Como habrán podido comprobar, el día de ayer fue algo anómalo en lo que a actividad en este blog respecta. ¡Dos entradas el mismo día! Cierto es que los contenidos de las mismas no fueron gran cosa, pero fueron dos... Ahí no queda la cosa, y es que también encontré ayer este enlace. (Pinchar)
En él se observan 15 lugares más que conocidos tal y como los conocemos y vistos desde otra perspectiva. Según el autor de la entrada estas fotos "nos muestran la importancia que tiene el encuadre, punto de vista e iluminación en una gran fotografía" . Reconozco que a medida que veía los lugares especulaba con la aparición de El Coliseo en Roma, pero eso es otro tema.
Voy al grano, la moraleja que extraigo de todo esto es que si bien conocer el entorno de estos lugares puede hacerles parecer lugares mundanos (en palabras del autor), con las personas pasa totalmente lo contrario, y el individuo analizado fuera de su ambiente puede llevar a engaños y hacer que no saque toda la belleza que lleva dentro.
Y tú, ¿Cómo lo ves? ¿Hay que conocer a la persona fuera de su "encuadre" o mejor conocerlo bien "encuadrado"? (aún a riesgo de ver a una persona decepcionante, ya sea por arrogancia o por eso de "dime con quién andas y te diré quién eres)
viernes, 21 de marzo de 2014
jueves, 20 de marzo de 2014
Primavera
Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos.
-Pablo Neruda
La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido
-Antonio Machado
Encontré este artículo, en el que se hacía referencia a la primavera y no pude evitar robar dos frases. Creo que la primavera, al igual que el otoño, son las dos grandes estaciones olvidadas, por eso me alegró recordar que grandes poetas le escribieron a ella.
Al llegar el otoño, volveré a este diario a ver si hay alguna noticia por el estilo. Y es que siempre le tuve un cariño especial al otoño. Me huele a cumpleaños, preparativos y castañas. Pero tiempo al tiempo, ya llegará.
Feliz Primavera (en mayúsculas me gusta más).
Tiempos difíciles, mi amor, quieren robar la primavera
-Ismael Serrano
Tiempos difíciles, mi amor, quieren robar la primavera
-Ismael Serrano
20 de marzo. Día de la Felicidad
Me entero casi de refilón de que hoy es el Día Mundial de la Felicidad. En primer lugar sospecho de que alguna multinacional esté detrás de este invento de ponerle día a cada cosa, en vez de ponerle cosas a todos los días. Quienes me conocen bien saben que no me defino como una persona muy creyente de esto que llaman felicidad. Nadie ha sabido darme una definición clara, de hecho. Quizás (y sin quizás también) la felicidad solamente sea pequeños momentos he llegado a concluir.
Pero voy al grano, y es que lo que más me sorprende es que esta misma mañana había empezado a hacer anotaciones sobre la felicidad en mi móvil en vista a compartirlas por aquí. Y entonces pasó, me enteré de lo que hoy se celebraba y me animó a publicar lo escrito. Ahorrándome el trámite de ponerlos en orden. Aviso, lo que aquí se verá reflejado fue escrito corriendo y no ha pasado filtro casi.
Comienzo
"Se nota que la gente está triste" he oído ya un par de veces. Alguien debe ser el culpable, y es que no hay guerra sin enemigo. Y por si fuera poco, pese a volvernos más posesivos que nunca, ya nadie sabe si somos de los nuestros o no. Tampoco saben quién es el enemigo. Están confundidos, en una guerra sin las cosas claras.
Decía alguien de quien desconozco su identidad que "todos van a los suyo, menos yo, que voy a lo mío". Y eso veo, observo como el señor del coche de al lado lleva a sus hijos al colegio, y estos no le escuchan, cada uno lleva sus auriculares puestos. Al par de horas, veo a un señor mayor, de estos que aún conservan su elegancia caminar mirando al suelo, quizás juegue a recordar los lugares en los que ha puesto sus pies. Lo hace con gesto de desconfianza, pensando quizás que ya las cosas no son igual de buenas que antes.
Al subir al tranvía, una señora quiere salir pero no le dejan, parece que nos hemos olvidado de eso de "primero dejar salir para dejar entrar". "Esto es la jungla" debe pensar. Mientras, un grupo de niños habla de picos y morreos, no creo que tengan más de doce años. Criminializan al "amor".
Y ya en el interior, una chica lee a Murakami, tratando de buscar quizás otro mundo al que escapar. Que me avise si en él se vive mejor. Y agarra fuerte el libro, mientras un colgado (con respeto) aborda el vagón, empujando.
Después de esto me pregunto si realmente somos de los nuestros, o si ya nuestro no queda nada. Horas después, al enterarme de lo que hoy se celebraba echo la vista atrás, y ninguno de los protagonistas lucía sonrisa. Es cierto que la gente anda triste. Algo le pasa a los nuestros.
Pd: perdón por esta entrada tan caótica, pero las circunstancias se dieron así. Para compensar, aquí les dejo una pequeña supuesta receta para la felicidad.
Pero voy al grano, y es que lo que más me sorprende es que esta misma mañana había empezado a hacer anotaciones sobre la felicidad en mi móvil en vista a compartirlas por aquí. Y entonces pasó, me enteré de lo que hoy se celebraba y me animó a publicar lo escrito. Ahorrándome el trámite de ponerlos en orden. Aviso, lo que aquí se verá reflejado fue escrito corriendo y no ha pasado filtro casi.
Comienzo
"Se nota que la gente está triste" he oído ya un par de veces. Alguien debe ser el culpable, y es que no hay guerra sin enemigo. Y por si fuera poco, pese a volvernos más posesivos que nunca, ya nadie sabe si somos de los nuestros o no. Tampoco saben quién es el enemigo. Están confundidos, en una guerra sin las cosas claras.
Decía alguien de quien desconozco su identidad que "todos van a los suyo, menos yo, que voy a lo mío". Y eso veo, observo como el señor del coche de al lado lleva a sus hijos al colegio, y estos no le escuchan, cada uno lleva sus auriculares puestos. Al par de horas, veo a un señor mayor, de estos que aún conservan su elegancia caminar mirando al suelo, quizás juegue a recordar los lugares en los que ha puesto sus pies. Lo hace con gesto de desconfianza, pensando quizás que ya las cosas no son igual de buenas que antes.
Al subir al tranvía, una señora quiere salir pero no le dejan, parece que nos hemos olvidado de eso de "primero dejar salir para dejar entrar". "Esto es la jungla" debe pensar. Mientras, un grupo de niños habla de picos y morreos, no creo que tengan más de doce años. Criminializan al "amor".
Y ya en el interior, una chica lee a Murakami, tratando de buscar quizás otro mundo al que escapar. Que me avise si en él se vive mejor. Y agarra fuerte el libro, mientras un colgado (con respeto) aborda el vagón, empujando.
Después de esto me pregunto si realmente somos de los nuestros, o si ya nuestro no queda nada. Horas después, al enterarme de lo que hoy se celebraba echo la vista atrás, y ninguno de los protagonistas lucía sonrisa. Es cierto que la gente anda triste. Algo le pasa a los nuestros.
Pd: perdón por esta entrada tan caótica, pero las circunstancias se dieron así. Para compensar, aquí les dejo una pequeña supuesta receta para la felicidad.
martes, 11 de marzo de 2014
lunes, 10 de marzo de 2014
Aeropuertos
Siempre me gustaron los aeropuertos y quise escribir sobre
ellos. Son lugares llenos de ilusión aunque en los últimos tiempos viajar se
haya llenado de pequeños trámites que complican el viaje: pesado de maletas,
estrictos controles, certificados de residencia… Hasta hace unos años, cada vez
que llegué a un aeropuerto había algún beso y/o abrazo esperándome, luego tuve
que afrontar las puertas de llegadas simulando prisas y afrontando la parada de
taxis, guaguas o metro.
Vi gente con flores, perros, pancartas. Vi risas,
solicitudes de ayuda para arrastrar el carro, gente cargada de souvenirs, vi
emoción al fin y al cabo, y solo así pude entender el inicio de la película
Love Actually, donde una voz en off decía lo siguiente:
“Cuando la situación mundial me deprime pienso en la entrada al
aeropuerto de Heathrow. Dicen que vivimos en un mundo de odio y egoísmo pero yo
no lo veo así. Yo creo que el amor nos rodea. Puede que no siempre sea algo
digno de las noticias. Pero siempre está. Entre padres e hijos, madres e hijas,
maridos y mujeres novios, novias, viejas amistades. Dudo que ninguna de las
llamadas desde los aviones de las Torres Gemelas fuera de odio o de venganza.
Fueron mensajes de amor. Si lo buscáis, os daréis cuenta de que el amor
efectivamente nos rodea”
Alguna vez llegué a decir que pocos lugares generan tanta
ilusión como los aeropuertos, de hecho, me atrevería a decir que en este
peculiar ranking solamente los estadios
y recintos deportivos en general provocan una sensación así. Quizás sea por la
predisposición con la que uno va, aunque para pagar una hora de parking haya
que tirar de ahorros, aunque en la pantalla aparezca una alerta que advierta
del retraso. Quien viaja afronta también un gran estado de ilusión, tal vez no
haya dormido pensando en el reencuentro que le espera, del viaje de amigos,
lunas de miel, no importa las veces que se viaje, ni el motivo, en mi caso
siempre me sentiré especial al pasear mi trolley camino del mostrador de
facturación.
En mi última visita a un aeropuerto me encontré con un
argentino de dos metros siete centímetros que
despide a su pareja, no más alta que yo. Se derrumban, y entre besos y
abrazo comienzan a salir lágrimas. No puedo parar de mirarles, y siento como si
estuvieran inspirando esta entrada, cuando lo que realmente hacen es empujarme
a hacerlo. No escucho bien qué se dicen, pero no lo necesito, muy probablemente
se estarán diciendo eso de “nos vemos pronto”,
los dos sabrán que todavía queda para ese momento, pero el tiempo es
efímero, y pronto se verán, porque si se quiere, solamente ellos podrán hacer
que una eternidad se convierta en “pronto”.
Y hasta en un momento así, con lágrimas y miradas a través
de un cristal hay ilusión, ilusión por volver a verse. ¿No es eso mágico?
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