jueves, 31 de diciembre de 2015

Dos mil dieci-ser

Decía Alejandro Sanz, con muy buen criterio, que no es lo mismo ser que estar, aunque por ejemplo los angloparlantes metan en el saco del 'to be' a ambos verbos.

Y este año 2015 creo que todos hemos sido muchas cosas, tanto que a veces ha parecido que hemos dejado de ser personas. Fuimos Charlie Hebdo aquel día en que en la sede de una revista francesa sonaron tiros. Fuimos pasajeros de aquel vuelo de Germanwings que un piloto decidió terminar antes de tiempo. Fuimos también el recuerdo del Prestige cuando un barco de nombre impronunciable amenazó con teñir de negro las costas canarias. Fuimos el niño Aylan o el león Cecil.

También estuvimos presente en lugares que se tiñeron de dolor, estuvimos en la sala Bataclán aquella noche de viernes fatídica, o de espectadores en aquel accidentado rally de A Coruña.

Este 2015 fue año de Bajada lustral de la Virgen de Las Nieves en La Palma y vibramos con los enanos, para despertar con la muerte de Laura González a manos de su ex pareja, igual que fuimos todas esas personas que fallecieron a mano de quien supuestamente les quería, sin importar género, o fuimos también refugiados huyendo de su casa.

Fuimos los hermanos Gasol saltando en el All Star, estuvimos envidiosos (sanamente o no) al ver a Las Palmas subir a Primera, fuimos testigos de como Pau se comía a Francia, o de como Rossi "tiraba" a Marc Márquez y de como una vez más el deporte femenino salvaba el honor del deporte patrio y/o canario. Estuvimos también con Kevin Roldán en el cumpleaños de Cristiano.

Fuimos electores por partida doble, y quizás el próximo año volvamos a serlo, visto lo visto. Fuimos sorprendidos al ver a La Preysler con Vargas Llosa o a la Pedroche con el "triestrellado" David Muñoz (perdón por este aporte de maruja). Fuimos demasiados cosas.

Se nos fueron también rostros populares como Pedro Zerolo, Hermida, Lina Morgan, Bb King, Marujita Díaz, Amparo Baró o Javier Krahe entre otros.

Personalmente, este ha sido un buen año, en el que aunque he tenido que despedir a amigos he podido abrir caminos y caminar lo justo siempre en mis islas, porque este año no he salido de ellas. Y aunque mi época universitaria haya terminado hace unos años ya, creo que este fue el año en el que más aprendí.

366 días nos esperan, que seguramente se irán volando, como lo hicieron las gafas de Rajoy. Así que no te quito más tiempo, y solo espero que ojalá encuentres voluntad, fuerza, palabras y salud para hacer realidad todo lo que te propongas.

martes, 24 de noviembre de 2015

Mi frente

Hace un par de semanas tuve la suerte de celebrar el Diwali, año nuevo hindú. Durante la celebración, pintaron mi frente con el bindi, el clásico punto rojo que simboliza el tercer ojo, ojo que mira hacia el interior de uno mismo. No pude profundizar mucho más, pero al menos decidí dedicarle una entrada a mi frente, algo que no debería sorprender sabiendo mi “capacidad” para escribir sobre un color o sobre las manos.



No sé si tengo más de dos dedos de ella, pero tengo claro que con el paso del tiempo le ganará terreno a mi cabello. Procuro ir con ella por la vida, de frente y haciendo frente a lo bueno y malo que trajo, trae y traerá.

Mi frente luce alguna cicatriz, cicatriz que mañana tendrá arrugas acompañando, igual que en mi adolescencia lo hizo el acné. A veces la abrigo con flequillo y en otras ocasiones dejo que los mosquitos la adornen de picadas.

La arrugo cuando algo me extraña, y recurro a ella con algún golpe cuando caigo en la cuenta de algo que hasta ese momento se me escapaba.

Alguna vez chocó con algún escalón u objeto puesto a traición, haciéndome recordar que quizás no sea tan pequeño como a veces pienso.

Sé que a mi frente todavía le queda mucho por soportar, ya sea a la sombra de una gorra o al descubierto, pero debo confesar que todavía espero que el día de mañana todas las noches alguien la bese mientras me susurra “Buenas noches, papá”.


Podría seguir y contarte mis frentes abiertos, pero será mejor que pongamos unos refrescos por medio y te los cuento.

viernes, 23 de octubre de 2015

Tengo 26

Nunca me ha gustado cumplir (años). No es que sea un Peter Pan del siglo XXI ni nada parecido, de hecho a día de hoy ni  busco volver a la infancia ni me produce vértigo envejecer.

Además, debo admitir que le había cogido cariño a los 25, tanto que me atrevo a decir abiertamente, sin ningún miedo que ha sido la edad más interesante de mi vida, en la que más puertas de las esperadas aparecieron ante mí, ahora con 26  tengo el gran reto de elegir y sobretodo, de abrir las puertas que correspondan. Además, ya no soy tan joven para equivocarme.

Y por si fuera poco este reto de convertir oportunidades en realidades, me hace ilusión poder cantar la siguiente canción sin rubor durante los próximos 366 días. (Si no conocen la canción o no tienen intención de oírla es muy probable que no entiendan nada de lo que sigue, avisados quedan)






Vale, yo aún no me ganado el derecho a tener el lado bueno de la espalda de nadie, pese a que alguna que otra vez sí me han dado tan olvidada parte de la anatomía. Tampoco he viajado más de lo que debo, y si le preguntan a mis amigos tal vez debería beber más.

Más de una noche vi una luna que miraba, y todavía recuerdo alguna de ellas, y hablo en plural porque luna hay más de una, lo sé por experiencia, una experiencia de 26 años ya.

Nunca he contado amigos por lo que no sé si tengo más que Andrés o no, sí tengo también un acento de sal que alguna vez erróneamente traté de ocultar.

Sí he echado de menos a mis padres y a más gente, pero he sido tan cobarde que no lo he dicho.

Y aunque nunca vi muertos en lavabos y carezco de canciones viajeras soy feliz así porque puedo permitirme terminar esta entrada al igual que la canción citada.

Tengo 26 años y a vivir (siempre).

viernes, 25 de septiembre de 2015

Rojo

He de reconocer que estoy rebelde, reivindicativo, revolucionario, radical y quizás alguna que otra palabra que empiece por r, por r de rojo. Y no, los tiros no van por temas políticos, nada más lejos de la realidad. Además, esta reflexión sí es apta para daltónicos.

El caso es que por algún extraño convenio siento que hemos decidido otorgarle al rojo el valor de lo malo, quizás por ser el color de la sangre, es decir, el color de la vida.

Azul son los príncipes ideales, el amor de aquel cantante, Christian Castro (si mi memoria no me falla). Azul fue el verano de El Piraña y sus amigos, pero ¿Y por qué no un verano rojo?

Una marca de cerveza te pide que pienses en verde mientras tu alcalde sueña con que tu municipio sea más de este color. Y el poeta García Lorca verde que te quería verde. Pues yo quizás te quiera roja, roja de no poder parar de reír, roja de estar exhausta, roja avergonzada, sonrojada porque te sorprendieron en tu nube, nuestra nube pensando en nosotros. Roja que te quiero roja.

Podrías pensar ahora que peor parado sale el color negro, pero no, si quieres haz la prueba, acude a tu bar más cercano y pide un güisqui etiqueta roja y otro etiqueta negra, pide la cuenta y niégame que el rojo sea peor.

El caso es que rojos son los números que no quieres ver en tu cuenta bancaria, los semáforos que te frenan, las señales de Stop que no ves o la tarjeta que aquel árbitro mostró y estropeó aquel partido.Rojo es también el color con el que aquel profesor corregía tus errores.

Mejor suerte corrieron los domingos y los días festivos, siempre coloreados en rojo en el calendario, recordándote que es fiesta. A veces hasta te recuerda de qué color debes vestir tu ropa interior.

Soñabas, y quizás aún sueñes con un Ferrari rojo con el que hacer el viaje de tu vida, en el que tal vez acabes llegando a Londres, con sus rojas guaguas y sus rojos buzones, buzones que tal vez sean contenedores de las más bellas historias de amor, o de las más dolorosas facturas de la luz. Y hablando de luces, los burdeles también se han adueñado de este color para avisarnos de su presencia.

Pues bien, todo eso no dejan de ser meros simbolismos. Cierto es que la vida está llena de símbolos y que estos nacen de una cosa que cada vez escasea más, el consenso. Pero no, yo hoy hablo del rojo natural que convive con nosotros sin ser juzgado, O esperando a que TÚ le des sentido. Ya entenderás de lo que hablo.

Rojo era el carmín que adornaba aquellos labios que anhelabas, o el creyón con el que de pequeño dibujabas las bocas, y donde digo creyón también puede ser aquella cera Plastidecor o aquel rotulador Carioca.

Roja puede ser aquella flor, que a falta de margaritas usaste para ver si te quería o no, y todo porque no te atreviste a preguntárselo a la cara, o porque no le creíste. Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere...

No puedo olvidarme de las fresas, esas que formaron aquel inolvidable batido que una vez pediste, o aquellas que acompañaste con nata, o con un poco de imaginación, tú sabrás. O aquella mancha de ketchup que cayó sobre tu camisa mientras devorabas aquel perrito que compensaba tanto alcohol y tanta fiesta.

Aquel arañazo que te hiciste se hizo rojo, apenas te dolió y hasta dirías que volverías a sufrirlo por vivir lo que viviste. En mi mente ahora mismo está aquella vez que jugando a fútbol me tiré como si no hubiera un mañana a por un balón y me llevé un enorme raspón de recuerdo, si en tu mente está aquel arañazo en la espalda en aquel momento de pasión no te preocupes, no tienes que esconderlo, de hecho el rojo puede ser el color de la pasión, de este tipo de pasión y de toda la que te imagines.

Los días de playa o de excursión suelen terminar con tu cara de este color, para la próxima no olvides la crema. Hazme caso.

Antes comentaba que también hay cosas rojas que no han sufrido campañas de descrédito, sino que quedan en manos del azar. Por ejemplo, las casillas rojas de un casino pueden ser para ti las más bonitas si te traen la gloria o las más horrorosas jamás presenciadas si lo que traen es un disgusto.

Igualmente, rojo puede ser aquel lado que elegiste en un pico-pico* y creíste cambiaría para siempre tu suerte. Nunca se sabe.


*Para mí siempre fue un pico pico, pero para Google, esto es un comecocos de papel, la Fuente de la foto la tienen en la propia foto.

Y aquí lo dejo ya, no quiero que esta entrada se ponga al rojo vivo, prefiero que recuerdes que hay más allá del blanco y el negro.



Pd: quería hacer alusión a los ojos rojos, ya sea por el flash de la cámara de fotos, por no dormir, por llorar o por haber fumado, pero quizás mi "tesis" hubiera cojeado con semejante ejemplo. También obvié hacer referencias deportivas pero podría haberlo hecho.


jueves, 27 de agosto de 2015

La cerveza que me habló

A veces olvidamos cosas que no deberíamos. En otras ocasiones, la memoria nos hace un favor y hace limpia de información que no necesitamos.

Apuntamos notas en la nevera para recordar hacer algo, post it adornan las paredes de nuestra habitación no para dar colorido o tapar grietas precisamente. Los conozco que leen horóscopos para recordar que valen mucho y recordar el camino a seguir.

Hay quien tira de alarmas en el móvil que le recuerden lo que han de hacer, los hay que cambian de dedo su anillo o reloj para sentir que hay algo que falta por hacer para que la vida siga igual.

También hay quien se hace una marca en la mano para al llegar a casa hacer esa llamada, o esa gestión que no ha de olvidar. Este método no puede ser aplicado por todos, hay quien tiene los brazos tan masificados de tatuajes que no tienen espacio. Tatuarse es otra forma de no olvidar un nombre, una fecha, un instante o una frase.

A mí, me ha hablado una cerveza, no es que me haya dado a la bebida hasta escuchar voces de la nada, es más, quien me conoce sabe que no soy muy cervecero. Pero sí, les aseguro que me ha hablado. Tengo pruebas:



No me ha dicho nada que no supiera ya, aunque debo reconocer que lo tenía medio olvidado, Roma no se hizo en un día, ni tan siquiera en un mes. 


No fue un mensaje completo, no culpo a mi amiga de cebada y levadura que bastante me dijo. Pero si pudiera matizar, le diría que el tiempo por sí solo no cura heridas ni hace milagros como por ahí dicen. Lo único que le da valor al tiempo es lo que hacemos con él. Y así con todo.


jueves, 23 de julio de 2015

Al otro lado del miedo

“Todo lo que siempre has querido está al otro lado del miedo”

-George Addair-

Hay tantos miedos como cosas podamos imaginar. Miedo a la muerte, miedo a la oscuridad, miedo a los monstruos, miedo a la soledad, miedo al fracaso, al ridículo… Me atrevería a decir que hay incluso gente con miedo a la vida, a vivir. Hay miedos a priori entendibles y otros no tan racionales, como quienes temen al número 13. Hay miedos relativamente nuevos como el miedo a quedarse sin batería en el smartphone, miedos tradicionales como al hombre del saco y miedos tan antiguos como el ser humano, como puede ser el temor a las inclemencias de la naturaleza.

Una parte de nuestros temores vienen implícitos en nuestra condición de seres humanos y otros han sido creados para tenernos controlados.

Ahora bien, ¿qué nos encontraríamos si decidiéramos hacerle caso a George Addair y cruzar más allá del miedo? ¿Qué nos espera allí?

Al otro lado del miedo no estarás perdido, a la entrada te recibirá la mejor versión de ti, vestirá sonrisa perpetua y ningún complejo. Con semejante vestimenta verás como las puertas se abren solas. Allí, las sonrisas son llaves, aunque a este lado también sirve con alguna puerta.

En tan agradable lugar hay llaves y puertas pero no hay cerrojos, ni códigos PIN, ni PUK, mas no los echarás de menos. Tampoco hay calorías que contar.  Además, si quieres bailar, habrá música, también silencios y silencios que son música. Baila, que no te preocupe tu pelo.

Si cruzas el miedo, tal vez haya palabras con amigos perdidos, quizás almuerzos con ellos y puede también que se escape algún “te quiero”. Además podrás verte con aquella persona con la que no te atreviste a cruzar palabra. Porque sí, al otro lado del miedo hay páginas pasadas, libros acabados e historias por comenzar. No te preocupes, no hay carreras tras recibir calabazas, eso no va a pasar. No hay ni orgullo ni ridículo que frene.

Al otro lado del miedo hay paracaídas y saltos al vacío, maratones, triatlones, vueltas al mundo, renuncias a puestos de trabajo y barcos veleros por ejemplo. No hay miedo a las agujas, puedes donar tu sangre, puedes tatuar aquello que no quieras olvidar.

No hay rojo que sonroje tus cachetes ni que pinte los números de tu cuenta bancaria. Hay respuestas, simplemente porque no hay miedo a preguntar. Hay botellas vacías y otras tantas por beber. Encontrarás luz y también oscuridad cuando te sea necesaria.

Habrá muchos relojes, pero todos parados. Los espejos que allí se encuentran no acomplejan tu desnudez, de hecho nadie lo hace. Como en el cuento de Blancanieves, los espejos dirán cuánto vales.

Al otro lado del miedo todos los días son una fiesta, son carnavales pero no hace falta que te disfraces. Sí hay besos en los portales y un "sube a mi casa que hoy no hay nadie".

Hallarás recuerdos al otro lado del miedo, pero no duelen. Y quizás por ello, no hay preocupación por hacerse viejo. De todas formas, al otro lado del miedo no se envejece tan rápido, básicamente porque no existen los problemas, oportunidades son llamados. 

Al otro lado del miedo quizás esté el lugar más bonito del mundo. Creo que algún día me daré un paseíto por allí.


PD: iba a escribir también que al otro lado del miedo se puede defecar en el trabajo, pero es un tema tabú para el que aún creo no estamos preparados. Además, es poco poético para esta entrada.


  Quizás la frase que me inspiró caiga en manos de alguna agencia de publicidad para la campaña de alguna entidad bancaria. Lamentablemente, con dinero en el bolsillo parece que los miedos no aterran tanto.

martes, 7 de julio de 2015

Vales mucho

Vales mucho. No lo olvides 

Pero vales de valer, no pienses en términos económicos. Decía uno de mis cuadernillos de ortografía para el verano algo así como que "todo necio confunde valor y precio". No seas como los necios, no te pongas precio, con tus cenizas se pueden hacer diamantes pero no pienses en eso. No eres un vale de la compra, ni siquiera eres un ticket regalo, eres un regalo, sin más.Y olvídate de esa chorrada de valer tu precio en oro, olvídate del peso, de gramos, de grasas, de básculas... 

Vales mucho, ¿cuándo fue la última vez que te lo dijeron? Peor aún, ¿cuándo fue la última vez que te lo dijiste a ti mismo?. Vales mucho, repítelo delante del espejo, sin fijarte en ese grano juguetón con el que amaneciste, dilo antes de dormir, quizás el subconsciente así lo asimile. Espero que lo interiorices, que no necesites ir a ningún show en la tele para que una mesa liderada por José Luis Moreno te diga eso de "Tú sí que vales".

Vales de ser válido, válido para todas las metas que te pongas. Vales de valerte de fuerzas para ser tú mismo, nadie es más especialista en ser tú que tú mismo.

Vales la pena, porque sí, porque merecer la pena suena a que mereces sufrir, y no lo mereces. Vales la pena, porque a veces solo sufriendo penas, y venciéndolas puedes no olvidarte de lo mucho que vales. 

Con las consonantes que conforman el vocablo valer (V,L y R para quien no lo pille) se pueden formar otras palabras que no deberías olvidar. Me explico:

De valer me surge valor. Pero no el de esa marca de chocolate. Valor de valiente, de ese del que tienes que armarte para salir adelante, en busca de tus sueños.

También se me ocurre el verbo volar. Eso a lo que deberías aspirar, porque si alguien no hubiera ido más allá y se hubiera resignado, hoy no tendríamos aviones.

Con más vocales y menos belleza, pero con las mismas consonantes y el mismo orden está violar. Viola tus miedos, a traición, sin avisar, sin piedad, sin preocuparte de juicios. Y los pedazos que queden los haz de volear, mándalos lejos, que no vuelvan.

Velorio también copia consonantes y colocación. Velorio que la Rae define como "reunión con bailes, cantos y cuentos que durante la noche se celebra en las casas de los pueblos, por lo común con ocasión de alguna faena doméstica como hilar, matar el puerco etcétera". Celebra la vida, lo cotidiano, valora tu tiempo, valora la vida, valora tus logros, valórate. Por cada puerco que mates, haz un velorio.   

Vales para lo que quieras, pero sal de tu zona de confort, como hacen los veleros (que también comparten consonantes) que donde más a salvo están es en el puerto, pero no han sido fabricados para ello*. Abandona el pantalán, suelta amarras.

Nadie va a velar por tus intereses mejor que tú. Eres capaz y vales mucho, no lo olvides ¿vale?



*esta frase no es mía, la oí y me gustó.

jueves, 11 de junio de 2015

Y los que nos quedan

No es la primera vez que un mensaje escrito en una pared me hace escribir. Sin embargo, en esta ocasión es distinto. Jamás he visto en persona el grafitti del que hoy escribo, simplemente recibí en mi teléfono una foto del mismo, mejor aún. Alguien se acordó de mí al verlo, alguien contaba conmigo para el futuro, consciente de lo vivido.

De esto hace más de año y medio, tal vez ya ni siga en la pared -ya sabemos que los años electorales se caracterizan por los "lavados de cara"- pero ese dato es irrelevante. Lo relevante está tras el mensaje, ¿Qué es lo que nos queda?. 


Supongo que la frase completa sería algo así como "Los que llevamos y los que nos quedan, hermano", pero no es sano vivir siempre del pasado. Además, cuando somos jóvenes, cometemos el error de pensar que queda mucho por vivir, y no siempre estamos en lo cierto.

Nos quedan buenos momentos por hacer, y los haremos.

Por venir están algunos cubatas, gin tonics, chupitos, vasos de vino, tragos al fin y al cabo, a sorbos o cual hidalgo. Quizás algunas veces llevaremos a cabo los brindis por desamores. Porque sí, también nos quedan desamores, hermano. Tal vez después lleguen algunas de las resacas que nos quedan.

 Nos veremos en entierros, en bautizos y en las bodas que nos quedan. Porque igual que nos quedan personajes y no tan personajes por conocer, tendremos que afrontar despedidas. Algunas más dolorosas y necesarias que otras, pero te adelanto que nos quedan amigos a los que rebajarles la categoría.

Habrá aviones que cogeremos, a veces con ilusión y otras veces con mucha pena por quien dejamos en tierra. Viajaremos también hacia otros colchones, y albergaremos también algún huésped en nuestras camas.

Disgustos y desencantos nos quedan también. Nos harán más fuertes, tanto que le pediremos a la vida que deje de fortalecernos tanto. Nos quedan sobresaltos que nos dejen sin respuesta y sin aire. Habrá también tiempo para ir a nuestro aire.

Aunque se puedan evitar, nos quedan malentendidos, y peor aún, los "sinentenderes".  Y al rescate quizás vengan los abrazos que nos quedan, que son muchos.

Nos quedan contactos profesionales por descubrir, conoceremos a varios jefes, y quizás algún día a empleados, compañeros al fin y al cabo.

No puedo poner una cifra exacta al número de pañuelos que nos queda por usar, ya sea para sonarnos, o secar lágrimas fruto de tristezas, alegrías o alergias.

Nos quedan carnavales y sus pelucas y purpurina. Navidades, aunque no haya dos iguales. Llegarán veranos con sus amores, sus días de playa y los arrepentimientos por no ponerse suficiente crema (si es que no aprendemos).

Recorreremos nuestros trayectos al trabajo, al colegio de los niños o al 24 horas a por más hielo, qué más da, trayectos al fin y al cabo. Nos quedan trayectos, y algunos sin querer nos llevarán a lugares que duelen.

Quedan sentimientos encontrados, como los lunes que llegarán tras los domingos de fútbol y sol que nos esperan.

Y los premios que nos quedan a la mejor interpretación de nosotros mismos llegarán.

Aunque no nos hayan preparado para ellos, nos quedan tropiezos. Y a cada tropiezo le seguirá el levantarse, algunos más costosos que otros. Igual que nos quedan gatos negros por cruzarse en nuestro camino, gatos que traerán miedos. Miedos con los que habrá que convivir, o en el mejor de los casos, habrá que superar.

En definitiva, nos queda vida, mucha o poca, pero nos queda, y toca disfrutar de ella.Así que mientras nos queden recuerdos que hacer y recuerdos que recordar, estarás a tiempo de coger esa copa de saborear historias y servirte, yo invito.


Pd: la lista de cosas que nos quedan podría rozar el infinito, pero estas fueron las primeras que se me ocurrieron y decidí parar para no hacer una entrada eterna, en tus pensamientos te invito a que sigas imaginando más cosas para este peculiar listado.

sábado, 30 de mayo de 2015

30 de mayo

Tuve la suerte de nacer y crecer en el que sinceramente puede ser de los mejores lugares del mundo para desarrollarse. No conozco paisano expatriado que no afirme que como aquí no se vive en ningún sitio y que no hay mujer más bella (entre otras cualidades) que la canaria.

Ser niño aquí es soñar que las nubes son camas elásticas en las que poder saltar, o desear zambullirse en un mar de nubes. Porque aquí nunca se pierde el mar como referencia. Mar que protagoniza la eterna duda de un canario, ¿el mar nos une o nos separa?.





Aquí el silbo te habla, en el aire se esconde un mensaje,  igual que en el horizonte se esconde San Borondón. Te habla el paisaje y te dice que hay que ser fuerte, que hay que adaptarse a las condiciones, como hace la sabina o como el agricultor que siembra en bancales. De hecho nuestra gastronomía sigue la misma filosofía, comemos lo que tenemos mezclado con la imaginación del isleño.

En Canarias el 7 es número mágico, al igual que el 3718 y vivir bajo las faldas no suena obsceno si es de las de un volcán de las que hablamos. Porque sí, somos tierra de lavas y volcanes, aunque a veces se nos olvide.

En esta tierra se amonesta la pasividad en la brega, así que hay que saber usar las mañas: burra, cango, pardelera o tronchada pueden hacer que el chico tumbe al grande, al puntal. No se permite quedarse quieto, y hay que moverse, ya sea a ritmo de carnaval o conducido por los alisios.


En la niñez te acompaña el olor a gofio recién molido en el molino o a pino que resiste y vuelve a rebrotar. Acompaña también el sueño de ser milenario como el drago de Icod, o gigante como el lagarto herreño o gomero. Hay tanto endemismo con el que compararse...

Somos pueblo emigrante, inmigrante, en definitiva, migrante. Canarias es América en el habla, Europa en lo legal y África en el mapa, y si no siempre llega la calima para recordarlo, siempre quedarán las dunas de Maspalomas como aviso. Somos buena gente, aunque como en Timanfaya siempre se esconda algún diablo.

Tierra afortunada, ya lo decían los griegos. Tan afortunados somos que aunque no se crea en vírgenes, Nieves, Reyes, Pino, Candelaria, Guadulpe o demás patronas te reciben con las puertas abiertas.


Ya he hablado de nacer y crecer aquí, ¿y morir? Es difícil elegir en qué isla morir, o dónde depositar los restos, si  por el riachuelo de la Caldera, en la arena de Papagayo, en el Mar de las Calmas o en lo más alto, ese volcán que lo mires por donde lo mires te atrapa.

Porque no lo olvidemos, en estas islas hay magia, aquí el hombre se hace enano cada cinco años, asumiendo eso de que cabe el hombre en un enano, cabe el mundo en una flor. Aquí la magia te recuerda que no solo se quiere a personas, también se puede querer a una tierra.

jueves, 21 de mayo de 2015

Amor de campaña (electoral)

No sé el porqué, pero este año tenía ganas de escribir sobre la campaña electoral. Lógicamente, quería hacerlo a mi estilo, básicamente porque no sé hacerlo de otra forma.  Pensé en escribir sobre los eslogan de los diferentes partidos políticos para los comicios, pero me encontré en un diario con un artículo (como este) que ya lo hacía por mí.

Lo siento por el PSOE, pero no voy a comentar eso de “gobernar para la mayoría”. Más siento no poder explayarme con una de las recurrentes frases que uno de los candidatos suele utilizar una que dice algo así como “hacer que las cosas sucedan”.

Entonces me puse a pensar, ¿qué podría decir sobre las elecciones que no se haya dicho?  Nombrar los tópicos que siempre acaban llegando por estas fechas, nombrar la fiesta de la democracia y tratar de convencerme de que el mayor enemigo es la abstención creo que está demasiado visto ya.

Un símil, esa es la forma de escribir que se me ocurrió. Relacionar las elecciones con algo. Y eso hice. Creo que la campaña electoral es como ser tronista de “Mujeres y hombres y viceversa”, programa que no veo, pero con una trama tan simple que no hace ser espectador habitual para saber de qué va.

Un tronista tiene varios candidatos que se pelean por ganar, capaces de hacer cualquier cosa por un voto, por ser los elegidos. Además, a la larga, se sabe que el candidato, logre o no el “éxito”, va a mentir.

Este peculiar amor durará 4 años en un caso y 4 días en el otro, además, en ambos escenarios no se es totalmente libre de elegir, estas son las opciones, no busques otras.

En definitiva, si fuera un concursante del citado reallity no sabría por dónde tirar.

Una candidata de derechas me haría soñar con que mi descendencia tuviera apellidos compuestos, con guión o sin guión. Vestirían de marca, estudiarían en el extranjero y  en vez de hucha tendrían una cuenta en Suiza. Aunque pensándolo mejor, si este amor solamente dura 4 años, no es momento para pensar en hijos.

Una amante nacionalista vería todo lugar como ideal, cualquier sitio sería bueno para entregarse al amor, cualquier “aquí” sería excusa para amar, lo malo sería que en cualquier lugar vería carencias y necesidad de reclamar a otros.

Si la aspirante fuera de izquierdas, sabría emular a Benedetti cuando decía eso de te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía”. Cada día habría ganas de montar una revolución.

Si fuera de centro, sería imprevisible, con ese punto de locura y ese misterio constante por saber por dónde va a salir.

Si fuera socialista, trataría de combatir, y a todo lo que hiciera me miraría con lupa.

No quiero ni pensar, qué pasaría si fuera comunista, probablemente pretendería ser de todos los demás, y ustedes perdonen, pero no soy tan abierto de mente como para pensar en ello.

El caso, es que a día de hoy no he decidido mi voto, y después de este símil se me acaban de quitar las ganas de pensar en política por hoy. Mañana, lo decido.


PD: sé que he usado más estereotipos que la Chacho Cola, espero que a estas alturas de la campaña no hayamos perdido el sentido del humor. Que gane el mejor, es decir, el menos malo (y sí, esto es otro tópico para la colección).