martes, 20 de abril de 2010

20 de abril

Hoy es 20 de abril, quizás sea un día más para casi todos, puede que la rutina se haya apoderado de ti hoy, el mismo camino de siempre, las clases esperando, quizás el trabajo…Sin embargo en mi caso esta fecha me lleva hacia el pasado. Y es que fue el 20 de abril y no otro día el escogido por Celtas Cortos para darle título a una de sus canciones más populares. En ella intentaban retomar el contacto con una persona a la que hacía tiempo que no veían en forma de carta.Y quizás sea esta la excusa perfecta para escribir a todos esos amigos de los que la vida poco a poco me ha ido distanciando. No se trata de una “carta” a nadie en concreto, sino a todo aquel que se vea reflejado, pero esto tampoco quiere decir que se trate de una “carta” de ciencia ficción de hecho, TODO es real.
Allá voy

Amigo, amiga,
Creo recordar que nos llevábamos bien, compartíamos conversaciones, algunas en mi casa, otras en la tuya, en tu coche a lo mejor, quizás fue en algún bar, o alguna cafetería, otras veces en la playa, en algún descanso tras horas de biblioteca, en ocasiones hablábamos de vuelta a casa en algún transporte público, o tal vez de botellón, pudo ser también entre libros y cuadernos en clase, y tantos y tantos lugares donde pudimos hablar…
Tras un secreto venía un consejo, tras un problema alguna historia que sirviera de consuelo y al final casi todo terminaba en sonrisas.
Luego llegó el día en el que inexplicablemente un “hasta luego” se tornó más en un “ya la vida nos cruzará por ahí un día de estos” cuando lo ideal hubiera sido un “ya te llamo para vernos la próxima semana y seguir con las cosas que tenemos pendiente”. No busco culpables, en ocasiones hubo alguna causa, en otras no, pero al fin, nada que un buen diálogo sincero a tiempo no solucione, podría usar de consuelo eso de “el destino quiso que nos separáramos” pero como me recuerda muy a menudo una de las canciones de Ismael Serrano, la excusa más cobarde es culpar al destino.
Tampoco puedo echar la culpa a la distancia, ya sabemos eso de que distancia es igual a olvido, pero en la era que vivimos las distancias parecen extinguirse gracias a la tecnología, vale que no se puede concebir un abrazo, un beso o un guiño de complicidad sin el cara a cara, pero manteniendo el contacto y la confianza entre nosotros se habría logrado que pedirte un abrazo hoy no provoque incertidumbre en ti.
El caso es que cuando me cruzo contigo por la calle te miento, sí, te miento, te digo eso de “casualmente ayer estaba pensando en ti”, y en realidad lo que quiero decir es que no he dejado de pensar en ti, en los buenos momentos que vivimos, de hecho el lugar menos imaginado puede recordarme a ti, la palabra menos pensada puede hacer que mi mente me lleve a ti, o aquella canción que casualmente suena en la radio y tanto te gustaba, o aquella que odiabas y me mandabas a quitar mientras compartíamos coche, mp3 o el mismo ordenador desde el que hoy te escribo.
Y si mantienes la curiosidad que antes te caracterizaba supongo que te estarás preguntando qué pretendo con esta carta. El caso es que no lo sé, puede que en algún momento haya fingido indiferencia, renegando de nuestra amistad, pude llegar a decir que sin tu amistad todo era mejor, pero ya ves que no, y creo que es eso lo que pretendo. Pretendo hacerte saber que sigo teniendo un hueco para ti, y que estaría dispuesto a compartir contigo mil y una anécdotas más, no como si no hubiera pasado nada, porque ha pasado el tiempo y no volverá, sino como si esta tregua nos hubiera servido para aumentar el repertorio de historias que tenemos que contarnos.
Sin más me despido, solo me toca esperar que tú sientas algo de lo que digo, me encantaría que una tormenta de sinceridad te empapase y me lo hicieras saber, tal y como yo hago, y que ese mismo agua que te hace abrirte arrastre con esas pequeñas dosis de orgullo que puedes encerrar en ti, y siguiendo con esta absurda comparación con el agua, solamente puedo rogarte que las dejes desembocar en el mar del olvido.
Que seas muy feliz, conmigo o sin mí.

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