sábado, 31 de diciembre de 2011

2011 ya es (casi) historia

Agoniza este 2011, año que me he permitido bautizar como el año del cambio. Probablemente, todos los años a estas alturas, creyéndome original el título honorífico de “año del cambio” pasará por mi cabeza, negar los cambios es pecar de iluso, pero más de iluso todavía es creer que todos los años el nivel de cambios es el mismo. Pasan ahora por mi cabeza muchas personas, y todas ellas, quien más o quien menos han sufrido cambios, respeto su intimidad, y por ello no voy a publicar ningún dato, me conformo con que cuando alguien lea esto se diga para sí mismo eso de “pues es verdad”.

Hemos tenido que votar en dos ocasiones, quizás con menos ilusión que otras veces, sin ganas, sin esperanzas y sin la fe de que introduciendo un papel en una urna todo iría a mejor. Y si los medios han recurrido al tópico de “fiesta de la democracia” para estos días debo decir que ha sido como ir a una fiesta sin tener ganas, solamente para saludar, buscando la mínima excusa para volver a casa. No voy a entrar a valorar qué parte de culpa tiene el movimiento del 15-M de esta desilusión, o si tan siquiera tiene algo de culpa. Y es que este año que termina ha sido el de levantarse e imaginar otro mundo posible, las formas habrá quien las discuta, pero el hecho de que todavía haya gente con la capacidad de imaginar es de celebrar.

Detrás de este movimiento se esconde también la onda expansiva del “boom” de las redes sociales, redes que ya no solo utilizamos los ciudadanos de a pie carentes de poderes, sino también los periodistas y redactores de los medios de comunicación, que invadidos quizás por la pereza, han encontrado una forma más rápida para buscar noticias. De hecho, ya no sé cómo era un telediario sin noticas procedentes de Twitter o Facebook.

Noticias más dramáticas, más importantes, y más olvidadas todavía han ocurrido este año, Egipto y sus revueltas, terremotos en Japón y Lorca, crisis nucleares en Fukushima… Partidos de fútbol benéficos, conciertos y demás formas de recaudar aparecieron, pero, ¿y luego? Supongo que será ley de vida, al igual que pasa cuando muere alguien, durante días se ensalza su vida y obra y luego caen al olvido, Amy Winehouse, Steve Jobs o Severiano Ballesteros son claro ejemplo de ello. Por el contrario, tenemos a Bin Laden o Gadafi de quienes no he oído tantos piropos.

A caballo entre el balance personal y el genérico me veo obligado a hacer una reseña a la isla de El Hierro, casualmente este año ha sido el único de mi vida en el que no he estado un par de días por allí, y sin embargo ha sido el año que más veces ha sido nombrado en medios de comunicación nacionales. Por consiguiente, ha sido el año que más mentiras he escuchado sobre la isla, y una vez el daño ha sido hecho, nadie ha pedido perdón, nadie se acuerda, y quien tanto dramatismo puso ni se ha parado a pensar en el ridículo que ha hecho.

Dicho esto, del 2011 me llevo una licenciatura, una vuelta a casa, haber conocido gente curiosa, y sobre todo muchos aprendizajes que todavía tengo que asimilar, y espero no olvidar con facilidad. Es este un resumen demasiado escueto, y hay dos motivos para ello, el primero es que lo de poner las cosas en orden y ver en qué dirección quiero avanzar lo he dejado para 2012 y el segundo motivo es que con el paso del tiempo los años se me hacen más fugaces y me cuesta más recordar acontecimientos importantes.

Y es que al final, todo es efímero, al igual que la señal de 110 que tan poco duró, un fuerte abrazo a todos, y mis mejores deseos para cada uno de los 366 días que están por venir.

martes, 20 de diciembre de 2011

Libros sin terminar

No suelo escribir sobre noticias de actualidad, salvo para recordar fechas señaladas, no me manifesté sobre el 15-M, las elecciones del 20 de noviembre, la muerte de Amy, la crisis sísmica en El Hierro, la captura de Bin Laden o todos los acontecimientos que han sucedido desde que comencé mi etapa bloguera. Esto no quiere decir que no tenga opinión al respecto, en algunos casos me mojo más que en otros, pero suelo tener opinión. La verdadera razón de que no escriba sobre las noticias que llenan las portadas es que veo esto de escribir como algo anacrónico, algo que pueda ser leído dentro de unos años y no requiera el uso de Wikipedia para entender qué había pasado para que yo escribiera ciertas cosas.

Sin embargo, en esta ocasión creo que voy a hacer una pequeña excepción, he visto que Miguel Gila, a raíz de un nuevo anuncio de una compañía de embutidos ha vuelto a ser noticia, me alegra realmente que un personaje así no caiga en el olvido, sin embargo me hace gracia la facilidad que tiene mucha gente para subirse al carro y declararse fan número 1 del difunto humorista sin apenas conocer nada de su vida y obra. Como si tuviera que demostrarme a mí mismo que en esta ocasión no formo parte del grupo de los oportunistas, me ha dado automáticamente por buscar entre mis libros alguno de Gila. He encontrado dos, no recuerdo si tengo alguno más por ahí, pero lo más curioso de todo es que en ambos casos había un marcador casi al final.

Esto es muy habitual de mí, creo que de toda mi “colección” de libros, menos del 10% no se encuentra en esta situación, el resto esconde un marcador (u otras cosas que cumplan su función, como pegatinas, folletos, tarjetas de embarque, entradas de conciertos…) entre sus páginas por diversos motivos, el libro no terminaba de llegarme, simple despiste o como pasaba con los libros de Gila, como forma de evitar el final.

Me cuesta mucho admitir que un libro se termina (los libros de clase van en otro apartado), y como si no estuviera preparado para ello, reservo las páginas que me quedan por leer para otro momento, como si la dosis de lectura fuera más necesaria en momentos de bajón. No es tan raro, también lo hace el aventurero en medio del desierto que reserva un poco de agua en su cantimplora para momentos realmente necesarios salvo a tener sed.

Sin embargo, dudo de la eficacia de esta técnica, básicamente porque cuando vuelvo a toparme con estos libros ya he olvidado de qué va el libro, y no recuerdo nada de las páginas anteriores, así que me veo obligado a empezar de cero, cayendo así en un bucle casi infinito.


A lo que iba, tras toparme con un marcador que separaba al último capítulo con el resto de páginas he ojeado y hojeado el libro, creyendo que me iba a acordar de algo, y he acabado empezando por el inicio. La primera historia de Miguel hablaba de un hombre al que su pereza le hacía perderse todas las cosas que quería, así por ejemplo, por no vestirse, bajar a la calle e ir hasta un bar dejaba de reunirse con sus amigos entre otras rarezas.

Casualmente, llevo un par de días de descanso en los que pese a tener ganas de hacer muchas cosas acabo siendo derrotado por la pereza, y optando por acumular horas de sillón ¿casualidad que este libro haya llegado a mí y haya hecho que al menos me ponga a actualizar el blog? Cada vez creo menos en las casualidades.

martes, 8 de noviembre de 2011

Los regalos del otoño

Se ha resistido, nos hizo creer que era eterno, y que estaría para siempre, pero se nos va, poco a poco se difumina el verano rumbo al invierno haciendo escala en el otoño, estación olvidada pero que siempre nos trae a modo de “tráiler” un pequeño adelanto del invierno. Dentro de los múltiples regalos que nos trae el otoño llaman mi atención tres.

Con el otoño llega la lluvia, y con la lluvia la magia, esa magia de ver cómo cambia el ritmo de las cosas, los coches, acostumbrados a ir rápido se ralentizan y dan paso a los atascos, mientras, las calles se aceleran en busca de un soportal donde resguardarse de la lluvia o el camino más corto de vuelta a casa. En otras ocasiones la lluvia sirve para que la gente se crezca. Me explico, lejos de hacer que encojamos, la lluvia hace que el novio que espera a su pareja, paraguas en mano, y la otra mano en un bolsillo, con ese gesto tan de esperar, sea recibido como un héroe a la hora del encuentro, recibimiento que valdrá una sonrisa y acabará con un paseo bajo el paraguas. También la lluvia hará que los campos se vuelvan verdes, y traerá inspiración a poetas y artistas, pero todo esto, mejor que lo digan ellos y no yo.

No solamente sufrirán cambios las calles, los armarios se verán alterados llegarán a él el negro y el gris como color predominante, y se esconderán los colores chillones, las botas harán acto de aparición y se erigirá un ídolo cada vez que alguien vista bermudas y camiseta de manga corta. Yo por mi parte, mantendré la ilusión despierta, puesto que todas las chicas visten igual, me parecerá ver en cada esquina a mi amor platónico, después vendrá la desilusión pero habrá valido la pena y esconderé la vergüenza entre bufandas.

Por su parte, la decoración navideña se adueña de los escaparates y estanterías de comercios, dando el color que a las calles les falta con tanta ropa oscura, el rojo de Papá Noel una vez más llamará la atención de los transeúntes, aunque por dentro, muchos se mantendrán fieles a los Reyes Magos, pero como eso queda lejos, en otoño no surgen esas dudas. Hasta el 7 de enero y desde hoy persistirán arbolitos y figuritas, y una vez pasadas las fechas, el comerciante se verá con stocks inútiles, igual que pasa tras Halloween o Carnavales. Pero como ya dije antes, todavía no es momento de preocuparse, más que nada porque el otoño es una estación de transición, aunque no es menos cierto que toda estación es de transición, toda estación terminará y dará paso a otra pero tarde o temprano volverá.

Y mientras otoño me trae estos tres regalos yo probablemente seguiré expectante viendo la metamorfosis otoñal con mi eterno dilema que me lleva a desear que pase el tiempo para algunas cosas y que se estanque para otras cosas, mientras cuento los días para los exámenes y no me salen las cuentas.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Una reflexión de cumpleaños diferente

Hubo un tiempo en que cumplir años, a pesar de los regalos, me deprimía, me molestaba y me hacía reflexionar mucho. Comencé así a escribir cada vez que llegaba mi cumpleaños y aunque sigue haciéndome reflexionar, el desahogarme ha hecho que trate de buscar una lectura positiva del paso del tiempo.


El tiempo ha venido a por mí y a por todos mis amigos, y no es casualidad que tome prestada la frase que tanta felicidad traía en mi infancia cuando uno se “libraba” jugando al escondite, no es una mera coincidencia porque es en estos días cuando con mayor frecuencia hecho la vista atrás y me encuentro con mi versión de niño, tan lejos y a la vez tan cerca, y lejos de caer en el síndrome de Peter Pan, o en el de Dani Martín (que siempre en sus discos tiene alguna canción que hace alegoría a la infancia) he optado por sumar y asumir.


Sumo y asumo los años, y con ellos sumo y asumo fracasos, pero trato de eclipsarlos con algún que otro “éxito” que a fin de no crecerme trato de no creerme tanto, sumo y asumo también mentiras que con el paso del tiempo han dejado de dolerme. Y esto lo que más me preocupa quizás, porque con el paso del tiempo he perdido la capacidad de sorpresa, volviéndome una persona un poco más desconfiada aún. Desconfío ahora de la palabra gratis, de los mercados, y de algo que antes me imponía tanto como es La Bolsa, no me creo nada ya. El espíritu crítico se ha despertado en mí, como el niño que empieza a ver el mundo con otros ojos tras “descubrir” a los Reyes Magos o como el reo que ve la luz y afronta otra realidad con otra actitud.


El caso es que para no marear la perdiz mucho más, y a fin de que no pase el tiempo mucho más y se mezcle este pequeño “desahogo” con mi ya tradicional discurso de Navidad concluyo en que lo más importante que he aprendido es en dudar cuando alguien dice eso que hay una edad mejor que otra, ¿y por qué? .Pues simplemente porque la mejor edad es siempre la que uno tiene, edades pretéritas ya no volverán y futuras edades son una incertidumbre, y no hay mejor forma de llevar a cabo el “carpe-diem” que asumiendo esto, que para tragarse las palabras ya habrá tiempo cuando la memoria flaquee y las rodillas estén más cascadas. ¿Que los 90 años son la mejor edad? No te lo crees ni tú.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Viajero tecnológico

Llevo un tiempo queriendo escribir sobre la tecnología y en lo que nos ha convertido o más bien en las cosas que nos ha cambiado. En su momento tras desconectar por unas cuantas semanas de varias redes sociales se me ocurrieron un par de frases pero preferí por mi propio bien hacerlo en frío. Posteriormente decidí que para escribir una entrada en la que básicamente se compararan hechos cotidianos actuales con otros del pasado era mejor no hacer nada, más que nada porque ya hay canciones, correos en cadena o incluso programas de televisión que hablan de ello.

No soy ni un amish ni un judío ortodoxo que no pueda usar aparatos eléctricos un sábado ni nada parecido, simplemente tal y como he declarado anteriormente en más de una ocasión soy un sentimental enamorado de las pequeñas cosas, de lo inesperado; y me ilusiono también ante sorpresas. Sorpresas que ya no se dan, sorpresas que han visto reducida su frecuencia por culpa de la tecnología, no hay más que ver que ya casi nadie toca en la puerta sin avisar, así una llamada previa o un mensaje son los nuevos timbres.

Tampoco se reciben cartas ya, y es el WhatsApp quien manda ahora, la letra de máquina de escribir es ahora algo más que retro y un sinfín de cosas más han sido remplazadas, pero voy a obviarlas para no ser tachado de demagogo.

Sin embargo quiero ir más allá, e imagino a Julietas y Romeos (o parejas análogas). Ella en su balcón y él cual trovador en la calle, tratando de robarle una sonrisa, un diálogo o una cita. Esta situación es ahora un anacronismo bastante improbable, sin embargo, quiero darle voz al personaje masculino e imaginar qué escribiría él si pudiera viajar en el tiempo y aterrizar en el día de hoy. Nace así esta pequeña y humilde nota:

Aún recuerdo aquellos días en los que la calle era mía y tuya y de todos, no como ahora que es solamente de los coches, mis paseos acababan bajo tu balcón; y allí, nervioso y dubitativo miraba hacia arriba para ver si estaba iluminada tu habitación. Con la luz de tu quinqué se iluminaba algo en mí, y si me encontraba con la oscuridad eran las dudas las que me asaltaban ¿Dónde estarás? ¿Qué estarás haciendo en este momento? ¿Andarás con otro?
Fuera como fuera, confuso y casi sin aire luego silbaba para que te asomaras, a veces lo hacía con el alma y otras veces silbaba con el puño, pues en él estaba mi corazón.
Los tiempos han cambiado, y ahora no te busco bajo tu balcón, de hecho lo único que sé sobre tu casa me lo ha dicho el street view del Google Maps, ahora trato de encontrarte en el hueco que te corresponde. Y sé que te preguntarás qué hueco es ese, y ese no es otro que entre mis dos amigos a los que no conoces pero te preceden y te siguen en el orden del chat, en ese hueco que ocupas cuando te conectas. Y debo decir que cuando estás ahí tu nombre me alumbra más que el quinqué de tu habitación, mientras tanto, el silbidito que te alertaba de mi presencia ha cambiado por el sonido de mis dedos con el teclado, sonido que camuflo mientras escucho en youtube la música que me sugiere una maquinita. Pobres grillos de tu calle que ya no son escuchados, pobre de la ropa de abrigo con la que paseaba que hoy se ha visto sustituida por el pijama y pobres borrachos de la taberna de tu calle que ahora no tienen con quien meterse…


NOTA: Lógicamente de momento no conozco viajeros en el tiempo que me faciliten estas notas ni nada parecido, así que no se vayan a creer que estoy loco ni nada de eso, tranquilidad que de momento sigo bien. Y puestos a aclarar, esta entrada no ha sido ni subvencionada por integrantes de la Cienciología ni por detractores del progreso y los avances tecnológicos.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Indecisión

En el origen de este blog, allá por enero de 2010, a la hora de presentarme escribí que había elegido mi carrera a raíz de lo mucho que me costaba decidirme, ese problema persiste, pero tras darle muchas vueltas por fin me he decidido a manifestarlo públicamente.


No soy médico ni nada parecido, así que no sé bien cómo se redacta un informe médico, aunque supongo que habrá que empezar hablando de los síntomas:

El caso es que si en un bar pido un Aquarius y me preguntan ¿naranja o limón? Acabo diciendo eso de “el que tú quieras”, por una parte es entendible esa respuesta, pero igual respuesta se ha llevado más de una vez mi peluquero. Por otra parte, jamás tuve un mejor amigo por no tener que mojarme, carezco también de color favorito, comida preferida o cualquiera de esas cosas, salvo número de la “suerte”, que fue él el que me eligió a mí.

Tampoco tengo libro favorito, ni actor, ni actriz… de hecho por no tener no tengo ni prototipo de mujer ideal, ni idea alguna de donde vivir dentro de unos años ¿Chalet? ¿Piso? ¿Ático? ¿Casa con jardín en medio de la nada? También he tenido que explicar en más de una ocasión que no soy ni del Barcelona ni del Real Madrid.

Y en lo que a mis finanzas respecta, todavía no sé cuánto tengo que ahorrar para comprarme mi primer coche, ¿Será un deportivo? ¿Un todoterreno quizás? ¿O un coche familiar? No lo sé.
Además no sé qué prefiero si los retos fáciles o los complicados, pero me consuela ver como hay mucha gente en mi misma situación, aunque por otra parte también pienso que hay gente que tiene como afición principal quejarse, bien sea por tener que afrontar una situación compleja o porque todo es demasiado fácil.

Otra situación tensa tiene lugar cuando quiero quedar con alguien, así surgen mil preguntas ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Qué hacemos? … En este caso, la mejor solución es optar por la improvisación como alternativa, aunque conociéndome a la más mínima acabo dejando el bastón de mando a la otra persona.

Este problema también tiene repercusiones en mi apariencia física, más allá de los “mañana empiezo en serio con el gimnasio” o los "¿me afeito?" , a veces quiero asumir mis entradas en la cabeza y raparme, y por el contrario, otras veces me gustaría dejarme el pelo largo.

Sin embargo, en los próximos dos meses creo que llegaré al cenit de mi problema, al tener que afrontar las segundas elecciones de este año. Volverán los mismos discursos, las mismas promesas, y yo, sin una ideología clara. No sé si sobreviviré o acabaré optando por fugarme a una cueva y acabar totalmente incomunicado.

Y ahora surge la pregunta, ¿A qué se debe esta entrada tan atípica? No lo sé, para variar, no pretendo ni dar pena ni me creo gracioso, simplemente creo es una forma más para justificar mi pereza a la hora de escribir, y es que tenía en mente escribir bastante este mes de septiembre, aprovechando todo mi tiempo libre pero mi indecisión no me ha dejado, hasta tal punto que ya no sé qué prefiero, si tener demasiado tiempo libre o andar siempre ocupado entre exámenes, trabajos, clases y demás menesteres.

Y sé que ahora debería terminar esta entrada diciendo algo asi como “no dejes que otros decidan por ti” pero es que todavía no me decido a ponerlo.

lunes, 22 de agosto de 2011

Que no caduquen...

Hace ya unos años, no sé bien cómo, de forma espontánea, vino a mi cabeza una combinación de palabras que hasta la fecha no había escuchado ni se me había ocurrido antes. La idea era muy simple: “los sentimientos caducan”. Siempre quise escribir sobre ello, pero no sabía qué otra cosa podía añadir para defender una tesis tan esclarecedora. No sé bien si en alguna entrada del blog colé la frasecita, pero durante un tiempo en toda conversación medianamente seria salía a la luz mi pequeño descubrimiento. Sin embargo, por norma general, nadie le prestaba atención ni parecía sorprenderse con mi afirmación, y creo que es eso lo que más me sorprende.

Lo hemos asimilado con mucha resignación, sin quejarnos, todo tiene fecha de caducidad, todo se acaba, hasta el agua tiene fecha de caducidad, años y años en galerías y una vez embotellada no aguanta ni un lustro; la moda también caduca, lo que hoy es tendencia mañana será carne de trapo para limpiar cristales en el mejor de los casos. Lo mismo sucede con la música, quienes hoy gobiernan en las listas de los más vendidos (quien dice vendidos dice bailados, escuchados o descargados) dentro de una década quizás solamente sean pasto de nostálgicos. La tecnología tampoco se salva, quien realmente quiera estar a la última tendrá que vivir por y para ello, sacrificar sus vacaciones (además de sus ahorros) para ir a comprar porque en menos de un mes el “panorama tecnológico” habrá cambiado totalmente. Y no es ese el único problema porque un gran desembolso por un artilugio no asegura que vaya a ser eterno, se romperá, interesa que se rompa y por eso se romperá, dejará de funcionar y no quedará otra que resignarse.

Ahora bien, ¿cómo pueden caducar los sentimientos? ¿Estará esto relacionado con las estrategias mercantilistas de las que hablaba antes? No lo sé, quizás nos falte memoria y la amnesia haga que se difuminen sentimientos, el tiempo desgasta nuestra memoria, y esta a su vez desgasta a los sentimientos, quien hoy te quita el sueño quizás dentro de medio año sea una mera anécdota, el amigo al que hoy le cuentas todo puede convertirse en un desconocido más en unos años, las oportunidades y sueños que hoy tienes en muy poco tiempo pueden convertirse en cachito de olvido, cual juguetes en el trastero; una auténtica pena, lo que el día de ayer te ilusionaba hoy como mucho aspira a seguir manteniendo un hueco antes de ser desechado o en su defecto, corriendo mejor suerte, reciclado. La oportunidad perdida, junto con la flecha lanzada y la palabra pronunciada, como dice el proverbio chino, no vuelven jamás, y eso me aterra mucho.

Y es que temo que el ingenio tras haber sido despertado por las crisis se marche al volver los tiempos de bonanza, que sin duda volverán, el sentimiento de orgullo caducará y volveremos a caer en los mismos errores, nos acomodaremos, y quizás alguien vuelva a preguntarse eso de ¿por qué caducará todo? Contra el resto de caducidades por motivos biológicos o económicos podemos hacer más bien poco, pero contra la caducidad de los sentimientos hay más soluciones que escribir una simple entrada en un blog.

jueves, 28 de julio de 2011

La palabra exacta

No es la primera vez que me pasa pero llevo un tiempo en busca de la palabra precisa, esa que diga lo que pienso y además suene bien, esa que sea original y deje claras mis intenciones. Mil rodeos y malabares, palabras que no encajan en este puzle, para al final llegar a la conclusión de que la palabra ya está más que inventada, quizás desgastada y puede que también mal utilizada en muchas ocasiones. Gracias es la palabra que necesitaba. Dice la canción eso de “Gracias a la vida que me he dado tanto”, gracias a la gente que compone mi vida que me ha enseñado tanto, corrijo yo.


El caso es que al volver a casa me encuentro con situaciones que me reconfortan, pese a este pequeño síndrome “post-erasmus” que no niego poder estar padeciendo. En primer lugar agradezco el cruzarme con gente por la calle que no confiaba en mí, porque me han enseñado que en el fondo no soy tan rencoroso como creía y no tengo problema alguno en dedicar un par de minutos de mi tiempo a gente a la que otros le darían la espalda. Por otra parte agradezco a mi familia el haberme permitido ser el típico niño que en vez de jugar con otros niños se quedaba con los adultos en la mesa, porque es ahí donde aprendí muchas de las cosas que hoy sé, haciendo un gran esfuerzo por estar callado y escuchando, en otras palabras siendo “ropa tendida”.
Sería también muy absurdo no agradecer a mis amigos el saber esperar para verme, y sobretodo el querer verme, el apoyo emocional prestado desde la distancia, igual que tampoco puedo olvidarme de tonta esa gente, potenciales amigos que a su manera me han acompañado en este tramo fuera de casa, recordándome, por si acaso se me fuera a olvidar que como bien dice la definición de sinergia, el resultado de la unión de dos o más elementos es mayor que el de cada elemento por separado, y ahora dejo que se cambie la palabra elemento por “isla”.


Por último y sí por ello más importante, para por una vez ser claro y breve debo decir que me parece cuanto menos curioso que tal día como hoy pero hace seis años tuviera lugar el peor día de mi vida y que hoy más de un lustro después venga a dar gracias al mundo. Gracias a ese día aprendí lo fugaz que es la vida, el “carpe diem” y demás frases de carpeta de estudiante y tatuaje de nostálgico pasaron de ser un mero tópico a ser una lección aprendida, enseñándome que en un segundo puede cambiar todo, sin embargo no le doy las gracias para nada a la vida por esa mala jugada, me quedo con el aprendizaje y punto.


En conclusión, por si no queda claro, gracias por haber ayudado en mi formación, no solo académicamente sino también personal, que al fin y al cabo es lo que importa, de nada vale un buen currículum vitae sin tener el cariño del prójimo, y yo por lo menos siento haberlo tenido este año.

martes, 12 de julio de 2011

Cajón desastre de sastre

¿Qué tres cosas te llevarías a una isla desierta?


Es esa una pregunta muy recurrente, de hecho, suele hacer aparición casi siempre en momentos ociosos, donde plantearse ese tipo de cosas es casi la única preocupación. Habrá respuestas de todos los tipos a la cuestión, de hecho por cada persona habrá una respuesta que le delatará y dejará ver su grado de originalidad y el estado de su espíritu de superviviencia: mecheros, navajas, mantas, libros, play stations y su correspondiente generador de electricidad, neveras infinitas con cervezas…


A raíz de esto, y como variante de la pregunta anterior, o quizás sin relación alguna, de vez en cuando suelo preguntarme qué cosas trataría de salvar si se incendiara mi casa (toco madera para que esta no arda) (lo siento, tenía que hacer este juego de palabras).Nunca he encontrado una respuesta clara, es más en función de cómo ande mi estado anímico se me van ocurriendo varias cosas, a veces pienso que cogería los álbumes de fotos, así siempre quedara algún recuerdo al que echarle un ojo de vez en cuando, otras veces pienso en papeles como el libro de familia, cartillas de ahorro... Pero dado que ya casi todo está informatizado suelo cambiar de opinión y por eso se me ocurre que salvar los ordenadores y demás material tecnológico será la solución correcta, y rara vez logro pensar en algo mejor.


El caso es que cuando llega el momento de hacer mudanza o hacer/deshacer una maleta suelo caer en la multitud de cosas que uno piensa que va a necesitar, y al final acaban estancadas, y como al contrario cosas que uno cree que no utilizará mucho al final son usadas mucho más de lo que uno pensaba al final. Es cierto tal y como predican tanto grandes oradores como ciudadanos de a pie nos aferramos a lo material, pensamos que todo nos va a hacer falta, acumulamos más de la cuenta y nos pueden las ansias, queriendo tener más y olvidándonos que en el cementerio tantos artilugios nos servirán para más bien poco. La teoría me la sé pero todavía no entiendo la razón por la cual acumulo toallitas de Binter, creyendo que tarde o temprano me harán falta, y no, son carne de bolsillo.


Por otra parte, y es aquí a donde quería llegar, este año he echado de menos muchas cosas, es evidente, y negarlo sería una mentira muy grande, pero tras meditar un poco y queriendo clasificar mis carencias creo que lo que más he podido extrañar con toda sinceridad son los abrazos, de hecho, de haberlo sabido me hubiera traído una cajita con ellos y los hubiera dosificado para usarlos en momentos puntuales. Mentiría si tratara de negar que echo de menos algunos abrazos más que otros. Es más creo que algún día debería profundizar en los abrazos, en sus modalidades, en su duración, su grado de sinceridad, su fuerza, su capacidad de sorpresa pero sobretodo en sus prolegómenos, en ese momento en el que las personas que se reencuentran deciden que es momento para sellar el momento con un abrazo.

Y todo esto me ha demostrado una vez más que prefiero aprender por error y por mi cuenta que esperar a que personas disfrazadas de filósofo intenten enseñarme a base de refranes y frases de sobre de azúcar. Lo siento, soy así de cabezón.


En definitiva, veo que me he vuelto un romántico, o mejor dicho, se me ha acentuado tanto mi romanticismo que está llegando a un punto nada positivo. Debo cambiar.

domingo, 26 de junio de 2011

Saliendo del paso en junio...

He vuelto a caer en los mismos errores y he dejado pasar otro mes sin escribir, otra vez casi sobre la campana me enfrento a la pantalla de mi ordenador con la intención de escribir algo medianamente coherente. No quiero ser reincidente y volver a culpar a los dichosos exámenes de mi ausencia, así que esta vez me voy a limitar a culpar al mes de junio en sí. Mes con el que nunca he terminado de aclararme.

Junio me sabe a final, a notas, a exámenes, a despedidas,( grandes despedidas), a planes que desde un principio están abocados a no ser llevados a cabo, me sabe también a graduaciones y sus pertinentes tópicos, tiene también cierto sabor a cambio de chip, a tener que aclimatarse a otros horarios, a arreglar papeles… Por otra parte, junio me lleva a quemar viejos propósitos, a quitarme el reloj, a planificar el tiempo libre, aEurocopa o Mundial en años pares, a acordarse de toda esa gente a la que uno quiere ver…

También fue en junio cuando tomé la decisión de cambiar de aires, algo meditado pero con aires de improvisación, al fin y al cabo es improvisando la única forma de vivir que conozco.

En un par de días se cumple un año de ese momento en el que decidí (decidimos) el piso donde pasaría gran parte de este año, sin embargo aún no me siento capacitado para hacer balance sobre ello, básicamente porque creo que las buenas y malas obras de arte hay que verlas desde lejos, a la distancia correcta, o en otras palabras, para ver bien una foto en el ordenador no hay que ampliarla hasta que se pixele ni alejarla tanto como para que no se diferencie nada.

Un poeta diría que la vida son píxeles, algunos negros, otros con más color, otros vacíos, algunos camuflados y otros tantos dándole sentido a la imagen. Metáforas aparte, mi intención es poder escribir algún día sobre este año/curso pero todavía ando buscando la distancia temporal correcta para hacerlo, aún no es el momento porque quedan píxeles por descubrir y tendré que estar atento para no alejarme tanto como para que se difuminen mis recuerdos y corra igual suerte la imagen que quiero dibujar. Lo que sí puedo afirmar con total seguridad, a modo de lienzo sobre el que pintar es que estos días no resultarán ser unos días discretos, y seguramente se dejarán ver con algún fotograma el día que toda mi vida se me pase por delante. Y sabré que todo comenzó en junio…

Y así termina esta pequeña reseña a junio, saliendo del paso, y esperando no volver a tropezarme con meses tan traicioneros como este. Sin embargo creo que pido mucho.

lunes, 30 de mayo de 2011

Ya se me olvidaba qué día era hoy...

Entre tanto cambio de blog casi se me olvidaba que hoy era Día de Canarias (con mayúsculas lo de Día)... y tirando de "hemeroteca" he llevado la vista atrás para ver lo que escribía hace ya un año, me sorprendo a mí mismo, ya que sigo pensando igual, de hecho me reafirmo en todo lo dicho, palabra por palabra, y más si cabe habiendo profundizado un poco más en la otra capital canaria. Dado que poco más puedo añadir, solamente me queda decir eso de "Feliz Día de Canarias"
PD: Sigue siendo una GRAN suerte vivir aquí

Cambios en el blog

He vivido siempre al límite de la indecisión, nunca tuve claro qué estudiar, y peor aún nunca supe si quería o no a ciertas personas. Declaraciones innecesarias a un lado, he de reconocer que he estado un buen rato cambiando la apariencia de este blog y lo que más me ha costado decidir ha sido qué foto poner de fondo, pensé en poner una con una bandera a cuadros, pero eso de estar siempre pensando en la meta no es muy recomendable; existía también la opción de poner la imagen de una bodega, pero la broma estaría servida por un tiempo, montañas nevadas, ríos y letreros luminosos de Las Vegas me tentaron también. Imágenes de crucigramas, a forma de metáfora o cartones de huevos también eran opciones. (En el caso de los huevos hubiera dado juego con el nombre de este blog, y como comprenderán no es cuestión.
El caso es que dado que siempre ando quejándome de la falta de tiempo para este blog pero intento terminar siempre con una frase optimista he optado por la actual foto de una bicicleta aparentemente abandonada. ¿Motivo? No solamente por eso que dicen de "montar en bici nunca se olvida" sino porque pasar un ratito por este blog resulta siempre un soplo de aire fresco.
Y así varios motivos más como mis recuerdos de infancia por ejemplo, el caso es que espero que gusten estos cambios.

viernes, 27 de mayo de 2011

Tiempo

Si hay dos conceptos que me causan admiración, casi convertida en obsesión son el tiempo y el cambio. Sobre el cambio ya he escrito varias veces, pero aún así junto con el tiempo forman una curiosa combinación (cambio y tiempo, tiempo y cambio).
Somos tiempo, decía una antigua profesora, y quizás fue eso lo que más se me quedó de su clase (da que pensar sobre el sistema educativo que esto sea lo más importante que uno aprende en clase).
El caso es que miro el calendario y llevo mi vista atrás hacia el mismo día y mes de otro año y cual acto reflejo suena dentro de mí eso de “cómo pasa el tiempo”, o peor aún, miro el calendario y llevo mi vista hacia delante y pienso eso de “¿ya? Se me viene el tiempo encima”. Y viene tan tan encima que me aplasta. El caso es que se me ha ido ya casi un año fuera de casa y lo que parecía una eternidad ha resultado ser un suspiro, otra vez me ha ganado el tiempo, invicto en estas batallas, gran chamán que lo cura todo, o por lo menos lo relativiza, gran mago que ralentiza los malos momentos y acelera a la velocidad de la luz los buenos ratos, y quizás sea ese mi consuelo, si la vida se me ha hecho corta tiene que ser porque la he tratado de llenar con buenos momentos, con la sensación de carencia de tiempo siempre, dejando de conocer a gente maravillosa y buscando siempre el momento de reencontrarme con viejos amigos, momentos que todavía no han llegado.
Así que permitiéndome corregir a mi profesora, concluyo e que no somos tiempo, simplemente es el tiempo el que lo es todo: es la esperanza del preso, el regalo mutuo de una pareja de enamorados y a la vez todo lo que una pareja en crisis se pide ; es una de las partes de un contrato laboral, también la promesa del político, el deseo del estudiante apurado. Tiempo es el deseo de quien suspira por alguien que no le quiere, la goma que borra o difumina disgustos, el fármaco para pequeñas enfermedades, la última bala de quien busca desesperadamente trabajo, o el rival a batir del deportista, receta para la madurez, motivo de enfado de quien ve marchar su guagua sin él dentro e incluso la pila que nos mueve recordándonos que el fin está cerca. Y si vamos más allá, buen tiempo también es lo que busca quien quiere ir a la playa, o agua del tiempo quien quiere calmar su sed.
Puede que quizás no seamos tiempo, simplemente somos del tiempo, que no es lo mismo, tiempo que gasto escribiendo esto a modo de terapia entre tanta falta de horas para estudiar. Porque, dicen que reconocer un problema es el primer paso, ya he reconocido mi falta de tiempo, ¿qué toca ahora?

viernes, 13 de mayo de 2011

Llamémoslo desahogo

Llevo unos días con ganas de despacharme a gusto con todo el mundo, no sé si tanta rueda de prensa de José Mourinho ha hecho estragos en mí o si todo es fruto de la campaña electoral. Puede ser también que no haya razón de existir para esta sensación.
Siento desagradar, y me temo que no gustará lo que voy a escribir, pero en el fondo tendré que ser consecuente, como consecuentes son aquellos que critican a quienes contaminan y rechazan sacarse el carnet de conducir mientras otros hacen lo mismo pero se pasean con potentes deportivos.
Hablando de ser consecuentes no puedo olvidarme de quienes nombran derechos y se les llena la boca al pedir que se cumplan, y que les traten igual que los demás sin dar lo mismo que el resto, y créanme que no hablo de dinero ni nada parecido, y creo que no es necesario que empiece a definir lo que son obligaciones.
A raíz de este pensamiento van surgiendo otros y propiciado esta vez sí por la campaña electoral me da por pensar en el socialismo (no se salva nadie y en futuros párrafos hablaré del resto) y cómo bajo el nombre de este partido se refugia gente con los mejores coches, el mejor “check list” de lugares visitados, y sus hijos estudian en las mejores universidades del país, nada ilícito, pero por favor que no me digan luego que tu partido es “obrero” porque no cuela, y si realmente lo son que dejen claro que no pertenecen a la tercera acepción de la RAE, esa que dice “ m. y f. Trabajador manual retribuido” . Y es que tras una breve reflexión caigo en que no conozco a muchos socialistas humildes y a la gente humilde que conozco y se considera de izquierda tira más para el extremo, y la moraleja que saco es que es demasiado fácil ser socialista cuando se tiene dinero. Y parafraseo a Nach con eso de que tenemos un “partido socialista que no practica el socialismo” y que conste que me encantan las intenciones que esconde el socialismo pero su puesta en marcha dista mucho de lo ideal.
La derecha tampoco se va a librar de mi ataque de “sinceridad” y es que nadie que se dedique a poner zancadillas en vez de ayudar se merece mi total respeto, lo siento, pero con el paso del tiempo he aprendido a alejarme de las malas vibraciones.
Tampoco se libran de la quema nacionalistas que proclaman y venden los beneficios de su tierra pero luego consumen productos de fuera, por el simple hecho de que lo de fuera es siempre mejor, con este tema podría llenar hojas y hojas, y no es mi intención.
Política aparte me cabrea también ver como quien realmente necesita ayuda no la recibe y quien puede seguir sin ella la recibe y la invierte en cosas innecesarias. Becas que se convierten en interraíles, coches, prótesis mamarias, viajes, fiestas, ropa, tatuajes… subvenciones que se piden por ser pedidas, Erasmus alcoholizándose a costa de los contribuyentes, ayudas que nunca llegan a su destinatario, chanchullos y más chanchullos mientras quien realmente necesita apoyo para poder seguir no lo tiene. Gracias a dios, en este aspecto tengo la conciencia tranquila, y la única ayuda que he recibido tiene apellidos y nombre, y ese apellido casualmente es igual al mío, porque ha sido mi familia quien único ha financiado mi trayectoria (que yo sepa). Dentro de la familia, lógicamente van mis padres, quienes me regalaron hace unos días un libro llamado “Reacciona” y aún así no he logrado reaccionar ante tanto parásito con el que me encuentro casi a diario, y sigo poco más que poniendo la mejilla para que golpeen con la intensidad que quieran.
Y debo empezar a parar, porque algo me dice que puedo meterme en problemas, pero que nadie es tan bueno como él cree ni tan malo como sus detractores piensan es todo un hecho.
Como si el destino hubiera querido que dejara ya de rajar, mientras preparaba en mi cabeza esta entrada suena el timbre, y ante mi sorpresa me encuentro con el vecino de origen somalí que viene a despedirse porque se marcha a Londres, aún queda gente buena o por lo menos con buenas intenciones y algo de educación, y así logro ver que aún a mi pesar, y pese a que estaba empezando a desconfiar, todavía quedan motivos para creer en la raza humana.

jueves, 28 de abril de 2011

Equilibrio

Se me escapa abril, mes santo y republicano, mes de aguas mil, mes del vino y, visto el índice de entradas publicadas, mes de la inspiración. Y haciendo este peculiar feedback caigo en que hace un año comencé a escribir sobre el equilibrio. Jamás terminé aquello que empecé, fui aplazando el momento y hasta perdí la noción del tiempo.
Recuerdo que era abril cuando decidí escribir porque venía de caminar entre viñedos por Tegueste en vísperas de romería, impactado de ver como se podía pasar de un paisaje de lo más rural a otro más urbano en cuestión de un par de kilómetros. Y decidí escribir sobre el equilibrio.
Reciclando todo lo que había escrito me dispongo a terminar de una vez con un año de espera, y sin haber visto hasta hoy lo que había escrito.
Equilibrio, qué curiosa palabra, seguro que la gran mayoría de los mortales al oírla pensarán en funámbulos cruzando una cuerda sobre cocodrilos, con o sin red, por la mente tal vez pasearán pulseritas “milagrosas” o gente a la pata coja. De no ser así probablemente se ocurrirán dietas equilibradas o desequilibrados mentales tal vez.
Y es ahora en Aristóteles en quien pienso, o mejor dicho, pienso en el término medio como solución. Los extremos nunca han sido buenos, a excepción de la punta de los “cornetos”, Messi y Cristiano Ronaldo. De hecho, hasta un exceso de cariño puede ser contraproducente y provocar que uno viva en un mundo ideal a la par que irreal.
Sin embargo lo que me preocupa hoy, es como poco a poco vamos desequilibrando al planeta y va prevaleciendo el color gris del cemento por encima del verde de los campos, grandes llanuras se convierten en grandes urbanizaciones y los productos agrícolas van perdiendo peso en los lineales de los supermercados.
No sé si las heridas que le provoquemos al planeta serán reversibles o no, no olvidemos que soy de letras, lo que sí sé es que ya es más fácil construir sobre un terreno fértil que derruir y volver a hacer que un terreno recupere su fertilidad, no solo por motivos biológicos/químicos sino por asuntos legales o incluso económicos.
“Demagogia” aparte, la tesis que sostengo es que si queremos progresar habrá que respetar, y eso, hasta donde yo sé se llama equilibrio.
Y una vez equilibrado el número de entradas de este blog, afronto el mes de mayo sabiendo que será mes de estudios, y será ahí donde radique el equilibrio entre vivir y no hacerlo.

sábado, 23 de abril de 2011

Un partido en modo aleatorio

He vuelto al estadio a ver al Tenerife tras casi dos meses sin ir, esta vez tocaba hacerlo solo y con la exclusiva compañía de música. Algo que me sirvió para desarrollar dos teorías complementarias, la primera es que los nuevos artilugios tecnológicos (“gadgets” para los más snobs) incorporan alguna extraña función que hace que busquen canciones relacionadas con la realidad que está teniendo lugar si uno opta por el modo aleatorio; la segunda teoría es que quizás sea uno quien apoderado por la inspiración encuentre similitud entre lo vivido y las canciones que suenan.
Aproximadamente 30 canciones sonaron y a todas salvo una supe encontrarle similitud con la situación del Tete. La canción libre era “se enamoró de un río” de Pedro Guerra, he tratado de darle muchas vueltas y no se me ocurre qué pintaba la canción en el dichoso partido.
Todo empezó con Maná y “no te rindas”, pintando un panorama muy optimista con esta canción, pasando automáticamente a escuchar a “La Vieja Morla” con su canción “Inesperado”, es que no creo que haya mejor título para la nefasta temporada 2010/2011. Hizo también su aparición Ismael Serrano con “ya nada es lo que era”, pensamiento generalizado al echar la vista atrás y ver que el año pasado estábamos en primera y que el próximo tocará jugar en segunda B.
Y así llegó Juanes con Yerbatero, “eso es lo que hace falta, alguien que acabe con esto” pensé, y fue precisamente con esta canción con la que llegó el gol del Villarreal B, quitándome el antifaz que me hacía creer en la salvación, antifaz que daba también nombre a la canción de Maná que sonaría seguidamente. Tampoco faltó a su cita Nach con “pensando en voz alta”, que es lo que hacían muchas personas a mi alrededor, mientras yo seguía con mis cascos sorprendido con tanta coincidencia.
“Volveré temprano” también de Ismael Serrano llegó a mis oídos, convirtiendo en una auténtica montaña rusa a mis emociones invitándome a creer que lo de la 2ªB será un mero trámite. Y surgieron las dudas con Amy Winehouse y su “will you still love me tomorrow” , no supe responderle, no sé si seguiré queriendo a mi equipo mañana, es más ni siquiera sé si seguirá existiendo mi equipo, aunque supongo que al acabar mi enfado volveré a jurar “amor eterno” a mis colores.
Danzaré al son de la vida cantaba Macaco, dando paso a Bob Marley y su “Is this love”, ¿es amor esto que estoy sintiendo? ¿aman realmente los jugadores a su equipo? La respuesta llegó de la grada con eso de “jugadores mercenarios”. Siguiendo con la racha de música en inglés y cantada por leyendas de la música llegó Bruce Springsteen con su canción, “one way street”, calle de un único sentido que va a parar a 2ªB.
“El regalo más grande” de Tiziano Ferro también apareció y Macaco regresó con “Seguiremos” pero sinceramente no lograron impregnarme de mucho optimismo. Quienes sí lograron que me pusiera a pensar fueron The Beatles con “Something”, ¿qué será ese algo que necesita el Tenerife? El gol supuse y seguí con lo mío mientras sonaban Los Secretos con Manolo García cantando “volver a ser un niño” niño que fui, niño que tuvo a su equipo en UEFA y no supo valorarlo.
Y Revolver siguió metiendo el dedo en la llaga con “El dorado” canción en la que dice una frase con muchísimo simbolismo “¿lo mejor de sus vidas dónde se ha quedado?”, y a buen entendedor ya sabemos lo que pasa.
Y terminó el partido igual que lo hace esta entrada (En circunstancias normales tocaría terminar con una frase optimista que invitara a la esperanza, mas esta vez no será así)

miércoles, 20 de abril de 2011

20 de abril... ¿del 90?

Quienes de vez en cuando sigan las “cositas” que escribo sabrán que todos los años el “20 de abril” hago un humilde homenaje a la canción de Celtas Cortos con igual nombre.
Debo confesar que siempre escribo con alguien en la mente y esta vez no quiero dirigirme solamente a todos esos amigos/conocidos/colegas, (en definitiva, compañeros de una parte del camino que transcurro) de los que me he distanciado, además este año, dadas mis circunstancias quizás mis palabras cobren mayor significado. Podría ahora empezar a lamentarme y buscar mil y una explicaciones al distanciamiento junto con sus respectivos culpables, sin embargo de poco serviría y lo único que puedo decirte es que te sigo esperando con los brazos abiertos, como si el tiempo no hubiera pasado y hoy no fuera más que el viernes siguiente a aquella última vez que nos vimos, además creo que debes saber que muy frecuentemente me acuerdo de ti, y apareces en el lugar menos pensado, ya sea en la calle, en la tele, en un escaparate o en una canción por ejemplo.
Dicho todo esto, me toca dirigirme a ti, con quien he sido muy injusto dedicándole palabras a quienes no están y olvidándome de tu persona, tú, que me sorprendes en el momento más inesperado mostrándome tu afecto con pequeños gestos, a ti, que has sabido entenderme, y si no, por lo menos te has acercado a ello. Miradas de compasión en mitad de exámenes, llamadas inesperadas, mensajes, comentarios positivos sobre mí a mis espaldas, abrazos sinceros en algún rencuentro, o reflexiones que ponen a funcionar a esta cabeza (algún día escribiré sobre teorías como la del chocolate y el helado) o simplemente por contar conmigo y aceptar mi millón y medio de defectos y mis meteduras de pata que derivan de ellos. Lo único que puedo hacer es darte las gracias de todo corazón.
Tampoco puedo olvidarme de toda esa gente que poco a poco va entrando en mi vida, y que pese a no tener el tiempo como aval va opositando poco a poco a grandes amigos, demostrando de esta forma que las relaciones humanas son algo más que una empresa, y por lo tanto no se puede regir ni por el LIFO*(último en entrar, primero en salir) ni por el FIFO* (primero en entrar, primero en salir) (*son métodos usados para valorar mercancías por ejemplo). Enseñándome también que me queda mucha gente por conocer, pese a saber que jamás podré conocer a toda la gente buena que vive en esta pelota llamada tierra. Un placer conocerte, es el resumen de todo lo que quiero decirte.
Y ya que hablo de gente por conocer, ¿por qué no dedicar unas palabritas a esa gente que todavía no conozco? Va por ti, futuro amigo, o futura esposa, quién sabe: todavía no nos conocemos, pero si vienes con buenas intenciones, siempre habrá Daniel para todos, y un pedazo de mí para compartir contigo.
En definitiva, sea como sea, espero que este nombramiento extraoficial del 20 de abril como día de la amistad sirva como muestra de apertura y que mi mensaje llegue a ti, si no es así, siempre cabrá desear que hoy 20 de abril, aprovechando la final de la copa del rey, entre amigos puedas saber que en algún lugar de Tenerife, tu amigo Daniel está viendo las mismas imágenes que tú.

viernes, 8 de abril de 2011

Fin al pesimismo

Me comentaba hace unos días un queridísimo seguidor que notaba cierto pesimismo en mis palabras, no es mi intención, porque como bien decía una de las primeras canciones de rap que empecé a escuchar “si caminas cojeando, no das miedo, sino lástima”, y no, no quiero dar lástima, y mucho menos quiero poner en alarma a quienes me leen. Estoy bien, aunque tampoco puedo negar, que al igual que en los grandes pintores se nota su estado anímico, quizás en lo que escribo puede quedar un retazo de negatividad. Intentaré cambiarlo. Pero quiero que quede claro que estoy bien, y que todo pesimismo que pueda intuirse en mis palabras deriva del hecho de que escribo como alivio a días extraños. Entendiendo por días extraños a los que Bunbury y Nacho Vegas definen como aquellos "días en los que valdría más no salir de la cama" (“casualmente” la canción se llama “días extraños”). Hoy quiero escribir sobre esos días, intentando que sirva como punto de inflexión, y que a partir de ahora mis palabras irradien más optimismo si cabe. Podría empezar llenando esto con algún que otro oxímoron, metáforas, o dicotomías del tipo “sin noche no hay día”, o el tan de moda “la crisis agudiza el ingenio” pero pecaría de usar demasiados tópicos. El caso es que ante esos días rara vez hay remedio que no implique el paso del tiempo, sabio curador, pero gran traidor, porque cuando todo va mal, todo parece eterno, el reloj no avanza, y cuando todo va perfecto, las horas dejan de ser la referencia, y son los suspiros quienes miden el paso del tiempo, siempre ha sido así, de hecho el año pasado con el Tenerife en Primera el tiempo se me fue volando, y ahora que el descenso a Segunda B está al acecho, el fin parece no llegar. Escrito esto, una parte de mí me pide ser optimista y pedir que disfrutemos del camino de levantarse, no dejando que pase el tiempo y aprovechando que vida no hay más que una y que paradójicamente en la oscuridad se ven algunas cosas más claras, o bien recurrir a la filosofía oriental, y hacer referencia al ying y el yang y decir que hasta la cosa más odiada jamás imaginada puede esconder un punto de optimismo. Pero otra parte de mí, la más cauta quizás, me lleva a esos días y me dice “Daniel, deja de pedir cosas imposibles, no es tan fácil darle color a un día negro”. Así que lo mejor será que cada uno saque sus conclusiones y reaccione de la forma que quiera. Yo por mi parte, tras esta terapia de choque, voy a intentar transmitir mejores sensaciones, aunque conociéndome, no aseguro éxito, dado que muchas veces me propongo retos que luego no logro concluir, para muestra, basta ver mi colección de libros a medio leer.

miércoles, 6 de abril de 2011

Mis temores

Hace unos meses comentaba que con el paso del tiempo mis miedos habían sufrido cambios, algunos permanecían y otros por su parte habían surgido, en fin, como la propia vida donde unos nacen, otros seguimos y por último otros ya no están. Quizás faltó precisión en mis afirmaciones, así que voy a intentar profundizar un poco en mis palabras, así que haciendo un gran ejercicio de síntesis voy a enumerar algunos temores que van más allá del dolor físico: Me aterra el hecho de que blackberrys, iphones y móviles en general nos dominen y dejemos de mirar al suelo, al cielo o al paisaje para centrarnos en sus pantallas. El problema no está simplemente en que se multiplique el número de tropiezos, sino en que nos olvidemos de ver la belleza que reside en todos esos lugares que existían mucho antes de que llegáramos. Temo también que desaparezcan tradiciones, y que cuando queramos salvarlas ya sea tarde. Acudiendo al término tradición en toda su amplitud, desde las tradicionales reuniones con viejos amigos que van perdiendo asiduidad hasta las tradiciones más artesanales que luchan por tener continuidad y no hay visos de que vayan a encontrar relevo. Otra duda que me nace es ¿qué pasaría si los pesimistas vencieran? Sería mi fin, y siento que cada vez ese día está más cerca pero prefiero no preguntarme qué pasaría si el optimismo que queda en mí desapareciese, pero un entorno cada día más gris, tirando a negro va ganando terreno y empiezo a preguntarme qué pasaría si me lo preguntara. Otro de mis miedos es el de acabar acostumbrándome a ceder la razón, a reconocerme culpable de cada acto, de cada hecho, lo que podría derivar en acabar acomplejándome un poco más y aborreciendo mi carácter crítico, total todas las culpas serían mías. Y por último en esta peculiar lista debo añadir el respeto que me imponen comentarios ajenos, y solamente me toca confiar en no caer en el error de creerme todo lo que me digan, ya sean críticas o halagos, de hecho si de algo tuviera que fiarme sería de las críticas, antes que de los halagos, aunque como suele pasar, es muy fácil decirlo y bastante más complicado llevarlo a cabo. Y a medida que escribo se me van pasando por mi cabeza potenciales temores y me sorprende saber que son muchos más de los que yo imaginaba, y empiezo a asustarme, básicamente porque no me creía tan débil, y por lo tanto creo que va a ser mejor dejarlo aquí, así no me asusto a mí mismo ni transmito mis debilidades para que algún estratega se aproveche de ellas.

jueves, 10 de marzo de 2011

No todo sigue igual

Caminando de nuevo por las calles que hace unos meses frecuentaba casi a diario me topo con una pantalla que dice algo así como “Real Madrid y Barcelona ganan y todo sigue igual”. Fue lo único que recuerdo ver dentro de aquella administración de lotería, y por supuesto me hizo reflexionar eso de “todo sigue igual”.
Los que me conocen saben que siempre me ha impresionado eso del cambio, de hecho fue sobre lo último que escribí en mi etapa de “escritor para revistas”. En aquella ocasión nombraba a Heráclito, Parménides y alguna de sus ideas. En resumen, lo que venía a decir es que pese a que nada es inmutable, siempre habrá algo que permanecerá constante. Que en otras palabras, y llevado al tema del titular del Barcelona y el Madrid viene a ser que pese a que la distancia entre ambos equipos es la misma, no todo sigue igual, y por ejemplo resta un partido menos.
Sin embargo el asunto del fútbol me traía bastante sin cuidado y opté por llevar una frase tan confusa a mis circunstancias personales, pensé en que pese a que uno se va la vida continúa en el lugar que deja atrás, es una frase obvia pero cuesta asimilarla, básicamente porque la tendencia normal lleva a pensar que la vida es como un libro, que puedes cerrarlo y volver a abrirlo tantas veces como quieras y en su interior siempre pondrá lo mismo, y no, no es así, nuestros ojos nos muestran una parte ínfima del mundo y pese a que no podamos verlas, infinitas partes del mundo (menos una) son dejadas atrás.
Igual sensación tengo cuando a mi mente viene gente casi olvidada y por no haberlas visto durante un largo tiempo tiendo a pensar que se han estancado y que ya ni tan siquiera llevan a cabo sus funciones más vitales.
Por todo esto me veo obligado a ratificarme, y reconocer que no todo sigue igual, pero que no hay nada malo en el cambio, y es que incluso, cuando abrimos un libro y lo leemos otra vez vemos como ha podido cambiar, ya sea por el polvo, por el paso del tiempo, o por lo más importante de todo, porque los ojos con los que lo leemos no son los mismos.
Así que toca asimilar los cambios, tratar de afrontarlos y esperar que ante todo sean las buenas cosas las que permanezcan lo más inmóviles posible, y si cambian, que sea a mejor.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Redisoñando

Me gusta hacer juegos de palabras, aunque siendo más preciso creo que el término que debería utilizar sería encontrarme. Así pues, matizando la afirmación quedaría en algo así como “me gusta encontrarme con juegos de palabras” y acabar reflexionando sobre ellos luego.
Así llegué hace unos días a emparejar dos verbos muy comunes, “creer” y “crear” o “crear” y “creer”; el orden no importa, dado que sirve tanto creer en que podemos crear y también podemos crear y luego creer que se ha hecho lo correcto. Es tanta la similitud entre estos dos términos que se conjugan de igual forma en primera persona del presente (o eso CREO).
Me encontraba en esta disyuntiva, dándole vueltas y vueltas a la dichosa idea de fusionar palabras cuando encontré un nuevo término. Realmente ignoro si fue una casualidad o que el subconsciente le dio más importancia a lo sucedido, pero me pasa cuando me acuerdo de gente o cosas de las que hace tiempo que no sé nada y casualmente al par de días recibo noticias, ya se trate de simples “famosillos olvidados”, amigos desaparecidos, viejos programas de televisión o cualquier cosa que se precie. Una eternidad sin saber nada de ellos, pero basta acordarse de su existencia para volver a saber de ellos en un corto espacio de tiempo.
Esta vez fue un lapsus el que me iluminó, la intención era decir rediseñar, pero de la boca de quien me iluminó lo que salió fue el término “redisoñar”. Era el término perfecto para la idea que estaba brotando en mí, y me sorprende que el mágnifico Google solamente encuentre 13 resultados con esta palabra y aproximadamente 158.000.000 de resultados a la palabra crisis, ¡cuántas referencias a la enfermedad! ¡qué pocas referencias a la cura!. Así que invadido por una especie de demagogia oportunista pero positiva (aunque en parte dudo de su aplicabilidad inmediata) creo que lo que tenemos que hacer es redisoñar, esto es, creer que podemos crear formas de salir adelante y creer en ellas. Soñar que podemos cambiar y además llevar a cabo lo soñado.
Dicho esto creo que esta vez el mensaje que hay que sacar de mis palabras es bastante claro: ¡redisoñemos!

domingo, 30 de enero de 2011

Enero

Enero se me ha “anoviembrado”, es decir, otra vez se ha repetido la misma situación de noviembre, y he dejado pasar un mes sin dejar mi huella aquí. Quiero pensar que es una mera coincidencia, pero me temo que no va a ser así, y de ahora en adelante, con el paso de los años el estrés se apoderará de mí y me quedaré calvo. Y mientras digo esto, recuerdo viejos eneros en los que las preocupaciones no iban más allá de tener que quitar el árbol de Navidad, el comienzo de las rebajas o el cambiarme de calcetines por los efectos de la lluvia.
Ahora no es así, los exámenes se han apoderado de mi tiempo y por el contrario no logran su objetivo principal de hacer que piense noche y día en las asignaturas sino que hacen que me fije como meta el fin de los exámenes, casi sin importarme los resultados obtenidos.
Así pues, me despido, deseando que vuelva mi libertad, y poder acabar así con mi ausencia en el cibermundo, afeitar mi barba y poder comprobar como llueve, tal y como lo hacía en lejanos meses de enero.