jueves, 20 de marzo de 2014

20 de marzo. Día de la Felicidad

Me entero casi de refilón de que hoy es el Día Mundial de la Felicidad. En primer lugar sospecho de que alguna multinacional esté detrás de este invento de ponerle día a cada cosa, en vez de ponerle cosas a todos los días. Quienes me conocen bien saben que no me defino como una persona muy creyente de esto que llaman felicidad. Nadie ha sabido darme una definición clara, de hecho. Quizás (y sin quizás también) la felicidad solamente sea pequeños momentos he llegado a concluir.

Pero voy al grano, y es que lo que más me sorprende es que esta misma mañana había empezado a hacer anotaciones sobre la felicidad en mi móvil en vista a compartirlas por aquí. Y entonces pasó, me enteré de lo que hoy se celebraba y me animó a publicar lo escrito. Ahorrándome el trámite de ponerlos en orden. Aviso, lo que aquí se verá reflejado fue escrito corriendo y no ha pasado filtro casi.

Comienzo


"Se nota que la gente está triste" he oído ya un par de veces. Alguien debe ser el culpable, y es que no hay guerra sin enemigo. Y por si fuera poco, pese a volvernos más posesivos que nunca, ya nadie sabe si somos de los nuestros o no. Tampoco saben quién es el enemigo. Están confundidos, en una guerra sin las cosas claras.

Decía alguien de quien desconozco su identidad que "todos van a los suyo, menos yo, que voy a lo mío". Y eso veo, observo como el señor del coche de al lado lleva a sus hijos al colegio, y estos no le escuchan, cada uno lleva sus auriculares puestos.  Al par de horas, veo a un señor mayor, de estos que aún conservan su elegancia caminar mirando al suelo, quizás juegue a recordar los lugares en los que ha puesto sus pies. Lo hace con gesto de desconfianza, pensando quizás que ya las cosas no son igual de buenas que antes.

Al subir al tranvía, una señora quiere salir pero no le dejan, parece que nos hemos olvidado de eso de "primero dejar salir para dejar entrar". "Esto es la jungla" debe pensar. Mientras, un grupo de niños habla de picos y morreos, no creo que tengan más de doce años. Criminializan al "amor".

Y ya en el interior, una chica lee a Murakami, tratando de buscar quizás otro mundo al que escapar. Que me avise si en él se vive mejor. Y agarra fuerte el libro, mientras un colgado (con respeto) aborda el vagón, empujando.

Después de esto me pregunto si realmente somos de los nuestros, o si ya nuestro no queda nada. Horas después, al enterarme de lo que hoy se celebraba echo la vista atrás, y ninguno de los protagonistas lucía sonrisa. Es cierto que la gente anda triste.  Algo le pasa a los nuestros.



Pd: perdón por esta entrada tan caótica, pero las circunstancias se dieron así. Para compensar, aquí les dejo una pequeña supuesta receta para la felicidad.


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