Recuerdo que de pequeño jugaba a ser grande. Nada especial,
creo que muchos también lo hicieron. Y quienes no lo hacían era porque
simplemente jugaban a hacerse el grande. La edad con la que solía imaginarme
era con 23, creo que ya he escrito sobre ello anteriormente pero el número 23
siempre tuvo un significado especial para mí. El caso es que el momento con el
que tanto especulé ya llegó, e incluso ya terminó. No recuerdo qué tipo de situación
esperaba tener con esta edad pero lejos de sueldos millonarios, grandes
mansiones, coches voladores propios y demás locuras de niño me veo obligado a
hacer una reflexión en voz alta (aunque sea escrita) sobre la edad que ya
abandono (o me abandona no sé bien).
He oído en multitud en ocasiones que todo estaba inventado
ya, y también escuché a gente negar tal afirmación. Aún los años no me han dado
la experiencia suficiente para tener una respuesta clara, pero los 23 sí me han
demostrado que todavía hay cosas a las que no sé ponerles un nombre claro.
Fui emigrante con 23, con todo lo que ello conlleva. Mi
primera noche de reyes sin regalos pero a la vez el mejor regalo de Navidad que
jamás tuve, un abrazo de mis padres. Unos carnavales fuera, una nueva
concepción del mundo y alguna que otra persona opositando a acompañarme con su
amistad me traje a mi regreso. Todo esto me enseñó que a veces sí hay
distancias que se pueden salvar.
También fui “ni-ni”
durante unos meses con 23 aunque luego volví a las aulas y ahora esta semana ha
sido la de mi incorporación al mundo laboral. Lo que viene a confirmar una vez
más que mi principal activo son la gente que me rodea, quienes confiaron en mí
y con fe o no me dijeron eso de ‘no te desanimes, algo saldrá’ , y sobretodo
quienes hablaron a sus jefes de mí. Gracias, no sé si leerán esto, pero ellos (ustedes)
saben quiénes son.
Me sigue dando vértigo cumplir años, creo que eso no
cambiará nunca, pero no asimilo aún que aquel niño sin grandes preocupaciones
ahora debe empezar a pensar el rumbo que quiere que su vida coja. Si ahora al
leer esto estás tentado de coger el teléfono y preguntarme si estoy bien te
diré que no es necesario, aunque tampoco le hago ascos a hablar un rato
contigo. Pero no, no te preocupes, la vida me ha enseñado que uno no puede
controlar el rumbo que quiere para su vida. Lo que tenga que llegar llegará
pero no estará para nada en el lugar que pensamos sino en el lugar que creamos
(del verbo creer en primer lugar).
Para quienes no lo sepan yo fui aquel niño al que le decían
que al llegar “la mili” ya empezaría a comer pescado, verduras y demás comidas
sanas. Y no, no solamente me libré de ir al cuartel sino que ya con 24 años
sigo siendo muy selecto con lo que como aunque a mi favor diré que con los años
trato de darle más oportunidades a los alimentos, al igual que a las personas. Aún
no me he comido a nadie, y tampoco me han crecido los dedos de los pies.
Para concluir debo decir que pese a que mi ambición me hace
esperar que vengan años mejores no me importaría que el resto de años de mi
vida arrojen un saldo tan positivo como el de estos 23 años. Gracias a todos
los que han formado parte un ratito de mis 23, y a quienes no también agradecerles
su ausencia por hacerme un poquito más fuerte. Los 24 traerán seguramente
alegrías y desilusiones, si quieres que las compartamos, aquí me tienes.
Dani, ya te lo he dicho alguna vez pero te lo repito. Los años te han hecho sabio, pero no demasiado porque sigues abierto a lo nuevo.
ResponderEliminarUn abrazo y otra vez, felicidades.