No suelo escribir sobre noticias de actualidad, salvo para recordar fechas señaladas, no me manifesté sobre el 15-M, las elecciones del 20 de noviembre, la muerte de Amy, la crisis sísmica en El Hierro, la captura de Bin Laden o todos los acontecimientos que han sucedido desde que comencé mi etapa bloguera. Esto no quiere decir que no tenga opinión al respecto, en algunos casos me mojo más que en otros, pero suelo tener opinión. La verdadera razón de que no escriba sobre las noticias que llenan las portadas es que veo esto de escribir como algo anacrónico, algo que pueda ser leído dentro de unos años y no requiera el uso de Wikipedia para entender qué había pasado para que yo escribiera ciertas cosas.
Sin embargo, en esta ocasión creo que voy a hacer una pequeña excepción, he visto que Miguel Gila, a raíz de un nuevo anuncio de una compañía de embutidos ha vuelto a ser noticia, me alegra realmente que un personaje así no caiga en el olvido, sin embargo me hace gracia la facilidad que tiene mucha gente para subirse al carro y declararse fan número 1 del difunto humorista sin apenas conocer nada de su vida y obra. Como si tuviera que demostrarme a mí mismo que en esta ocasión no formo parte del grupo de los oportunistas, me ha dado automáticamente por buscar entre mis libros alguno de Gila. He encontrado dos, no recuerdo si tengo alguno más por ahí, pero lo más curioso de todo es que en ambos casos había un marcador casi al final.
Esto es muy habitual de mí, creo que de toda mi “colección” de libros, menos del 10% no se encuentra en esta situación, el resto esconde un marcador (u otras cosas que cumplan su función, como pegatinas, folletos, tarjetas de embarque, entradas de conciertos…) entre sus páginas por diversos motivos, el libro no terminaba de llegarme, simple despiste o como pasaba con los libros de Gila, como forma de evitar el final.
Me cuesta mucho admitir que un libro se termina (los libros de clase van en otro apartado), y como si no estuviera preparado para ello, reservo las páginas que me quedan por leer para otro momento, como si la dosis de lectura fuera más necesaria en momentos de bajón. No es tan raro, también lo hace el aventurero en medio del desierto que reserva un poco de agua en su cantimplora para momentos realmente necesarios salvo a tener sed.
Sin embargo, dudo de la eficacia de esta técnica, básicamente porque cuando vuelvo a toparme con estos libros ya he olvidado de qué va el libro, y no recuerdo nada de las páginas anteriores, así que me veo obligado a empezar de cero, cayendo así en un bucle casi infinito.
A lo que iba, tras toparme con un marcador que separaba al último capítulo con el resto de páginas he ojeado y hojeado el libro, creyendo que me iba a acordar de algo, y he acabado empezando por el inicio. La primera historia de Miguel hablaba de un hombre al que su pereza le hacía perderse todas las cosas que quería, así por ejemplo, por no vestirse, bajar a la calle e ir hasta un bar dejaba de reunirse con sus amigos entre otras rarezas.
Casualmente, llevo un par de días de descanso en los que pese a tener ganas de hacer muchas cosas acabo siendo derrotado por la pereza, y optando por acumular horas de sillón ¿casualidad que este libro haya llegado a mí y haya hecho que al menos me ponga a actualizar el blog? Cada vez creo menos en las casualidades.
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