domingo, 31 de diciembre de 2017

2017 de pasión


Dicta la tradición que todos los 31 de diciembre dedico unos minutos y unas líneas a repasar el año que concluye. Lo hago básicamente porque disfruto haciendo el ejercicio de recordar acontecimientos y también para poder seguir avanzando, como si en mi cabeza estuviera Karina repitiéndome eso de: 
volver la vista atrás es bueno a veces, mirar hacia adelante es vivir sin temor.

Y vuelvo la vista atrás exactamente 365 días y recuerdo como hace un año una fuerte gripe se adueñaba de mí. Tan fuerte fue su efecto que no pude celebrar la entrada en 2017 como me hubiera gustado, fíjense que ni ropa interior roja vestí para dar la bienvenida al año que hoy termina. 

Como homenaje a quienes me quieren y/o me leen por aquí, en verano de 2016 había encendido dos velas en la basílica del Sagrado Corazón de Montmartre  pero mi cabeza no recordó compartir con ustedes la imagen que así lo constataba y desearles que la luz no dejara de acompañarles.





Pese a no llevar calzoncillos rojos y pese a no compartir las instantáneas, me aventuro a decir que creo que fue un buen año, y aunque no soy tan simple como para clasificar un año en función de los éxitos deportivos de mi equipo, creo que la siguiente imagen representa bien lo que ha sido este 2017 ya moribundo y lo que pido para este todavía misterioso 2018.




Pasión y vergüenza veo en esta foto al igual que en el año, aunque como siempre, todo depende del cristal con el que se mire.

Veo y deseo pasión, pero de la buena, no como la que ha hecho que Cataluña haya sido la palabra más repetida de los últimos tiempos, ya sea por la absurda supuesta pasión de aquellos terroristas que sembraron el caos en Barcelona y Cambrils o por la obsesa pasión por poner fronteras en un mundo cada vez más global, convirtiendo una tierra plural en un lugar dicotómico, o conmigo o contra mí. Para 2018 pido que Cataluña retome el brillo y la magia que muchos de nosotros le conocimos en su momento.

Estos falsos apasionados terroristas, también atentaron en Manchester o Turquía, creando nuevos héroes como Ignacio Echevarría quien con su monopatín intentó salvar vidas en Londres.

La pasión buena de la que hablo es la que mostraron muchos de quienes nos abandonaron este año, pasión como la de Chiquito de la Calzada por hacernos reír o Ángel Nieto por el motociclismo. Pasión como la de Carme Chacón por sus ideas, o la de Pablo Ráez, el malagueño que consiguió con su pasión por la vida (qué pasión tan simple, y a la vez tan compleja) que aumentaran las donaciones de médula. Pasión por la música como la de Chester Bennington, vocalista de Linkin Park a quien la vida le pudo. Igual suerte corrió Miguel Blesa, aunque su caso se acerca más a la palabra vergüenza que comentaré más adelante. Mejor quedarse con la pasión de Bimba Bosé y David Delfín.

Entre la (poca) vergüenza y la pasión también se movía Hugh Hefner, el creador de Playboy fallecido recientemente.

Pasión no son el casi medio centenar de víctimas fallecidas en el último año por culpa de la violencia de género, eso es una auténtica vergüenza. Como la que no mostraron los integrantes de la manadadurante el juicio que tuvo lugar este año.

Vergüenza es, o al menos debería serlo, ver a un Presidente del Gobierno declarando como testigo ante un juez o el bochornoso error en la entrega de los Oscar.

Vergüenza tuvo que sentir Susana Díaz al verse superada por Pedro Sánchez o algún norteamericano al ver las múltiples salidas de tono de su presidente.

2017 nos ha traído también la resolución de la peor forma posible de algunos casos como el de Diana Quer o Víctor Teni, una asesinada y otro por culpa de una caída. Para sus familiares y para los de quienes se encuentran en igual situación van mis mejores deseos.

En las islas, este 2017 también hemos tenido momentos vergonzosos que afortunadamente no quedaron en anécdotas como el choque de aquel barco de la Naviera Armas con un dique en Gran Canaria o la caída del techo de una discoteca en Arona. Mención aparte merecen las microalgas que tiñieron nuestras costas de un extraño color.

También ardieron parte de los montes de Gran Canaria, y en la montaña, pero en este caso de Tenerife, la atleta Gema Hassen- Bey, con su pasión logra emocionarme y rayar mis ojos a casi 3000 metros de altitud. 

En lo personal, este año de Bajada de Virgen en El Hierro, he podido llegar a lugares en los que no había estado y cumplir metas que a priori parecían imposibles. Fue el año de reencontrarme (con personas, con lugares o conmigo mismo) y aprender que muchas veces querer es poder.

Concluye este año, el año del "Despacito" y como ya adelanté antes, espero que el 2018 venga cargado de pasión (de la buena).


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Por mi parte, intentaré pasarme más por aquí. Mis mejores deseos para todos ustedes.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Suerte

En unas horas dará comienzo el tradicional sorteo de Lotería de Navidad. Mientras dure el sorteo, será el día oficial de la suerte. Una vez concluido, pasará a ser el día oficial de la salud, o más bien del consuelo.

Pero  antes de que los niños de San Ildefonso aumenten los ceros de mi cuenta bancaria quiero escribir muy brevemente sobre la suerte.

Este mismo verano, con alguna copa encima, discutía con unos amigos sobre la existencia o no de la suerte. Y lo defendí por aquel entonces y lo seguiré defendiendo de momento: existe y eso de "la suerte hay que buscarla" no es más que una generalización preciosa para adornar cuadernos y calendarios, lo firme Mr Wonderful, o lo haga Paulo Coelho. La suerte existe, y todo aquello que conlleve nuestra propia acción ya no es suerte, es otra cosa, pero suerte no.

Creo que he tenido mucha suerte a lo largo de esta vida cada vez más larga. He sido tan afortunado que soy incapaz de hacer un listado de mis fortunas, así que simplemente hago un resumen, de todas esas pequeñas cosas que por lo general no me paro a agradecer, pero han sido toda una suerte.

Suerte de conservar amigos, de haber conocido a mis cuatro abuelos, de haber tenido la suerte de comer en casa en mi época escolar (aunque eso haya derivado en ser un tiquismiquis a la hora de comer). Suerte fue nacer en una época como esta, mejorable pero con herramientas para mejorar este mundo.

Suerte fue nacer en lo que llaman en el paraíso. Afortunado también por haber crecido en un ambiente sano, alejado de vicios, pero no como quien vive en una burbuja sino como quien lo ve a la distancia exacta para ver y decidir no caer en ellos. 

Tuve la gran suerte haberte conocido, de haberla conocido. De cruzarme con tanta gente sorprendente en este camino. 


Así que pase lo que pase mañana, yo ya habré ganado. Y que nadie niegue que este gordo sí que ha estado muy buen repartido. 


Y que esto no suene oportunista, ni ventajista, ni derrotista por favor. Porque repito que esta será mi última entrada antes de que una cifra me dé una gran alegría.

jueves, 30 de noviembre de 2017

Final del cuento

Los que me conocen bien, incluso los que simplemente me conocen sin más, saben de mi peculiar gusto para la comida. Tan especial soy que terminaría antes nombrando las cosas que como que las que no (aprovecho la ocasión para pedir perdón de corazón a todos los que se han visto afectados de alguna u otra forma por esta particularidad).

El caso es que no sé si alguna vez llegué a probar las perdices, pero sí puedo asegurar que no será el primer menú por el que opte cuando la felicidad plena* llegue a mi vida.

Entiendo que en muchos de los cuentos y demás componentes de mi infancia se primó la rima y armonía por encima del sentido de la realidad, pero no voy a perder tiempo culpando a Disney, Los Hermanos Grimm o a Hans Christian Andersen.

Sí, seguramente ya lo habrás intuido, me refiero a esa famosa frase: "Y fueron felices y comieron perdices". Creo que ha llegado la hora de cambiar el final del cuento, de hacerlo más creíble, que no todo en el amor es compartir mesa y mantel.

Por lo tanto, he decidido que las nuevas generaciones deben ver, oír o sentir que sus cuentos acaban con esta estructura:

Y fueron felices, y ___________ cicatrices.

Estas son mis propuestas, a la espera de que llegues tú y pongas las palabras que quieras y se las regales a quien corresponda.

- Y fueron felices, y borraron cicatrices

- Y fueron felices, y se hicieron cicatrices

- Y fueron felices, y olvidaron viejas cicatrices

- Y fueron felices, y amaron sus cicatrices

- Y fueron felices, y cuidaron sus cicatrices

- Y fueron felices, y evitaron cicatrices


Y así me despido, deseando tu felicidad, con o sin cicatrices.


Nota: reconozco que mi admiración por las cicatrices es una realidad, de hecho les invito a leer o releer esta entrada de hace ya casi 3 años (Leer). En esta entrada podrás leer mi definición de cicatriz como "muestra física o emocional de algún acontecimiento extraordinario sucedido", por lo tanto recomiendo que algunas de las opciones anteriores no sean tomadas como una invitación a la guerra  . 




*La felicidad plena y eterna, a mi parecer no existe, pero vamos a dejarlo así por motivos de espacio.

martes, 24 de octubre de 2017

Morir a los 27

Escribía hace un año por estas fechas, aprovechando mi 27 cumpleaños que yo o moría con esa edad como los grandes (Kurt Cobain, Amy o Cecilia) o lo hacía con 100 años. Afortunadamente, no ha sido lo primero. Fallecer con 27 años debe saber al primer sorbo a la copa, a ese buchito que sirve para medir cuan fuerte está. Quizás sea como irse de una fiesta en la que los invitados no han terminado de llegar.

Hay muchas formas de morir, y de muchas de ellas morí con 27: de sueño, hambre, miedo, vergüenza, dolor, frío, pena, amor, rabia, de recuerdos...

Con 27 morí a manos del látigo de la indiferencia, igual que con un gol presenciado en el fondo de aquel estadio, mientras un árbitro al que todavía no me he atrevido a calificar hacía de las suyas y aquel niñato vestido de payaso me increpaba.


Morí los lunes por la mañana y también algún martes o de 16.00 a 16.30 con horario de verano. También lo hice en los atascos de los viernes, con miedo a llegar tarde. No podría permitirme volver a llegar tarde. Fallecí y desfallecí en carnavales, como todos los años, haciendo eterna a aquella peluca emérita que huye de su jubilación.

También morí con la voz en directo de Pedro, Ismael y Andrés, compositores de parte de la banda sonora de este corto que va camino de largometraje. Muy seguramente ellos me entenderían si supieran que morí con teléfonos que no sonaron y con teléfonos que sonaron demasiado o también al perdonar y ser perdonado.

Morí en aquel bar, en aquellos apartamentos, aquel albergue, aquel camping o en aquel hotel con un recepcionista triste. En aquel vuelo desviado a Roma por tormenta o al ver sangrar mi tabique nasal en aquel tobogán también morí.

Con 27 morí como trabajador a tiempo completo, volviendo a la universidad. Ya no queda pared para tanta orla. También entre tanto referéndum y articulo 155 morí. Me sorprendió la muerte en el sillín de una bici, igual que cumpliendo el voto con la Virgen de los Reyes sobre mis hombros.

A 3580 metros de altitud también decidí morir mientras brotaban miedos. De la misma forma, se quedó una parte de mí en algún lugar entre Oviedo y Compostela porque fue a los 27 que decidí dejar de ser para siempre un "no peregrino".

Morí al conocerla y al verla marchar cuando solamente dejó su nombre, una canción,algún guiño de ojo y un recuerdo que no para de acosar. Despedirse para siempre con 27 será siempre sinónimo de dejar morir una parte de uno mismo.

Y pese a tanta muerte, sigo vivo, porque igual que morí de las formas detalladas (y obviadas) también volví a nacer y todavía me pregunto qué palabra es el contrario de morir, si vivir o nacer.

jueves, 28 de septiembre de 2017

Jimmy (2/2)

Prometí seguir hablando sobre Jimmy en este blog. ¿Recuerdan? Aquel enigmático señor que conocí este verano y con el que no medié palabra y que tenía un poco de todos nosotros.

Jimmy tiene su propia página web, página que no me he molestado en visitar, por miedo a que derrumbara mi idea sobre él. (Si no recuerdo mal, la entrada era algo así como www.jimmy-Jimmy.com) (riego que si alguien se anima a entrar y detecta que esta no es la web me avise).

En fin, no voy a alargar más el momento, este es Jimmy:




Sí, un hombre-orquesta, capaz de "darle a todos los palos" y tocar lo que le pidan, capaz de entender el concepto armonía mejor que nadie. Repito que podrías ser tú.

Me apetecía usar el símil del hombre orquesta, mas creo que una imagen vale más que unas centenas de palabras. Así que solamente termino presentando mis respetos a todos los Jimmys del mundo. Y ya dije que Jimmy también eres tú.

jueves, 31 de agosto de 2017

Jimmy (1/2)

Conocí este verano a Jimmy en una acogedora plaza europea. Seguramente tú también conocerás a un Jimmy, es más, tú también tienes un poco de Jimmy. Por eso, lo importante no es su género, aspecto físico, edad o nacionalidad. Lo que hace de Jimmy alguien "especial" es su actitud. En realidad, es la actitud lo que hace que cada uno sea especial a su manera.

Dicho esto, debo reconocer que no medié palabra alguna con Jimmy, y no me arrepiento de ello. De haber hablado, seguramente esta entrada no existiría y su paso por mi vida hubiera quedado en una mera anécdota, junto con todas esas personas que alguna vez me crucé y no dejaron huella.

Así que he decidido jugar a imaginar su vida, tirando de clichés y asumiendo que una vez más la realidad superará a la ficción.

Jimmy no es el mejor en nada pero se niega a resignarse, a aceptar eso de que jamás llegará lejos solo y por eso desnuda a diario sus miedos y se viste con ropa cómoda para afrontar los retos que la calle quiera traerle a diario. Porque venga lo que venga, le hará frente y pondrá su mejor sonrisa, aunque no haya gana alguna de hacerlo. Podría quedarse en su casa, por el simple motivo de saber que hay gente que hace mucho mejor lo mismo que él. Pero no, nadie hace lo mismo que él.

Mi imaginación no quiere (o no puede) intuir cómo será su vida personal, pero es que no importa saber si vive solo, acompañado, cerca, lejos o cuánto tiene o deja de tener.

Lo que realmente importa de Jimmy es que ha sido capaz de buscar soluciones con el único fin de alcanzar sus sueños. Definitivamente, admiro a la gente como Jimmy, y ya dije que tú también tienes algo de él.


-- Soy consciente de la ambigüedad de esta entrada, y por ello he decidido darle una segunda entrega, sabiendo que segundas partes nunca fuero buenas. Y sí, tendrá fotos de Jimmy. Prometido--

lunes, 31 de julio de 2017

Todo pasa

Bien es sabido por todos que no es lo mismo oír que escuchar, y debo reconocer que en ocasiones he pecado de no escuchar y limitarme a oír, por no nombrar aquellas veces en las que ni tan siquiera oí. Sé que no es un defecto propio y que como yo hay muchos más, pero no hay consuelo que valga. En ocasiones hay quien se atreve a advertirme de este error, y otras veces logro darme cuenta sin ayuda de nadie.

El caso es que no puedo enumerar la de veces que oí a Serrat cantarle a Machado desde aquella cinta de casete que acostumbraba a sonar en el Ford Escort por aquel entonces nuevo que paseó mi infancia. Sí, era en la misma cinta en la que Ana Belén y Víctor Manuel se dejaban contaminar por la letra y música de Pedro Guerra, a quien luego también mencionaré.

Cantaba Serrat y sobretodo recitaba Machado que todo pasa y todo queda. Y pasaron más de 20 años hasta que yo me detuviera a analizar tan aparente frase una fría noche de invierno y lo que quedó fue mi cara de tonto al no haberme detenido nunca con tal afirmación, no sé si debido a mi nivel de dispersión o a que con 6 años mi estructura mental no me permitía entender tal sentencia. 



Porque sí, todo pasa y todo queda. Lo bueno y lo malo. Para mal y para bien respectivamente.
No solo pasan las tormentas y dejan la calma, ni las borracheras que dejan resacas como rastro o las heridas que dejan cicatriz. Queda la estela en la mar tras el barco o en el aire tras los aviones o quedan las agujetas tras las maratones. Siempre queda algo, ya sabes que la energía ni se crea ni se destruye, solamente se transforma.

Pero quiero ir más allá, a todo aquello que queda y que aparentemente no puede ser visto a simple vista. En los miedos que quedan, en la experiencia ganada o en el tiempo perdido, en quienes dejamos o nos dejaron por el camino, ese camino que hacemos al andar y solo al andar, como el propio Machado comentaba. En los recuerdos que quedan en eso que llamamos memoria.
A veces, lo que queda es una verdad caduca, que pudo ser cierta en algún momento pero ya no es tal. Todo queda. Hasta lo que pasa de puntillas (con forma humana o no) y parece no alterar nada, deja algo, la indiferencia. 

Sin embargo, como antes decía, lo bueno también pasa y en mi opinión, es esto lo que más duele de la frase de Machado. Una sentencia rotunda. Saber que lo bueno pasará suena igual que el despertador que posa en mi mesa de noche, nunca llega en el mejor momento. 

Echando la vista atrás, no hacia mi infancia sino hacia mi adolescencia, recuerdo que al concluir la etapa escolar, en el discurso de graduación los compañeros decían algo así como que no hay nada más triste que un recuerdo feliz. Todavía me pregunto si es una frase apropiada para un acto así, cuando el tópico por excelencia para estos casos es, al igual que Machado, hablar de caminos, que se separan pero no terminan, si acaso empiezan tras un punto de inflexión. (Por cierto, acabo de recordar que en el mencionado discurso también se hacía referencia a otra canción presente en el casete qué anteriormente mencionaba, y sí, aquel pudo ser y fue un gran día*).

Así que amigo, si estás pasando un mal momento, recuerda que pasará y dejará un aprendizaje que te hará más fuerte. Si por contra estás en la cresta de la ola, no olvides disfrutar, porque si hasta la vida se acaba, ¿cómo no se va a acabar lo bueno?. Disfruta que cada segundo es único.

Y es aquí cuando para cerrar nombro a Pedro Guerra pidiéndole prestada una frase, "el tiempo lo cura todo, pero no del todo"


 *Sí, aquel día y todo lo que allí se dijo, todavía sigue haciéndome reflexionar. Para muestra esta entrada de hace unos años.

jueves, 29 de junio de 2017

Más de 2.000 palabras

No diría nada nuevo si comentara la falta de tiempo para atender este blog que tengo.

Tampoco sería la primera vez si dijera que tengo intención de retomar la sana costumbre de dejarme ver por aquí, que el verano me inspira.

Pero no voy a decirlo una vez más.

Pese a ello, he querido dejarme ver por aquí para dejar mi huella mensual. Y a falta de tiempo para plasmar palabras, voy a dejar dos fotos que si el dicho no falla, vendrían a ser más de 2.000 palabras.


Fuente: www.deporpress.com (Si te aburres, puedes buscar mi espalda en la foto)




Necesitaba mostrar estas dos imágenes para superar el disgusto. Por supuesto hay una reflexión muy profunda alrededor de ambas, pero no es el momento y quizás nunca lo sea.

Dicho esto, feliz verano. Época de reencuentros y de "dejarse ver". Intentaré hacer lo propio.


martes, 30 de mayo de 2017

Unos datos para celebrar

Hoy quiero tirar de prosa para derribar tópicos. Nunca fui muy amigos de ellos, aunque pueda parecer lo contrario. Se nos conoce por nuestra hora menos y por nuestros plátanos y hay mucho más de eso.

Por eso, hoy quiero celebrar el Día de Canarias con un par de datos que hace unas semanas me descubrieron. 

No son datos sobre nuestra gente, no porque no habiten las islas gente maravillosa, no porque no hubiera en su momento grandes canarios que pasearan la bandera canaria por el mundo con la frente alta, no porque no lo merezcan.

Comienzo

·      EL 25% de los Parques Nacionales de España se encuentran en Canarias

·      Las 7 islas mayores cuentan con territorios catalogados como Reserva de la Biosfera por la Unesco

·      El 50% de la superficie canaria está considerada como protegida

·      El 1,3% del mercado turístico mundial elige Canarias

·      Tres reservas Starlight, que certifican la idoneidad de los cielos canarios para la observación


Podría seguir un buen rato más, pero prefiero que quien lo desee, siga investigando.

Dicho esto, me surge una gran pregunta, ¿por qué pese a todo esto, hay quien sigue sin quererte?


Feliz Día de Canarias.