a quitar mientras compartíamos coche, mp3 o el mismo ordenador desde el que hoy te escribo.
Y si mantienes la curiosidad que antes te caracterizaba supongo que te estarás preguntando qué pretendo con esta carta. El caso es que no lo sé, puede que en algún momento haya fingido indiferencia, renegando de nuestra amistad, pude llegar a decir que sin tu amistad todo era mejor, pero ya ves que no, y creo que es eso lo que pretendo. Pretendo hacerte saber que sigo teniendo un hueco para ti, y que estaría dispuesto a compartir contigo mil y una anécdotas más, no como si no hubiera pasado nada, porque ha pasado el tiempo y no volverá, sino como si esta tregua nos hubiera servido para aumentar el repertorio de historias que tenemos que contarnos.
Sin más me despido, solo me toca esperar que tú sientas algo de lo que digo, me encantaría que una tormenta de sinceridad te empapase y me lo hicieras saber, tal y como yo hago, y que ese mismo agua que te hace abrirte arrastre con esas pequeñas dosis de orgullo que puedes encerrar en ti, y siguiendo con esta absurda comparación con el agua, solamente puedo rogarte que las dejes desembocar en el mar del olvido.
Que seas muy feliz, conmigo o sin mí.
martes, 20 de abril de 2010
domingo, 11 de abril de 2010
Si las cosas hablaran...
¿Qué pasaría si los objetos hablaran? No, no escribo en estado de embriaguez, ni nada parecido, es más confío en no ser el único que se ha hecho alguna vez esta pregunta, de hecho estoy convencido de que no soy el primero, ni mucho menos el último en hacerlo.
¿A qué cosas deberíamos darle la oportunidad de expresarse? Los más “atrevidos” dirán que a la alcachofa de la ducha de alguna top model, los más egocéntricos optarían por darle voz a los espejos, como en Blancanieves, y los enamorados probablemente desearían poder escuchar al colchón de la cama de sus pretendidas o pretendidos para poder escuchar como nos cuenta todo lujo de detalles.
Pero de momento hasta donde yo sé los objetos no hablan, salvo en películas de ciencia ficción. Así cabe formularse la pregunta de otra forma ¿qué pasaría si la cosa menos pensada escondiera una cámara de vídeo?
La naturalidad desaparecería, mediríamos nuestras palabras, crecería la desconfianza…
Así que lo ideal sería encontrarnos con cámaras escondidas que grabaran vídeos que pudieran ser vistos con el paso del tiempo a fin de recordar.
Dicho esto, paso a presentar mi propuesta para la implantación de este estudio sociológico.
Tenía diecisiete años cuando coincidí por primera vez con él, al volante iba el primero de mis amigos en sacarse el carnet, sonaba El Canto del Loco de fondo y se abría ante nosotros todo un mundo de posibilidades. Las ganas por fardar pasando delante del instituto eran inevitables, así como el imaginarse un mundo más cómodo.
Lo que nadie imaginó es que todas nuestras expectativas se quedarían cortas. Ya había lugar para llevar la compra antes de una fiesta, ya había excusa para no bajar en guagua al Estadio o forma de afrontar las horas libres…
Hasta aquí nada nuevo, nada que no se haga en un coche cualquiera, pero me atrevo a asegurar que con la llegada del verano se empezó a forjar “la leyenda del Fiesta”
La playa nos llamaba, seis personas en bañador esperábamos nuestro momento para afrontar las curvas de Playa Chica, ante grandes problemas, grandes remedios dicen, y el remedio era tirar de maletero, ¡qué tiempos! Al igual que en las mejores discotecas, en sus escasos metros cuadrados se podía escuchar varios tipos de música, en el maletero la “música” provenía de algún teléfono móvil y en el resto del coche sonaba de todo, viejos clásicos al fin y al cabo, si una canción no ha sonado alguna vez en ese coche, es porque no está a la altura y no merece la calificación de “temazo”.
Temas de Carlos Vives, Aqua, Patricia Manterola, Camela y demás intentos de canción del verano fueron dando paso a Nach, mientras otros grupos como Amaral jamás desaparecieron, y como no, El Canto del Loco siempre presente.
El caso es que no conozco un coche que tenga más predisposición, puede que no sea la potencia su fuerte, quizás la comodidad tampoco, pudo no recibir el premio al coche más bonito del mundo, la acústica de sus altavoces puede no ser la mejor, pero puedo asegurar que el buen rollo que transmite y los buenos momentos que genera no son normales, de hecho he intentado hacer memoria, y no recuerdo lágrimas en su interior, lo más parecido que se me ocurre es algún lamento por tener las lentillas caducadas.
Sin embargo su apogeo llegó a principios de octubre de hace un tiempo, camino de La Gomera, creo que hay cosas que es mejor guardarse, pero aún así voy a hacer un breve resumen de la travesía, para no intrigar a nadie, y es que tras una hora de autopista escuchando a duras penas el partido del Tete nos comentan unos “puntales” que deberíamos poner la rueda de repuesto, la rueda estaba en el suelo y era probable que no subiéramos al barco, no hubo tiempo y nos la tuvimos que jugar. El alarmismo de “los colegas” no era para tanto, y todo se solucionó con un poco de aire en una gasolinera. Un paseo de un par de vueltas por la capital concluyó con un sitio a priori ideal para dormir. Y sí, optamos por dormir dentro, tres personas, en calzoncillos, en un calle medianamente céntrica, el Barcelona goleando al Atleti, la batería del coche muriendo, un jipi que nos ayuda y nos roba, la búsqueda de una grúa, un concierto y una vuelta a casa sin música y mucho sueño, acompasada con algún ronquido de fondo y alguna conversación vacía para no acabar dormidos conformaron esta peculiar aventura.
Y siguió pasando el tiempo, por su volante pasó todo aquel con carnet, hasta tal punto que su propio dueño fue relegado al asiento trasero, y últimamente se le ha visto hasta en otros coches.
Nos da igual la incomodidad o que haya que ir a una velocidad prudente porque a partir de los 100km/h el coche tiemble, básicamente porque las prisas y las incomodidades no existen cuando uno está en buena compañía.
El caso es que tras escribir esto acabo de darme cuenta de que todo lo que dije al principio de la cámara no va a ser buena opción, ¿por qué? Pues porque los buenos momentos nunca son olvidados.
¡Larga vida a la Perla Blanca!
PD: Puede que esta entrada no venga a cuenta, pero el coche del que escribo forma a su manera parte de mi vida y como tal merece que le dedique unas líneas.
¿A qué cosas deberíamos darle la oportunidad de expresarse? Los más “atrevidos” dirán que a la alcachofa de la ducha de alguna top model, los más egocéntricos optarían por darle voz a los espejos, como en Blancanieves, y los enamorados probablemente desearían poder escuchar al colchón de la cama de sus pretendidas o pretendidos para poder escuchar como nos cuenta todo lujo de detalles.
Pero de momento hasta donde yo sé los objetos no hablan, salvo en películas de ciencia ficción. Así cabe formularse la pregunta de otra forma ¿qué pasaría si la cosa menos pensada escondiera una cámara de vídeo?
La naturalidad desaparecería, mediríamos nuestras palabras, crecería la desconfianza…
Así que lo ideal sería encontrarnos con cámaras escondidas que grabaran vídeos que pudieran ser vistos con el paso del tiempo a fin de recordar.
Dicho esto, paso a presentar mi propuesta para la implantación de este estudio sociológico.
Tenía diecisiete años cuando coincidí por primera vez con él, al volante iba el primero de mis amigos en sacarse el carnet, sonaba El Canto del Loco de fondo y se abría ante nosotros todo un mundo de posibilidades. Las ganas por fardar pasando delante del instituto eran inevitables, así como el imaginarse un mundo más cómodo.
Lo que nadie imaginó es que todas nuestras expectativas se quedarían cortas. Ya había lugar para llevar la compra antes de una fiesta, ya había excusa para no bajar en guagua al Estadio o forma de afrontar las horas libres…
Hasta aquí nada nuevo, nada que no se haga en un coche cualquiera, pero me atrevo a asegurar que con la llegada del verano se empezó a forjar “la leyenda del Fiesta”
La playa nos llamaba, seis personas en bañador esperábamos nuestro momento para afrontar las curvas de Playa Chica, ante grandes problemas, grandes remedios dicen, y el remedio era tirar de maletero, ¡qué tiempos! Al igual que en las mejores discotecas, en sus escasos metros cuadrados se podía escuchar varios tipos de música, en el maletero la “música” provenía de algún teléfono móvil y en el resto del coche sonaba de todo, viejos clásicos al fin y al cabo, si una canción no ha sonado alguna vez en ese coche, es porque no está a la altura y no merece la calificación de “temazo”.
Temas de Carlos Vives, Aqua, Patricia Manterola, Camela y demás intentos de canción del verano fueron dando paso a Nach, mientras otros grupos como Amaral jamás desaparecieron, y como no, El Canto del Loco siempre presente.
El caso es que no conozco un coche que tenga más predisposición, puede que no sea la potencia su fuerte, quizás la comodidad tampoco, pudo no recibir el premio al coche más bonito del mundo, la acústica de sus altavoces puede no ser la mejor, pero puedo asegurar que el buen rollo que transmite y los buenos momentos que genera no son normales, de hecho he intentado hacer memoria, y no recuerdo lágrimas en su interior, lo más parecido que se me ocurre es algún lamento por tener las lentillas caducadas.
Sin embargo su apogeo llegó a principios de octubre de hace un tiempo, camino de La Gomera, creo que hay cosas que es mejor guardarse, pero aún así voy a hacer un breve resumen de la travesía, para no intrigar a nadie, y es que tras una hora de autopista escuchando a duras penas el partido del Tete nos comentan unos “puntales” que deberíamos poner la rueda de repuesto, la rueda estaba en el suelo y era probable que no subiéramos al barco, no hubo tiempo y nos la tuvimos que jugar. El alarmismo de “los colegas” no era para tanto, y todo se solucionó con un poco de aire en una gasolinera. Un paseo de un par de vueltas por la capital concluyó con un sitio a priori ideal para dormir. Y sí, optamos por dormir dentro, tres personas, en calzoncillos, en un calle medianamente céntrica, el Barcelona goleando al Atleti, la batería del coche muriendo, un jipi que nos ayuda y nos roba, la búsqueda de una grúa, un concierto y una vuelta a casa sin música y mucho sueño, acompasada con algún ronquido de fondo y alguna conversación vacía para no acabar dormidos conformaron esta peculiar aventura.
Y siguió pasando el tiempo, por su volante pasó todo aquel con carnet, hasta tal punto que su propio dueño fue relegado al asiento trasero, y últimamente se le ha visto hasta en otros coches.
Nos da igual la incomodidad o que haya que ir a una velocidad prudente porque a partir de los 100km/h el coche tiemble, básicamente porque las prisas y las incomodidades no existen cuando uno está en buena compañía.
El caso es que tras escribir esto acabo de darme cuenta de que todo lo que dije al principio de la cámara no va a ser buena opción, ¿por qué? Pues porque los buenos momentos nunca son olvidados.
¡Larga vida a la Perla Blanca!
PD: Puede que esta entrada no venga a cuenta, pero el coche del que escribo forma a su manera parte de mi vida y como tal merece que le dedique unas líneas.
lunes, 5 de abril de 2010
Efectos secundarios
Algo me pasa, la melancolía se está adueñando de mí, supongo que este sentimiento es más típico de la Navidad que de la propia Primavera, las luces que iluminan las calles, los anuncios de la televisión incitan más al recuerdo que la estación en la que estamos.
No encuentro una causa exacta, pero supongo que será el tiempo para pensar que me ha dado esta semana de vacaciones, o el haberme cruzado en la playa con gente que hacía tiempo que no veía, por ejemplo, sea cual sea la causa, me atrevo a vaticinar que Abril será el mes de la nostalgia, y si no, tiempo al tiempo, ya estoy trabajando en futuras entradas, y esta vez SÍ que llegarán a tiempo.
Feliz Abril, Feliz Melancolía
No encuentro una causa exacta, pero supongo que será el tiempo para pensar que me ha dado esta semana de vacaciones, o el haberme cruzado en la playa con gente que hacía tiempo que no veía, por ejemplo, sea cual sea la causa, me atrevo a vaticinar que Abril será el mes de la nostalgia, y si no, tiempo al tiempo, ya estoy trabajando en futuras entradas, y esta vez SÍ que llegarán a tiempo.
Feliz Abril, Feliz Melancolía
jueves, 1 de abril de 2010
A mitad
No sé si he comentado en alguna ocasión que mi mesilla de noche está llena de libros con marcadores a la mitad, a veces en vano, porque marcan solamente cuatro páginas y antes que retomar la lectura sería mejor empezar de nuevo.
El caso es que no se trata de un caso aislado, -esto sí que hasta ahora era un secreto-, pero me pasa lo mismo con las posibles entradas de este blog, en mi ordenador hay una carpeta que con bastante frecuencia se llena de documentos de word. Documentos de únicamente cinco líneas, incompletos, simples bocetos, a la espera de las palabras exactas...
En mi cabeza sucede lo mismo, varias ideas afloran, posibles títulos nacen, acontecimientos inspiran una futura entrada... Pero bien, como ya he escrito, se trata únicamente de posibilidades, y posible no es lo mismo que probable.
¿Y a qué viene todo esto? Pues no lo sé, lo más probable es que se trate de un intento de excusa por desatender este blog, quizás se trate de un recurso para que mis pocos seguidores no crean que he abandonado este reto de escribir, quién sabe.
Mientras resuelvo esta duda, lo único que haré será dedicarles cuatro palabras, ni más ni menos.
Perdón por la demora (pueden contarla, que son 4)
El caso es que no se trata de un caso aislado, -esto sí que hasta ahora era un secreto-, pero me pasa lo mismo con las posibles entradas de este blog, en mi ordenador hay una carpeta que con bastante frecuencia se llena de documentos de word. Documentos de únicamente cinco líneas, incompletos, simples bocetos, a la espera de las palabras exactas...
En mi cabeza sucede lo mismo, varias ideas afloran, posibles títulos nacen, acontecimientos inspiran una futura entrada... Pero bien, como ya he escrito, se trata únicamente de posibilidades, y posible no es lo mismo que probable.
¿Y a qué viene todo esto? Pues no lo sé, lo más probable es que se trate de un intento de excusa por desatender este blog, quizás se trate de un recurso para que mis pocos seguidores no crean que he abandonado este reto de escribir, quién sabe.
Mientras resuelvo esta duda, lo único que haré será dedicarles cuatro palabras, ni más ni menos.
Perdón por la demora (pueden contarla, que son 4)
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