martes, 31 de diciembre de 2013

Esto y más me deja el 2013

Dicen que el número 13 es sinónimo de mala suerte, de hecho, hay gente que incluso padece “triscaidecafobia” y le tiene auténtica fobia a este número. Personalmente tengo poco que reprocharle a este 2013, pero creo que por cortesía debo empezar por un resumen global del año que acaba.

Como todos los años, toca recordar a todos aquellos que fallecieron, sé que me voy a olvidar de muchos de ellos pero en la lista hay nombres tan diferentes como El Batu o Constantino Romero, Paul Walker o Sara Montiel, Margaret Thatcher o Concha García Campoy, Hugo Chávez o Mariví Bilbao. Nelson Mandela y Manolo Escobar también se nos fueron, al igual que  Alfredo Landa o José Luis Sampedro o María de Villota. En Tenerife vimos también como el “Charlot de Tenerife” se nos marchaba. Todos a su manera dejaron algún ejemplo del que aprender. Y sí, soy consciente de que nombré a El Batu. 

Sin embargo no fueron los únicos, quizás por los efectos de la carne de caballo ya nos estemos olvidando de todos los que fallecieron en Boston en lo que parecía un tranquilo día de maratón, camino de Santiago en tren para pasar las fiestas, en un día aparentemente normal en Filipinas y tantas tantas víctimas silenciosas en mil y unas situaciones, como quienes fallecieron en una precaria fábrica en la India.

Hubo cambio de Papa, y parece que por primera vez en mucho tiempo, la Iglesia empieza a comprender la importancia de la simpleza, no hay más que ver el nombre escogido, Francisco, sin número, sin complejidades, sin nombres compuestos. Se agradece.

El verano se nos pasó rápido, y mientras en los diarios la única preocupación parecía ser cuánto se pagaría por Neymar o Bale, Galicia ardía. No es demagogia, pero este año le hemos dado más importancia a banalidades que auténticos dramas. Pareció importar más que un falso traductor estuviera en el entierro de Madiba que todos los inmigrantes fallecidos en Lampedusa. 

Creo que algo pasó en Siria, pero no estoy seguro, porque muchos decidimos girar la cabeza para no ver. Y no por ello dejó de pasar. Lo que sí pasó fue que las calles se siguieron llenando de basura, bien por huelgas como en Madrid, ya sea por la poca eficiencia de la Justicia como sucede con Urdangarín o simplemente porque se ha cambiado la definición de basura, y ahora al parecer estar en la calle haciendo deporte ya es motivo para ser visto como basura. Deporte que me trajo la alegría de volver a ver al Tenerife en segunda otra vez, cosa que nunca pensé que celebraría.

Y a todas estas, pese a que Madrid siguió en sus TRECE, la capital de España no será aún olímpica ni tendrá Eurovegas, tendrán que conformarse con tener relaxing cupe of coffee.

En lo personal, poco puedo reprocharle al año que termina, he vivido cosas nuevas y lo más importante aún, he disfrutado viviendo momentos que ya conocía, visitando lugares en los que ya había estado y alegrándome de volver a tener una rutina. Y aquí quiero matizar que vivir inmerso en la rutina no es malo, siempre que cada día se mantenga la ilusión por descubrir algo nuevo, por   buscar ese detalle que nos recuerde que ningún día es igual a otro.

Comencé a trabajar y vi cómo crecía mi familia, supe lo que era estar meses sin ver a los míos, y también el contar los días por reencuentros. Conocí gente a la vez que desconocía a gente que creía conocer, dije adiós, hasta luego y hasta siempre. 

Vi cómo se inventaban nuevas palabras y devalué otras tantas de tanto usarlas, pero no, no me arrepiento. También traté de ser el mejor en todo lo que hiciera pero no lo logré, ni fui ni soy el mejor en nada, pero aún así creo haber dejado huella, igual que dejaron huella en mí.

Volví a las aulas y volví a usar el “tengo que estudiar” como excusa, y afortunadamente la gente lo entendió. Vi nevar en Picadilly Circus y presencié como amigos cogían aviones para venir a verme.

También volví a empaparme de chácaras, pitos y tambores en La Bajada de El Hierro y llegué al final del camino. Ahora solamente falta esperar a que pasen otros cuatro años, aunque los herreños pese a los temblores sigan transformando los cuatrienios en un año.

De resto, este año trajo todo lo que un año, y una vida lleva consigo, decepciones, malentendidos, miedos, alegrías lo que es síntoma de haber vivido este año. Al fin y al cabo en eso consiste este juego.

Les deseo lo mejor a todos, a quienes tuvieron un mal 2013 les deseo un cambio de rumbo, y a quienes por contra no vayan a olvidar este año les deseo que este sea el peor de muchos, o en su defecto, que sigan igual. ¡Feliz año a todos!



Por cierto, si alguien se lo pregunta, la palabra que devalué fue GRACIAS, y no me arrepiento ni una vez de haberla usado tanto. GRACIAS A TODOS. 

domingo, 29 de diciembre de 2013

(de) pendientes

Nosotros, las personas, somos seres dependientes. Ya desde antes de nacer dependemos de nuestras madres a las que estamos conectados por el cordón umbilical. Nuestras madres, a su vez dependen del aire, de la ingesta de nutrientes, de un salario…

Vivimos todos en la cuerda floja, pendiendo de un hilo para no caernos y buscando la estabilidad entre balanceo y balanceo. Más que a veces caemos en el error de creer que la felicidad depende de otras personas cuando no está más que en nosotros. Pero no, hoy no voy a escribir sobre eso, hoy tengo el día juguetón y voy a lanzar mis (absurdos) originales juegos de palabras.

Somos dependientes porque nos hemos acostumbrado a la ambigüedad, al “depende” por repuesta. Hacemos planes dependiendo del tiempo, traspasamos fronteras dependiendo de papeles. Depende de si llevas escote, de si tienes 4 apellidos, de conocer a la persona indicada para que algunas puertas se abran. Todo depende del dinero que tengas para que te reciban en el banco con alfombra roja o con una inmensa cola. Nos dicen también que nuestro futuro depende de Europa.  ¿Me quieres? Depende
Todo depende, quien tiene una excusa tiene un tesoro.

Ahora empieza el festival del humor, y es que además de dependientes, somos seres de pendiente. Y no, no me refiero al adorno con el que vestimos las orejas.

Y  es que llenamos la nevera con notas con cosas pendientes cual agenda. Vivimos tan a la carrera  que hasta decirle a alguien que la queremos está pendiente. Tenemos cuentas pendientes y presupuestos pendiente de aprobación y lo vemos con toda naturalidad, aún sabiendo que nuestro tiempo en la tierra es limitado nos permitimos el lujo de dejar cosas pendiente.

De esta forma, tengo abrazos, besos, reuniones, encuentros, cervezas y borracheras pendientes. Simples llamadas también esperan aún a ser llevadas a cabo. Y aún debo  y me deben explicaciones. Y aún sintiéndome joven sé que muchos de esos pendientes no los voy a poder tachar de mi lista.

Quizás lo peor de todo esto es que nos hemos acostumbrado a los “ya te llamaremos”, los “ya nos vemos” o los “ya te contaré” y lo vemos con total naturalidad.


Y sé que ahora debería concluir esta entrada con una conclusión, pero el caso es que reflexionar sobre lo escrito está en mi lista de cosas pendientes.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Inmortal


Esta mañana, además de descubrir el gran problema de aparcamiento que tienen las ciudades descubrí colores nuevos al ver amanecer en la isla de enfrente. Y por si fuera poco se me ocurrió un pequeño cuento al ver como un "enchaquetado" corría para no ser atropellado con el semáforo en rojo para peatones.


Se creía inmortal por vestir traje, más discreto que el de un superhéroe pero igual de efectivo.


Se creía inmortal y por eso cruzaba por medio de la calle, tenía todo el tiempo del mundo y prisa a la vez.

Se creía inmortal y por eso no se separaba de la pantalla de su smartphone. Total, ya tendría tiempo para ver la vida más adelante.

Se creía inmortal y por eso se metía en hipotecas, tenía toda su infinita vida para pagarla.

Se creía inmortal mientras pensaba en presentaciones y reuniones. No necesitaba comer sino algo rápido, más bien como algo social.

Se creía inmortal y por eso miraba por encima del hombro, nadie podía matarle.

Se creía inmortal mientras hojeaba la prensa saltándose las necrológicas.

Se creía inmortal y por eso no escuchaba música sino el tono de llamada de su teléfono.

Se creía inmortal, pero no, no lo era.




                     (foto sacada por mi copiloto, cualquier deficiencia es culpa de la velocidad)
(No se preocupen, durante la mañana de hoy no murió nadie por mi culpa)


lunes, 25 de noviembre de 2013

Manos


Veo a un bebé recién nacido y me fijo en sus manos. Intenta agarrar un dedo pero sus manos no dan para más. Quizás intente descubrir la utilidad de sus extremidades. Qué cosa tan rara son las manos, una palabra femenina con aspecto masculino. Sé que el bebé no me entenderá pero aquí va mi pequeña carta dirigida a él, o a otro, otra o a mis futuros hijos (porque sí, yo con uno no voy a conformarme, por muy parecido al padre que sea).

Veo que ya descubriste un uso para tus manos, y secas tus lágrimas con ellas. Pero no, no están puestas solo para eso ni tampoco para retener tu alma mientras bostezas.
De ellas podrás vivir, acabarán arrugadas y dañadas de trabajar. No te preocupes, eso será un valor añadido, hasta hoy lo "hecho a mano" gusta más.

Tocar es quizás lo más importante que podrás hacer con ellas, y al tocar probablemente te las ensuciarás, asume que mamá algún día te reñirá por ello. Con ellas agarrarás yo-yos, lápices para dibujar o pistolas de juguete o de verdad. Y es que con ellas podrás tanto matar como hablar, ¡hay gente que lee con las manos!. Y mejor aún, hasta música podrás producir, y es que a veces las más bellas melodías no nacen de las cuerdas vocales sino de las manos.

De aquí a unos meses empezarás a gatear, y sin tus manos sería muy difícil, y cuando aprendas a caminar ten por seguro que alguien te prestará su mano para levantarte al caer. Porque caerás, y gracias a tus manos podrás sacudirte e incorporarte, asume que quizás tus manos acaben luciendo cicatrices, todo se trata de cómo las luzcas, no hay que esconderlas.
Más tarde tendrás que aprender a contar, y tus manos te serán de ayuda. Hemos tenido suerte de usar un sistema decimal.

Los humanos somos un poco peculiares y hemos inventado gestos. Te señalarán con los dedos, no te sorprendas por ello, tu también podrás aplaudir, o mandar a paseo según corresponda. Y no olvides chocar tus manos para celebrar los éxitos de los que te rodean.
Saludarás también con tus manos, e igualmente tendrás que usarlas para despedirte tarde o temprano. Y si algún día se te presenta la oportunidad de tener que saludar a algún rey tendrás que besar su mano.

Tu mano es mágica, si la quieres puede convertirse en puño tanto como para golpear a alguien como para tocar en  puertas. Algunas se abrirán y otras no, no te preocupes por ello.
Seas  niña o niño algún día con tus manos tocarás y te tocarán el sexo, por mucho que a papá esto le suponga quebraderos de cabeza. Procura creerte eso que te dicen del amor y cuando lo hagas recuerda que llevar a alguien de la mano es una responsabilidad. No lo olvides
Cuando llegue el frío tus manos se enfriarán y quizás tengas que adornarlas con guantes. Y cuando llegue el calor quizás puedas lucir anillos en ellas. 

Si tienes alguna duda pregunta, no está de más en ocasiones reconocer la ignorancia, y para preguntar con levantar la mano suele bastar, aunque no siempre funciona.

Comer con las manos dicen de mala educación pero yo diría que peor es no aprovechar la oportunidad de acariciar, ya sea a tus hermanos que están por llegar, aquel perro del vecino o a la persona que quieres.


Quizás después de todo esto te estés llevando las manos a la cabeza pensando en lo que se te viene encima, o pienses que se te va a ir de las manos esto de vivir. Pero no pienses así y sobretodo recuerda cuidar tus manos, porque en ellas dicen que está tu futuro. Y gente que te eche una mano seguro que no faltará.

Y no, no hace falta que tengas este humilde manual a mano.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Viaje de viernes

Subo en tranvía pensando en desconectar el despertador para mañana, ideando en qué postura echarme en el sillón, con esa sensación tan de viernes  acompañada de la clásica sonrisita de viernes.

Viajo preocupado por cómo  sorprender a mi madre con aquel encargo que me hizo hace más de un mes y seguro que ya había olvidado. Preocupaciones de viernes. Es paradójico que hace unos años mis preocupaciones en un momento así fueran sobre la vestimenta para la noche. Viernes

La música que suena en mis auriculares suena a viernes también, bueno no, esto es mentira, de hecho no recuerdo ni qué música sonaba, quizás sea por ser viernes. Mala idea quizás, puede que el ir escuchando música hiciese que no oyera las conversaciones de los compañeros de trayecto. Conversaciones de viernes probablemente.

A mitad de trayecto se sube una señora/chica y a la hora de validar su bono (qué técnico suena eso de validar) se le cae su móvil al suelo, batería, tapa y grueso del teléfono desperdigados por el suelo. Es viernes y no le doy importancia, siguiendo a lo mío, aunque no sepa exactamente qué es lo mío.
Siete minutos después, quizás seis otra chica sube a bordo, se repite la situación y se le vuelve a caer al suelo su teléfono móvil. Podría aceptar que es una mera casualidad pero se me pasan tres cosas por la cabeza.

Primero pienso en los comentarios que me decían cada vez que se me caía algo al suelo en mi época torpe: ‘Daniel, es que no piensas en lo que haces’ y ‘Daniel, no intentes hacer dos cosas a la vez’ eran frases muy repetidas por quienes me veían derramar la leche o romper vasos, platos y demás cosas rompibles. Nunca he entendido bien a qué se referían, pero la verdad es que con el paso del tiempo ya rompo menos cosas o al menos las disimulo mejor.

El segundo pensamiento quizás sea muy común y me hizo pensar en la esclavitud a la telefonía móvil que estamos pasando, yo el primero. Ni para pagar el servicio de transporte podemos soltar nuestro teléfono, de hecho creo que miramos más la pantalla del móvil que los ojos de los nuestros. Y eso da que pensar.


Mi tercer pensamiento ya muchos lo intuirán y es muy simple. Sí, es viernes y hasta podemos permitir que nuestro móvil quiera inmolarse. 

Viernes fue el nombre que eligió Robinson Crusoe para bautizar a su compañero en la isla y viernes es parte del título de esta entrada. Simplemente creo que fue casualidad que esta entrada naciera un viernes, igual que el suicidio colectivo de móviles presenciado por mis ojos hoy. Lo que sí me gustaría es que todos los días trajeran el optimismo que traen los viernes, Y eso, solo depende de mí.

martes, 22 de octubre de 2013

Reflexión de cumpleaños: Todo esto pasó con 23

Recuerdo que de pequeño jugaba a ser grande. Nada especial, creo que muchos también lo hicieron. Y quienes no lo hacían era porque simplemente jugaban a hacerse el grande. La edad con la que solía imaginarme era con 23, creo que ya he escrito sobre ello anteriormente pero el número 23 siempre tuvo un significado especial para mí. El caso es que el momento con el que tanto especulé ya llegó, e incluso ya terminó. No recuerdo qué tipo de situación esperaba tener con esta edad pero lejos de sueldos millonarios, grandes mansiones, coches voladores propios y demás locuras de niño me veo obligado a hacer una reflexión en voz alta (aunque sea escrita) sobre la edad que ya abandono (o me abandona no sé bien).

He oído en multitud en ocasiones que todo estaba inventado ya, y también escuché a gente negar tal afirmación. Aún los años no me han dado la experiencia suficiente para tener una respuesta clara, pero los 23 sí me han demostrado que todavía hay cosas a las que no sé ponerles un nombre claro.

Fui emigrante con 23, con todo lo que ello conlleva. Mi primera noche de reyes sin regalos pero a la vez el mejor regalo de Navidad que jamás tuve, un abrazo de mis padres. Unos carnavales fuera, una nueva concepción del mundo y alguna que otra persona opositando a acompañarme con su amistad me traje a mi regreso. Todo esto me enseñó que a veces sí hay distancias que se pueden salvar.

 También fui “ni-ni” durante unos meses con 23 aunque luego volví a las aulas y ahora esta semana ha sido la de mi incorporación al mundo laboral. Lo que viene a confirmar una vez más que mi principal activo son la gente que me rodea, quienes confiaron en mí y con fe o no me dijeron eso de ‘no te desanimes, algo saldrá’ , y sobretodo quienes hablaron a sus jefes de mí. Gracias, no sé si leerán esto, pero ellos (ustedes) saben quiénes son.

Me sigue dando vértigo cumplir años, creo que eso no cambiará nunca, pero no asimilo aún que aquel niño sin grandes preocupaciones ahora debe empezar a pensar el rumbo que quiere que su vida coja. Si ahora al leer esto estás tentado de coger el teléfono y preguntarme si estoy bien te diré que no es necesario, aunque tampoco le hago ascos a hablar un rato contigo. Pero no, no te preocupes, la vida me ha enseñado que uno no puede controlar el rumbo que quiere para su vida. Lo que tenga que llegar llegará pero no estará para nada en el lugar que pensamos sino en el lugar que creamos (del verbo creer en primer lugar).

Para quienes no lo sepan yo fui aquel niño al que le decían que al llegar “la mili” ya empezaría a comer pescado, verduras y demás comidas sanas. Y no, no solamente me libré de ir al cuartel sino que ya con 24 años sigo siendo muy selecto con lo que como aunque a mi favor diré que con los años trato de darle más oportunidades a los alimentos, al igual que a las personas. Aún no me he comido a nadie, y tampoco me han crecido los dedos de los pies.


Para concluir debo decir que pese a que mi ambición me hace esperar que vengan años mejores no me importaría que el resto de años de mi vida arrojen un saldo tan positivo como el de estos 23 años. Gracias a todos los que han formado parte un ratito de mis 23, y a quienes no también agradecerles su ausencia por hacerme un poquito más fuerte. Los 24 traerán seguramente alegrías y desilusiones, si quieres que las compartamos, aquí me tienes.

lunes, 7 de octubre de 2013

Aquella vieja frase...

Debería haber empezado a estudiar hace dos horas y no lo he hecho. No voy a justificarme detallando punto por punto en qué he invertido o gastado estos 120 minutos de mi vida (7200 segundos para los amante de las estadísticas). El caso es que me ha dado por rescatar entre los miles de CDs que hay acumulados en mi casa (legales todos ellos) el DVD de la entrega de orlas de cuando terminé el colegio.

Tengo cosas mejores que hacer pero necesitaba buscar una frase que sabía que encontraría en el DVD en cuestión. Y la encontré, tras saltarme la penosa parte en la que yo leía ante 1200 personas me topé con la cita esperada:
No basta saber,
Se debe también aplicar,
No es suficiente querer,
Se debe también hacer.*

Para ser sinceros no recuerdo muy bien cómo interpreté semejante afirmación en su momento, pero si más de ocho años después la recuerdo es porque algo tuvo que impactarme en su momento. ¿Dónde quedaba eso de ‘querer es poder’ que tanto me repetían los profesores?

No sé si eran otros tiempos o es que era otro Daniel el que se encontraba con la frase, quizás una mezcla de las dos cosas pero pensé que esa frase no era para nada la mejor frase para un momento así, y mucho menos para entregársela en una postal a los profesores, tal y como se hizo. Repito, eran otros tiempos, y triunfar parecía fácil, a poco que quisieras podías. Eso era impepinable, si alguien no triunfaba era porque no quería.

Ahora la realidad es otra, y al revés de lo que suele pasar en estos casos creo que la frase que originó esta entrada ahora es más válida que en aquellos años de burbuja y “pre-estallido” de esta.  Hay quien sabe pero no aplica y quien quiere pero no hace. Quizás cuando abandoné el colegio también pasaba esto pero me atrevería a decir que ahora más.

Sin embargo más preocupante que quienes saben pero no aplican y quieren pero no hacen son los que aplican sin saber y quienes hacen sin querer. Y creo que todo el que lea esta entrada sabrá de más de un par de personas así.  Sepamos, apliquemos, queramos y HAGAMOS.



(*Posteriormente se incluía una frase que decía “y ustedes lo han hecho, GRACIAS”)

martes, 24 de septiembre de 2013

Injusticia con el verano

Con el verano ya finalizado me he puesto a pensar en algunas coletillas que están mal vistas. Y no, no me refiero al “doble moño” con el que David Beckham fue presentado por el Real Madrid.

El caso es que parece que todo vocablo acompañado por la palabra “verano” pierde credibilidad, valor o incluso el derecho al respeto. El caso más evidente aunque cada vez menos frecuente es el de la canción del verano. Antes de la crisis, cuando la prima de riesgo no nos interesaba y la corrupción aparentemente no existía hasta los telediarios tras comentar el nivel de agua de los pantanos y el abandono de perros mostraban su preocupación por este tema. “Estamos en agosto y todavía no tenemos una canción candidata para ser la canción del verano” decían.

Por su parte, los críticos musicales trataban de rehusar este término a toda costa. Si querías ser culto no podías escuchar canciones de este género. Una canción concebida para los tres meses del verano no merecía el respeto. Y así se olvidaban de que al fin y al cabo la canción del verano es música y que bailar, reír, cantar y todas esas reacciones que la música provoca en nosotros sí merecen la pena.

Siguiendo con la televisión, otro cliché que nunca ha convencido es el de la programación de verano.  Es cierto que es muy mala, pero al menos  algún iluminado ha tenido la idea de emitir solamente lo mejor de cada programa evitándonos consumir grandes dosis de telebasura. Y eso es de agradecer.

Conocí también el término “rapado de verano” que consistía básicamente en el rapado de toda la vida y pese a ser práctico no convencía a las damas por ser poco original y/o creativo.

Y mientras tanto los comercios, empresas y sobretodo instituciones públicas nos abren las puertas con el ya famoso “horario de verano”. Trabajar en verano es algo así como trabajar a medio gas, no hay más que ver cómo te atienden en bermudas y cholas y demás elementos que conforman la “vestimenta del verano” donde todo parece valer. Quizás para defender estos dos conceptos mis argumentos flaqueen así que no diré nada al respecto.

Sin embargo, el tema que con el que hemos sido más injustos a mi parecer son los “amores de verano”. Que conste que no recuerdo haber tenido jamás uno de estos y que no tengo ningún interés en defenderlos pero solamente por el mero hecho de tener los días contados se le ha quitado seriedad a una relación de este calibre. Imagino que quienes experimentaron algo así derramaron lágrimas el día de la despedida y al día siguiente se creyeron fuertes diciendo eso de “9 meses no son nada, y yo puedo con la distancia”. Además,  nadie les quita las mariposas en el estómago ni los helados mirando al mar ni los baños en la playa a deshora. Y puede que solamente por ser “amor de verano” no olvidemos de que es amor al fin y al cabo. Y no estamos como para desaprovechar oportunidades así con la que está cayendo.


Nota: esta entrada no fue escrita para defender mi entrada anterior titulada “Historia de verano”. Que conste en acta.

viernes, 30 de agosto de 2013

Historia de verano

De vez en cuando se me ocurren historias, sé que a tu pareja también le pasa y que trata de hacerte creer que "lo rojo" de su cuello es fruto de la alergia, pero en este caso no pretendo salvar ninguna relación sino demostrarme a mí mismo que si lo busco también puede haber un romántico en mi interior. Esta es mi historia de verano, una historia que empezó sin final a la vista y finalmente quedó así.

Él vivía ajeno a todo, no sé si era en una isla desierta o simplemente aislado en algún lugar del continente. Jamás le había picado la curiosidad de ver qué había más allá, es más, no dejaba de mirar hacia abajo, estaba convencido de que todo lo que necesitaba estaba allí.

Ella miraba siempre hacia arriba, jamás le pregunté si por mera casualidad o por convicción pero así era. Había llegado a asimilar que en el cielo estaban todas las respuestas, y a él le debía sus días.

Un día, por aire o por mar, pero caído del cielo él supo de ella. Lógicamente no lo vio venir porque hacia arriba no había mirado pero sin darse cuenta se topó con su reflejo, o con una foto de carnet de ella, no sé bien. El caso es que decidió salir en su búsqueda. Ahora sabía que ella existía y no podía quedarse así allí.

Y la encontró, nadie sabe cómo pero lo hizo. Ignoro si se enamoraron; nunca le pregunté, los hombres no hablamos de esas cosas  así que respeté el código. Sí sé que cuando se encontraron él empezó a mirar hacia arriba y ella por fin bajó la mirada. Cedieron hasta encontrarse las miradas, y allí se detuvieron.


Lo que sucedió entonces no suena creíble, pero pasó. En el cielo las estrellas brillaron más que nunca conjuntando con la luna y en tierra florecieron las más bellas plantas. Pero ninguno se inmutó, de hecho lo único que se oyó fue que él le decía a ella, o ella a él no sé bien, “tengo que enseñarte algo, y quiero que me enseñes tu mundo,  pero ya tendremos tiempo, ahora estoy viendo todo lo que quiero ver”.

jueves, 29 de agosto de 2013

Nada es fácil...



Nada es fácil, lo sabes tú y lo sé yo. Ni tan siquiera respirar es tan sencillo como crees, si no recuerda aquellos momentos en los que te quedaste sin aire, por algo bueno, por algo malo o simplemente porque te atragantaste con tu propia saliva. No olvides tampoco a quienes viven atados a una máquina para algo aparentemente tan fácil como respirar.

Dicen que vivir es todo lo que hay que hacer en la vida, aún así estuviste nueve meses entrenándote para ello.  A estas alturas probablemente ya habrás comprobado que hay momentos en los que todo va cuesta arriba, otras veces cuesta abajo y que hasta ir en llano cansa. Me gusta pensar que en el camino siempre habrá lugar para un paso más, para una décima de segundo más sin expulsar aire, tal vez para otro parpadeo o una palabra de aliento adicional. Y así es, probablemente cuando crees que ya no hay mucho más que hacer siempre se puede aguantar un poco más. Pero algún día un paso se convertirá en el último.

Análogamente, siempre podremos estar mejor y también peor. Pero no quiero desviarme del tema. Nada es fácil, ni construir las pirámides de Egipto, ni llegar a la luna, ni tan siquiera convencer de que La Tierra era redonda lo fue. Aprender a caminar a hablar, a leer, o a escribir te costó. Despedirte de quien “quisiste” y/o “quieres” (con o sin comillas) tampoco puede casarse con la palabra fácil.

Sin embargo, aquí estamos, sobrellevando las complicaciones que todos tenemos, pero estamos porque no menos cierto que nada es fácil es que nada es difícil. Así, si se me permite autocorregirme diré que nada es fácil pero difícil tampoco.

domingo, 28 de julio de 2013

Mucho más que ruido



Leo en Twitter una supuesta frase de Andrés Iniesta que me sirve como introducción para una entrada que va con bastante retraso, todo sea dicho de paso. Digo supuesta porque cada vez desconfío más de todo lo que me encuentro en redes sociales, y en el mundo en general. La sentencia oraba algo así como "Decir que el fútbol es solo un juego es como decir que la música es solo un ruido”.

Sobre si el fútbol es solamente un juego o no tengo mis dudas, comprendo lo que Andrés quiere decir pero también discrepo con quienes no ven más allá del fútbol. De lo que no discrepo para nada es de su afirmación sobre la música. He podido pasar días sin ducharme, sin ir al baño, sin hablar (increíble pero cierto), sin dormir o sin dar un abrazo. Pero creo que no he pasado ni un día sin respirar (al igual que tú), sin comer y sin escuchar música. De hecho, para sostener mi tesis me atrevería a decir que la música es quizás de las pocas cosas que puede gustar a todos los que compartimos planeta. Hay tantos estilos de música que solamente el desconocimiento puede hacer que haya persona capaz de decir eso de “a mí no me gusta la música”.

Podría ponerme místico ahora llenando de adjetivos estas frases para referirme a la música. Pero no, no lo haré, me limitaré a seguir erre que erre pensando que cada momento tiene una canción y solamente es cuestión de investigar. Dicho esto, creo que la banda sonora para mis últimas semanas es esta. ¡Qué bello es el camino a casa!



Pd: pido disculpas a todo el que esperara una entrada mejor, pero el hecho de que una frase de Iniesta me inspirara ya es indicativo de la baja actividad mental que estoy teniendo. Debo cambiar.

domingo, 23 de junio de 2013

Saltemos a la piscina (o al mar)



Corría el año 2000 cuando el rockero argentino Charly García saltó desde el balcón de  un hotel de Mendoza a la piscina de este. Tras un leve intento de documentación no he logrado concretar si fue de un séptimo, un noveno o un décimo piso. “¿Cuánto tiene la pileta?” preguntó  y pese a algún intento de presión para que no lo hiciera decidió saltar. 


Según Wikipedia al preguntarle por tal acontecimiento su respuesta fue:  «¡Sólo la vi, y me atreví! Hay que ir más allá, además yo no me voy a morir nunca y mi capricho es ley» . Quizás con un poco de menos euforia Charly reconoció haber sentido “un poquito” de miedo mientras matizaba “sin miedo no tiene gracia”.
No terminó aquí la historia y es que semejante salto provocó que García se inspirara para componer una nueva canción. ‘Me tiré por vos’ así se llamó la canción que escribió. Lo que venía a decir con todo esto es que no hay que quedarse inmóvil sino tirarse a la piscina con la certeza de que caeremos en la piscina.

No aconsejo para nada la práctica del ‘balconing’ ni ninguna de sus variantes pero sí admito el gusto por ese momento en el que aún sabiendo que no puedo volar me siento libre. Miedo por una parte quizás, pero nada se puede hacer, la decisión ya está tomada, solamente falta tocar agua y ver que todo ha salido bien. Puede que sea cuestión de décimas de segundo pero esa sensación de saber que por un tiempo nada depende de ti debería ser experimentada más a menudo. Si por nosotros mismos no somos capaces de solucionar muchas cosas, ¿habrá que darle una oportunidad a la suerte? Saltemos.