Se termina el mes, apenas le quedan un par de días, y en la agenda sobresalen un par de reuniones un viaje y muy poco tiempo para escribir. Son las 12 de la noche y por fin conduzco de vuelta a casa tras una jornada laboral que se ha alargado bastante. No puedo fallar a mi promesa de dejarme ver por aquí mínimo una vez al mes, pero tampoco tengo tiempo para ponerme a escribir con calma.
Y de repente, en Cadena 100 suena "Corazón Espinado" de Maná y recuerdo que tengo una entrada pendiente sobre corazones, ya verás. Y Fher Olivera me golpea con una frase "cómo me duele estar vivo", ¿cómo puede doler vivir? me pregunto, y entonces esta entrada se escribió sola.
Hay tantas cosas que duelen en la vida, hay canciones, discos o libros que duelen. También duelen algunos recuerdos y algunas miradas, igual que algunas frases también duelen.
Hay heridas de guerra, o de paz (qué más da) que duelen, cicatrices que recuerdan dolores pasados o morados que duelen pero no puedes evitar tocar porque generan cierto placer.
Algunas alegrías duelen también, y son tantas las sonrisas propias o ajenas que producen dolor que se podría escribir un libro sobre ellas. Igual que hay amores que duelen, amistades dolorosas y bienvenidas o despedidas que nos remueven por dentro. Y no puedo obviar que hay Dolores que son Lolas.
Conozco golpes y errores que duelen pero enseñan, igual que hay inyecciones que duelen pero curan. Hay vida que duele.
Busco antónimos de doler en Google, y ninguno de los que aparece me contenta, porque todas vienen tras el dolor y no son antónimo sino el efecto que sigue a una causa . Ni aguantar, ni aliviar ni complacer, descansar, resistir o soportar son para mí auténticos antónimos del verbo doler.
Porque si lo piensas fríamente, si te duele es que algo debes estar haciendo bien, porque donde hay dolor es que hay vida.
Que el verano te duela, y mucho.
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